Lucernario es un lugar creado para compartir luz y que reúne a las personas en torno a momentos, sueños y vivencias especiales; pero también, es el hogar de una de las obras del artista plástico cubano Waldo Saavedra, quien plasmó en un mural de 16 metros de longitud sus recuerdos de la infancia, sus viajes y su relación con México, país que se ha regodeado con su aporte artístico desde finales de los ochenta.
El mural una obra de se extiende del zueco de una de las paredes del salón principal al techo. Adorna el espacio con una compilación de elementos que representan la idealización de un viaje fantástico.
“La gente acostumbra a hacer disertaciones: qué quiso decir, qué quiso hacer o exponer; pero yo prefiero tocarle el botón rojo a las personas, si es que lo tiene, ese botón de la imaginería y que empiecen a correr”, dice el artista.
Para la concepción de esta obra, Saavedra se inspiró en dos cosas que posteriormente conjuntó y plasmó en el muro: los relatos antiguos de la ciudad de Aguascalientes de finales del siglo XIX, los cuales lo introdujeron en aquellos años en los que la urbe era reconocida por su tradición ferroviaria, y la realidad viajera de su niñez en Cuba.
“Lo pensé así, como un compendio de elementos, de cosas. El mural es un poco ecléctico en sí, no solamente hay pintura al óleo, hay muchos otros objetos. Se me ocurrió hacer una especie de andén donde uno pone el equipaje y está a la espera del tren, el resto es ese viaje que vas idealizando. Lo que hice fue regalarle mis reminiscencias, mis recuerdos de esos viajes de niño”, explica.
La pintura cuenta con una serie de elementos que caracterizan a la entidad hidrocálida, como un ferrocarril; además de aquellos que representan los viajes de Waldo y su estrecha relación con México: maletas, ropa, una camisa del creador (la cual adquirió para su primera exposición en territorio mexicano en enero de 1990) y una colonia de mariposas monarcas que emerge de la chimenea de la locomotora con dirección al cielo de Aguascalientes.
En la obra, el artista cubano dedica un espacio al famoso dibujante y grabador aguascalentense José Guadalupe Posada, nombre del primer premio que recibió en la república mexicana a principios de los años noventa.
Respecto al uso prioritario de tonalidades naranjas y azules, el autor comenta que empleó esos colores debido a que cuando era niño le gustaba contemplar el cielo, sobre todo los atardeceres.
“Aguascalientes es un pedazo más de este país que admiro y que me ha recibido de brazos y piernas abiertas, lo digo en el sentido más metafórico del amor. Las ciudades las hacen los hombres, los verdaderos edificios de las ciudades son los hombres”.
Al sentirse apegado a la cultura mexicana, Waldo Saavedra adoptó a México como su segundo hogar. Es un habilidoso de la expresión artística en distintas disciplinas. Considerado como hiperrealista o realista mágico, en sus trabajos busca romper con la dogmática de las corrientes y técnicas que encasillan al arte, para dar brecha abierta a cualquier tipo de manifestación visual en función del valor estético.