Por: Dr. Arturo Nahle García
Que difícil promover la inversión nacional y extranjera en Zacatecas en tiempos de prolongada recesión económica mundial y de pandemia, en tiempos en que por éstos fenómenos más la caída de los precios del petróleo el mercado se ha contraído como nunca, nuestra moneda se ha depreciado y todas las bolsas reportan caídas importantes.
Esta compleja situación también ha generado una reducción considerable en las arcas públicas con la consecuente cancelación de obras y programas, por su parte la iniciativa privada reporta una disminución sustantiva en sus operaciones lo que inevitablemente ha provocado despidos, pobreza y violencia.
Insisto, que difícil promover la inversión nacional y extranjera en Zacatecas en medio de esta tormenta perfecta. Así se le denomina a la combinación de eventos que no son individualmente tan peligrosos, pero que cuando ocurren juntos producen un resultado desastroso.
Pero nuestro Estado nunca la ha tenido fácil, veamos: durante los tres siglos de colonia la minería fue la columna vertebral de nuestra economía; a pesar de las convulsiones del siglo XIX (guerra de independencia, intervenciones extranjeras y guerra de reforma) las minas no dejaron de producir; el siglo XX lo iniciamos no solo con una revolución armada, también lo iniciamos con un agotamiento de las vetas y la caída de los precios de los minerales.
El fraccionamiento de los latifundios y el consecuente reparto agrario le dieron un giro importante a nuestra economía, pasamos de ser una entidad eminentemente minera a una fundamentalmente agrícola y ganadera. Pese a la aridez de nuestro territorio, la ganadería repuntó al igual que la cosecha de frijol, leguminosa cuyo cultivo requiere poca agua y forma parte de la dieta básica de los mexicanos.
A finales de los años setentas descubrimos y explotamos con relativo éxito el potencial turístico de la capital, sin embargo este sector es minúsculo frente a las otras actividades productivas. No fue sino hasta finales de los años ochentas cuando intentamos industrializar el Estado con el argumento –válido- de nuestra inmejorable ubicación geográfica, demasiado tarde, nuestros vecinos ya nos llevaban una enorme delantera.
Ante esta dura realidad, la migración ha sido una válvula de escape que nos ha representado una fuente muy importante de divisas que constituyen además el sustento de más de cien mil familias zacatecanas.
Así las cosas, en pleno siglo XXI y con un mercado totalmente globalizado, la inercia nos ha regresado a nuestra vocación histórica y natural, la minería, una industria totalmente extractiva que no impacta de manera importante en el bolsillo de los zacatecanos. Y es que debemos reconocer que no hemos tenido la capacidad de darle valor agregado al oro y la plata que aquí se produce, aunque ésta debilidad se compensa en parte con las nuevas empresas proveedoras del sector que conforman el llamado Clúster Minero.
Por todo ello afirmo que nunca la hemos tenido fácil y menos ahora, en la cresta de una tormenta perfecta. Sin embargo las crisis también son oportunidad, son tiempos en que la creatividad y el arrojo no sólo del gran inversionista, sino principalmente del micro, pequeño y mediano empresario puede constituir su tabla de salvación ante un gobierno que no ha salido a su rescate con apoyos crediticios y fiscales suficientes.
Concluyo agradeciendo la amable invitación de “Líder Empresarial” y expresando mis mejores deseos a sus directivos y lectores, sobre todo a los que tienen un negocio y pagan salarios, renta, servicios e impuestos, para ellos mi admiración y deseo de que este naufragio los lleve –y nos lleve a todos- a un mejor puerto.