Por Carlos de Luna
El prestigio es uno de los factores que más cuidan las instituciones educativas, las empresas y también las personas; es el resultado de desarrollar, promover y mantener una identidad en el transcurso del tiempo. Crear un prestigio no es tarea sencilla, involucra un sinnúmero de estrategias y actividades que deberán unirse para conformar una imagen exitosa. En marketing es el último eslabón después del análisis de mercado, la estrategia y la comunicación, ahí aparece el prestigio, algo que se persigue y se anhela.
Especialmente en el ámbito de las instituciones educativas, exigirse nuevos retos y desarrollar la capacidad de innovación, por mencionar algunos, son aspectos que caracterizan a quienes buscan obtener este reconocimiento, una excelente reputación.
El Tecnológico de Monterrey es un claro ejemplo de las instituciones que transcienden. No se detiene, siempre está trabajando en su liderazgo, optimiza sus procesos y se enfoca incondicionalmente en seducir a su mercado, es una empresa que se reinventa constantemente y está en continuo monitoreo de sus competidores; ¿por qué lo hace? para provocar nuevos estándares a nivel nacional e internacional a través de sus convenios con las mejores universidades y aliados del mundo; sin duda, esto permite intercambiar y aprender de las mejores prácticas.
En una de las conferencias que más han marcado mi vida, el expositor comentó: “Para abrir una puerta se tarda unos años, para cerrarla, segundos”, cuánta razón tenía. En el ámbito educativo, y en muchas otras áreas, la reputación es fundamental. El Tecnológico de Monterrey lo sabe, a tal grado que su Modelo Educativo actual dista mucho del que pude vivir en mi educación, y se ha renovado para enfrentar los nuevos retos y paradigmas actuales.
En los ochenta, la reputación del Tec era altísima, era una de las fuentes de estudiantes y egresados para el corporativo más importante en ese tiempo: Grupo Alfa, empresa en donde tuve la fortuna de realizar mis prácticas académicas y posteriormente colaborar con ellos de manera formal por muchos años; experiencia que sentó las bases de lo que hoy he logrado como profesionista y consultor.
Años más tarde, uno de mis superiores en Grupo Alfa me pidió que lo supliera en una clase que daba en el Tec, la encomienda era todo un reto, jamás había impartido una cátedra. La experiencia fue maravillosa, me encantó dar clases y poco después conseguí una asignatura que muy pocos maestros gustaban impartir, pero yo disfrutaba enormemente: Mercadotecnia industrial. Así transcurrieron más de 20 años en mi trayectoria como docente en diferentes campus. El Tecnológico de Monterrey me ha acompañado en mi vida profesional por más de tres décadas. Y cambió mi destino.
Mi generación de carrera fue muy grande, estaba formada por casi 60 compañeros, quienes al día de hoy nos reunimos cada 10 años; y que gracias a las redes sociales, especialmente al WhatsApp, nos escribimos a diario, es un networking que me retroalimenta día con día. Conversando con muchos de ellos y viendo sus historias de vida, concluimos que tenemos algo en común: nos formaron para buscar la trascendencia. Recuerdo que en un evento previo a nuestra graduación el rector de esa época, el doctor Rafael Rangel Sostman, pronunció lo siguiente: “la misión del Tecnológico es que tú como egresado impactes en tu comunidad”. Palabras y motivaciones como esas fueron las que me hicieron regresar a mi ciudad, abrir un despacho de mercadotecnia, que no sólo sería el primero en su categoría en la ciudad, sino en otras ciudades cercanas, una verdadera locura que estaba dispuesto a poner en marcha.
Actualmente la competencia entre universidades es muy intensa y como consecuencia la reputación es más valorada; obtenerla es un reto mayor que muy pocas consiguen. Como bien se menciona en el artículo central de esta edición, el lugar que ocupa el Tec de Monterrey en México y el mundo en su sector es el resultado de su firme propósito de seguir avanzando, de nunca detenerse; esto es algo que debe permearse en todos los modelos de negocio, empresas, gobiernos, figuras públicas, en síntesis, en todas las personas. Mantenerse en movimiento es un agente fundamental del cambio y la evolución.
Si bien los jóvenes egresados en la actualidad tienen otras aspiraciones, impulsadas por un mundo globalizado, me gusta pensar que algo que compartimos las generaciones anteriores y actuales son las ganas de soñar en grande. Para los egresados del Tec de Monterrey, su visión estratégica y el cuidado de su reputación los ha conservado como referentes en sus empresas, obteniendo y manteniendo los puestos directivos en importantes compañías, emprendiendo sus propios negocios, innovando y transformándose para ser más competitivos, han sabido capitalizar la enorme oportunidad que significa el impacto de una institución con prestigio.