Una semilla, una uva o un grano de polen; auroras boreales, representaciones sobre destinos opuestos o el equilibrio; en una exposición colectiva en el Centro de Artes y Oficios (CAO) del Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA) habitaron, como en un jardín bien cuidado, las piezas de Pedro Antonio Hernández.
El escultor sabe nutrirse de la savia de lo minúsculo y de lo abstracto, para atravesar temas sobre lo médico y lo natural. Su historia personal se trasluce en la escultura: formado como biólogo, desde muy joven aprendió herrería de la mano de su padre.
Nacido en Monterrey, Nuevo León, hace más de treinta años que radica en Aguascalientes. Para complementar el gasto familiar y siendo el mayor de sus hermanos, en su infancia hacía de ayudante principal para su padre en el taller de herrería: realizaban puertas metálicas, puertas mosquiteras, protecciones, barandales u otro tipo de trabajos especiales por pedidos.
Se jubiló tras varias décadas en el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), donde se encargaba de realizar cartografías, con imágenes satelitales y fotografía aérea. Actualmente en el CAO, es docente de herrería y de talla para escultura.
Herrería, entre la utilidad y el arte
Antes de jubilarse, Pedro Antonio Hernández por un periodo de casi diez años asistía al Centro de Artes y Oficios por el gusto de seguir aprendiendo. El anterior director, que también es escultor, lo invitó a unirse tras su paso por el INEGI. Hace poco se abrió el taller de talla de escultura, del que ahora es titular.
En sus clases, busca mostrar que el uso y el arte no están peleados. Además de su valor utilitario, piezas como barandales o puertas también guardan belleza.
“Trabajar en un taller de herrería requiere algo de creatividad, que tengas el interés de hacer las cosas y siempre tengas alguien que te esté apoyando. Si eres una persona que está iniciando, tienes que aprender las técnicas de la soldadura, los sistemas de medición, los tipos de materiales que se utilizan para tal o cual proyecto”, comparte.
Además, siempre busca otorgar confianza a sus alumnos: “decirles que todos podemos y que pierdan el miedo, sobre todo considerando la seguridad”, afirma.
Otra lección que comparte es la de aprovechar los sentidos: “Las sensaciones son muy diferentes cuando tocas la forma de una madera, de un metal o de la piedra. Es muy distinto. Ves los acabados y los colores, tocas las formas y las texturas”.
Otra enseñanza que busca transmitir es que la herrería no está en pugna con otros materiales. Sus propias esculturas lo demuestran: la piedra, el vitral o la madera conviven con el metal.
“Convives con una gran cantidad de personas, muchas de ellas que ya están jubiladas en diferentes áreas del conocimiento. Muchos son maestros jubilados, ingenieros, arquitectos, abogados, economistas. Hay de todo aquí. Hay personas que no tienen estudios, pero conoces, aprendes y te retroalimentas de todos ellos”, menciona.
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Nacimientos de la tumba de un árbol
En sus años en el INEGI, Pedro Antonio programaba imágenes satelitales de México para uso de los departamentos del organismo o de otras instituciones gubernamentales a nivel federal. Luego de realizar este trabajo tan especializado, que se hacía en conjunto con la Secretaría de Marina, no ha perdido su admiración por la biología.
Por ejemplo, algunos de sus alumnos han realizado hormigas o grillos a partir de canto rodado: con varilla de metal integraron esas piedras redondeadas por el tiempo para construir la cabeza, el abdomen y la parte trasera de los insectos.
Su profesión también le inculcó el respeto por la naturaleza: no se talan árboles para realizar las obras. En el CAO yacen rescatados troncos de mezquite, de mora o de fresno: “Cuando hay alguna tumba de algún árbol por algún motivo, a veces nos dicen: ‘hoy vengan por este árbol que se cayó’. Andamos rescatando, en vez de que los quemen en las ladrilleras”.
Fraguar un jardín propio
La exposición en el CAO fue una puerta de entrada al jardín de Pedro Antonio Hernández, donde todas las obras eran de una sola pieza, sin inserciones.
“Polen en el viento”, parafraseando el tema de “Dust in the Wind” de Kansas, es una gran escultura de un grano de polen: “A simple vista, no los ves claro, pero tienen diferentes formas e incluso hasta tamaños. Algunos los puedes ver ligeramente, pero ya si los ves al microscopio es genial la forma”.
En un tronco de mezquite ya fracturado, moldeó la separación de los destinos, opuestos a partir de la fractura. En “Auroras boreales”, juega con las vetas de la madera, para extraer la esencia del movimiento de este fenómeno natural: “Por ejemplo, le das una forma a la madera y, dependiendo de esta, se extienden las vetas”.
En “Alquimia”, con tres piezas simboliza el proceso de la vitivinicultura: la extracción, el destilado y la obtención del vino de mesa. En “Dispersión”, juega con la volatilidad: “Muchas semillas tienen pelos, un tipo de alas o una capa muy fina que les sirve para volar. Cuando hay viento se vuelan, se dispersan y se distribuyen. Es una de las formas de propagación de las especies de las plantas”.
Con estas y obras piezas, Pedro Antonio Hernández conjunta sus conocimientos en carpintería, herrería o escultura con su pasión por la naturaleza: el resultado es un jardín fraguado de metal, madera, piedra y vitral.