Con más de 40 años en el mundo del arte, el pintor Santiago Carbonell comenzó en la profesión cuando tenía apenas 17 años. Desde entonces, la ha transitado en todos los días de su vida. En 2014, el artista fundó el museo en el que exhibe su colección privada, con el objetivo de enseñar al público el arte que pintaba: “el arte que no se ve no tiene importancia”.
De igual forma, el artista estableció la Fundación Santiago Carbonell, pues quería contribuir a la profesionalización de los artistas queretanos. A través de la fundación, los becarios tienen la posibilidad de viajar a Europa y profundizar en su formación.
“Yo cuando era joven tuve ayuda y apoyo. Tuve la facilidad o la suerte de que me ayudaran muchas personas; entonces, yo siempre me planteé la necesidad de apoyar a jóvenes artistas a profesionalizarse”, comparte Santiago.
Tras su llegada a Querétaro en 1986, señala que en aquel momento era el único artista profesional en la ciudad que se ganaba la vida pintando. Asimismo, afirma que esta situación ha cambiado, debido a que el estado atraviesa un renacimiento cultural y muchos jóvenes queretanos hoy en día se dedican enteramente al arte.
Carbonell se describe como una persona autodidacta y curiosa; afirma que desde niño tenía habilidad para pintar y dibujar (lo que lo llevó a descubrir su pasión).
“Era muy malo para la escuela, para las matemáticas y la física. Todo eso era un tormento para mí; además era un niño y un joven ensimismado, pero muy curioso. Para dedicarte al arte la curiosidad es el principal valor”, señala.
De igual forma, afirma que su éxito ha sido pura casualidad, debido a que él no se considera alguien que se propone metas, sino que vive intensamente: lo único que desea es ser feliz y estar en libertad.
“La verdad, mi trayectoria ha sido bastante plácida y alegre. No he tenido grandes dificultades; desde muy joven, empecé a trabajar en galerías y he viajado mucho”, afirma.
Finalmente, Santiago Carbonell agrega que lo mejor que sabe hacer es pintar, pero si no fuera artista se dedicaría a la cocina —pues siempre le ha gustado comer bien—. Además, señala que, para él, la cocina es como la pintura: existen reglas fundamentales, pero también hay creación.