Por: Xicoténcatl Morales Hurtado. Consultor senior en Direktia
El incremento del trabajo, la integración de nuevos miembros a la organización, la adaptación a jornadas que incluyen home-office, los procesos de rotación que implican cambios constantes de personal, el seguimiento y monitoreo de proyectos para clientes potenciales, la capacitación en nuevos procedimientos, el servicio al cliente; todos estos factores requieren y dependen de la capacidad para gestionar la inteligencia emocional de tu personal.
Quizás uno de los mayores desafíos de una unidad de negocio en esta materia no se trata de llevar a los miembros de la firma a un estado anímico siempre positivo (cosa que resulta ridícula y difícil), sino comprometerlos con su autoconocimiento y el desarrollo de propósitos.
¿Qué es la inteligencia emocional?
Si bien no existe una definición exacta de lo que significa Inteligencia Emocional, todos tenemos un concepto más o menos útil de la palabra. H. Gardner lo define como: “el conjunto de capacidades y habilidades psicológicas que implican el sentimiento, entendimiento, control y modificación de las emociones propias y ajenas”.
El mismo autor añade que sus dos formas más comunes son la inteligencia intrapersonal (relacionada con el entendimiento de nuestras propias emociones) y la inteligencia interpersonal (que se vincula al proceso de comprensión de las emociones de los demás).
D. Goleman, por su parte, nos ayuda a extender el plano epistémico de este término: dice lo siguiente: “La inteligencia emocional es la capacidad de reconocer las emociones – tanto propias como ajenas – y de gestionar nuestra respuesta ante ellas. La podemos definir como el conjunto de habilidades que permiten una mayor adaptabilidad de la persona ante los cambios. También tiene que ver con la confianza y seguridad en uno mismo, el control emocional y la automotivación para alcanzar objetivos.”
La inteligencia emocional en la empresa
Dicho esto, es importante destacar varios méritos que descuidamos a menudo:
- No podemos excluir a las emociones de nuestras labores. En una empresa dichas emociones pueden ser el combustible que alimenta la motivación y rendimiento, o el factor que de hecho retrase los avances esperados. En cualquier caso, debemos proveer espacios y tiempos para comentar el entramado de emociones que ciñen un proyecto, una tarea compartida, etc.
- Nadie puede ordenar a sus emociones que se comporten de esta o aquella forma. Cuando surgen (y lo hacen cada quince segundos) debemos escucharlas, aprender lo que dicen sobre nosotros y usarlas a favor de un proceso introspectivo que nos ayude a profundizar en dimensiones muy poderosas en nuestra vida: ¿por qué hago lo que hago?, ¿qué cosas amo hacer en el trabajo?, ¿en qué áreas destaco y siento que doy excelencia?, ¿qué actividades me inspiran más o qué tareas me apasionan y mantienen en un estado de rendimiento proactivo?, así como un largo etcétera.
Propiciar las condiciones para que nuestros equipos de trabajo expresen sus pensamientos y emociones sobre los retos o temores que destacan en sus jornadas, lo que les frusta y lo que les gustaría implementar, es una forma muy ilustrativa para gestionar la inteligencia emocional en un entorno productivo.
Llévalo a la práctica
Muchas empresas utilizan un día de la semana para tener conversatorios y foros internos que ayudan a que su personal se conozca y hable de sus hobbies. Otras utilizan cuestionarios asertivos sobre clima laboral y encuestas sobre el nivel de satisfacción que les produce su trabajo. Algunas más hacen Ssand up para que sus colaboradores hablen de forma creativa de los clientes que atienden, las cosas “chuscas” que viven y de las experiencias que acumulan en un periodo determinado.
Sin importar el método, estas son algunas de las dinámicas que ayudan a gestionar la inteligencia emocional dentro de tu empresa.
Lo más importante es siempre poner atención a las emociones que se generan, expresan y nos conducen a ciertos resultados. La autora Geetu Bharwaney dice que para hacer del concepto un eje constante en el trabajo, podemos comenzar a recabar información sobre estas tres variables:
- Experiencia de la emoción. Darme cuenta cuándo experimento una emoción que me hace sentir feliz.
- Interpretación psico-somática de la emoción. Darme cuenta que, cuando me siento feliz, me siento también más ligera/o, creativa/o, etc.
- Función práctica de la emoción. Llevar la emoción al terreno de los resultados; por ejemplo, cuando me siento feliz tengo mayor solicitud y rendimiento, por tanto no debería parar la actividad que estoy haciendo, sino experimentar el éxito que produce acabar una tarea clave y así la actividad quede completada en un porcentaje satisfactorio.
Esperamos que estos métodos e instrumentos te resulten útiles para llevar a tu empresa a un nuevo nivel.