Después del sorpresivo asesinato del rey mexica Chimalpopoca en manos de Maxtla, monarca de Azcapotzalco, Tlacaélel, segundo en autoridad entre los mexicas, tuvo que poner orden y organizar la defensa contra los tepanecas de Azcapotzalco.
Convencido de su sagrada misión, rechazó tajantemente la corona de tlatoani: ser el Cihuacóatl era su destino. Promovió a su tío Itzcóatl y a Cuauhtlatoa como nuevos tlatoanis de Tenochtitlan y Tlatelolco. Nombró a su hermano Moctezuma Ilhuicamina, el “Flechador del Cielo”, como Tlacatecatl, jefe supremo de la milicia mexica.
Consiguió, con el valeroso Nezahualcóyotl de Texcoco, la alianza acolhua en un frente común contra Maxtla. Los hijos de Huitzilíhuitl, “el Coyote Hambriento”, Itzcóatl y Cuauhtlatoa se encargarían de luchar contra el usurpador Maxtla, quien no estaba dispuesto a que la legendaria e invencible Azcapotzalco sucumbiera ante estos arrogantes soñadores.
Nezahualcóyotl, gran amigo de los tlaxcaltecas y huexotzincas, buscó el apoyo de Aztahua y Xicoténcatl para juntos, con un poderoso ejército, en dos semanas tomar Texcoco y vencer al usurpador Yancuiltzin, aliado de Maxtla. El medio hermano del “Coyote” huyó de Texcoco para salvar la vida. Maxtla estalló en furia al enterarse de su fracaso: una vez más, Nezahualcóyotl se había escapado de la muerte, y era un hecho que avanzaría hacia Azcapotzalco para vengar la muerte de su padre Ixtlilxóchitl.
Nezahualcóyotl recibió un mensaje de Tlacaélel, el “Mujer Serpiente”. Lo invitó a unirse a la causa con los tlatoanis Itzcóatl y Cuauhtlatoa, para juntos enfrentar al usurpador Maxtla.
Nezahualcóyotl corrió al llamado de Tlacaélel y quedó de encontrarse con su tío Itzcóatl y Cuauhtlatoa en Tlatelolco. Antes de esto, El “Coyote” rompió con Iztlacauhtzin, su capitán general, quien lo había apoyado en la toma de Texcoco, pero se rehusaba a apoyar a los mexicas caídos. Dejando para después semejante desacato, partió al encuentro acordado en Tlatelolco.
Nezahualcóyotl abrazó efusivamente a los tlatoque Itzcóatl y Cuauhtlatoa. El anhelado encuentro se dio en el muelle noreste de la isla de Tlatelolco. El ejército acolhua (Texcoco), reforzado con tlaxcaltecas y huexotzincas, desembarcó exitosamente en Tlatelolco, la isla de los pochtecas. Todos siguieron al “Coyote Hambriento” y estaban dispuestos a todo para enfrentar a las invencibles huestes de Maxtla.
Por el contrario, los ejércitos de Maxtla cercaron el noroeste del lago sobre islotes e improvisados albarradones llenos de feroces tepanecas, dispuestos a dar sus vidas por vencer a los isleños de Tenochtitlán. Lo más fuerte de los ejércitos tepanecas se concentró en Azcapotzalco, en caso de un sorpresivo avance de la “Alianza de México”(Tenochtitlán, Tlatelolco y Texcoco).
Tlacaélel organizó tres batallones de ataque. El primero era comandado por Nezahualcóyotl y la mitad de los huexotzincas, dirigidos por Xayacamachan y las fuerzas tlaxcaltecas de Aztahua y Xicoténcatl. El “Coyote Hambriento” atacaría por tierra; entraría por el cerro de Quauhtépetl (Sierra de Guadalupe), para de ahí llegar a Azcapotzalco por el noreste. El escuadrón de Itzcóatl era acompañado por la otra mitad de los huexotzincas comandados por Tamayahuatzin, con el objetivo de llegar por la calzada de Tlacopan a la capital tepaneca. Por último, el tercer batallón era dirigido por Moctezuma Ilhuicamina y Cuauhtlatoa, para juntos entrar por tierra y en cientos de acalis (canoas) por el infranqueable muelle de Azcapotzalco.
La resistencia de los tepanecas ante tan poderoso ataque se reflejó en el repliegue hacia el mismo Azcapotzalco. Los poderosos ejércitos de Maxtla aguantaron en feroces batallas durante ciento quince días, donde a veces no ocurría nada que no fuera un leve avance o retrocesos de ambos contendientes, hasta que la “Alianza de México” comenzó a marcar la diferencia y los echó en desesperada huida de las orillas del lago hacia su ciudad, el último bastión donde los tepanecas entregarían la vida.
Los ejércitos de Nezahualcóyotl e Itzcóatl penetraron dentro la sagrada ciudad: una matanza sin precedente en la historia de los altépetl (señoríos) del Anáhuac.
Las huestes del “Coyote Hambriento” despedazaron con sus macuahuitles a los habitantes más acaudalados de la capital tepaneca. Ríos de sangre corrían dentro de las fastuosas y elegantes casas de la gente que gobernó y explotó por décadas a los mexicas y tlatelolcas. Las mujeres fueron violadas múltiples veces por la soldadesca hasta caer muertas por el abuso o un cuchillo de obsidiana que cortaba su agonía. Las elegantes mansiones fueron saqueadas y luego incendiadas por esta turba incontrolable que cobraba con sangre los castigos y ofensas sufridas por años.
Nezahualcóyotl finalmente dio con el escondite de Maxtla en un pequeño baño en los jardines de su palacio. Maxtla se vio descubierto por Cuamatzi, y, sin otra alternativa, salió del pequeño cuarto a enfrentar al feroz tlatelolca con cuchillo en mano. Cuamatzi venía de vencer a varios tepanecas en su camino y enfrentar a uno más, débil y torpe como el cobarde usurpador, fue cosa sencilla. Maxtla, después de abalanzarse torpemente, fue impactado brutalmente con la rodilla en el rostro. Cayó fulminado por el impacto.
El rey de Azcapotzalco, máximo líder de los tepanecas, yacía en el suelo con el pie de Cuamatzi en su espalda. Nezahualcóyotl llegó al sitio y felicitó con un abrazo a Cuamatzi por tan tremenda captura. Ordenó a tres de sus hombres que condujeran a Maxtla a la plaza principal, donde minutos más tarde, ante el terror, asombro y admiración de las huestes triunfantes y el sometido pueblo, el “Coyote Hambriento” abrió violentamente el pecho del hijo de Tezozómoc para arrancarle el corazón y gritar a todos que, con esto, Azcapotzalco pagaba el atroz crimen de su padre.
Los sobrevivientes del pueblo lloraban, otros murmuraban, otros gritaban vivas a los nuevos dueños del caído imperio tepaneca. El “Coyote Hambriento” pasó el resbaloso corazón a sus compañeros de batalla. Cuamatzi lo apretó con furia y se salpicó de sangre sin querer. Itzcóatl, ante la sorpresa de todos, dio una mordida a la macabra víscera, mientras que Ilhuicamina, asqueado, la aventó hacia la plebe, ante un sonoro “¡ah!” de terror.
En 1473, cuarenta y cinco años después de la caída de Azcapotzalco en 1428, el tlatoani mexica Axayácatl, conquistaría la vecina Tlatelolco, para formar la poderosa y temida Triple Alianza (Azcapotzalco, Tenochtitlan y Texcoco). Cuarenta y cinco años después, en 1519, con Moctezuma II al frente, afrontaría a los conquistadores españoles para vivir su triste final.
Autor de las novelas de Ediciones B: México en Llamas; México Desgarrado; México Cristero; Tiaztlán, el Fin del Imperio Azteca; Ayatli, la rebelión chichimeca; Santa Anna y el México Perdido; Juárez ante la iglesia y el imperio y Kuntur, el Inca de Lectorum