A finales del año pasado e inicios de este, instituciones de todo tipo como el Banco de México, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la calificadora Moody´s, Bank of America y muchos otros han venido dando señales de preocupación ante la posible desaceleración de la economía mexicana. Incluso se ha llegado a hablar de una recesión, la feria de los descuentos en la tasa de crecimiento comenzó en camino hacia el ya clásico 2 %, llegándose a situarse alrededor del 1 % en los escenarios más pesimistas.
El 2018 cerró con un tradicional y mediocre crecimiento del 2 %. Desde octubre la economía ha dado señales de desaceleración, el Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) presentó un crecimiento del 2 % para octubre, 1.8 % en noviembre y apenas 0.2 % en diciembre. Las previsiones para el primer trimestre del 2019 no son alentadoras, dado que el primer año de cualquier administración siempre presenta un crecimiento menor al resto del sexenio y los nubarrones de recesión en nuestro principal socio comercial se van sumado uno a uno.
Los pocos datos disponibles de la actividad económica de lo que va en este año muestran un leve e inesperado repunte: la actividad industrial; especialmente la construcción en enero se ha venido recuperando, la caída en la producción de Pemex, se ha visto “amortiguada” por el incremento en el precio del la mezcla mexicana, que pasó de $ 43.65 (2/01) a 60.08 (15/03), lo que podría darle espacio de operación a la petrolera, la inflación ha regresado al rango deseado por Banxico y el tipo de cambio ha mantenido un balance positivo. Todo esto nos lleva a pensar que el fantasma de una recesión se está alejando, pero no el de un crecimiento menor al de años anteriores.
En este escenario, llaman la atención dos indicadores; la confianza del consumidor que se encuentra en niveles históricamente altos y el nivel de aprobación del presidente, que según la encuesta de El Financiero, de diciembre a la fecha la aceptación presidencial nunca ha bajado del 70 %.
Claramente el ciudadano le está dando un voto de confianza al presidente, bien por él, pero para la nueva administración el tiempo ciertamente se está acabando, fuera del discurso anticorrupción deben de empezar a dar resultados en materia económica, ya que la opinión pública es un activo volátil y como lo veremos en la segunda parte de este artículo tiende a defender sus intereses sin importar la simpatía que sientan por tal o cual personaje político.
Por:
Carlos Alberto Cruz Andrade