Por: Xicoténcatl Morales Hurtado. Consultor senior en Direktia
La descripción de un ambiente tóxico siempre es un primer paso para tratar de entender sus causas y establecer estrategias que nos ayuden a prevenir sus lamentables efectos. Para combatirlo siempre pensamos en algún plan de intervención para mejorar las relaciones entre colegas, e incluso tratar personalmente algún conflicto que afecte la relación entre varios miembros de un equipo.
Pero, ¿qué pasa cuando este tipo de atmósferas es promovido desde “arriba”, es decir, desde la alta gerencia o mandos con autoridad suficiente para enrarecer la cultura de la empresa? No hay una respuesta fácil a esta interrogante, pero trataremos de mostrar los rasgos que pueden estar contribuyendo a que la gerencia tóxica afecte su rendimiento.
Antes de iniciar: una aclaración pertinente
Muchas empresas que con frecuencia presentan un esquema de gerencia tóxica ni siquiera son capaces de aceptar que esta realidad está conduciendo sus procesos por senderos que parecen erróneos o absurdos.
Las empresas con gerencia tóxica suelen llegar a un lugar que no pueden elegir por la ceguera organizacional e indiferencia de sus líderes. Así que, si vamos a tratar el asunto en forma seria, lo primero que debemos cuestionarnos es si la actitud de los encargados de timonear una gran firma o un pequeño negocio está plantada en un visión sana y estable (o bien incoherente y errática).
El caso dos siempre presentará muchas señales fuertes que debemos atender antes siquiera de tratar de intervenir en la solución de la gerencia tóxica. Estas señales tienen que ver con el estado dividido de la organización, la frustración de las voluntades que no saben y no quieren ponerse de acuerdo para resolver sus diferencias y, sobre todo, la presencia de argumentos que terminan por llevar los proyectos y tareas hacia terrenos conflictivos y de negociación ríspida.
Cinco rasgos inconfundibles de la gerencia tóxica
Dicho esto, entendamos los siguientes rasgos inconfundibles de la gerencia tóxica.
- La influencia es negativa. Cuando un líder que se ha instalado en un esquema de gerencia tóxica habla o interfiere en el desarrollo de un proyecto siempre será para destacar los “imposibles”. Suele hablar de lo difícil que será conseguir la meta e incluso sugiere que tratar de lograrla puede crear otros problemas. Su influencia es determinante, pero negativa, haciendo que el desánimo se apodere pronto de la energía de los equipos de trabajo.
- Ideas equivocadas sobre la empresa. Los gerentes tóxicos siempre tienen una idea errada de su empresa y de su cargo. Creen que la comisión laboral que desempeñan es suya (patrimonialismo), que su trabajo rector es dar lecciones “morales” a otros que no han estado ahí desde su inicio (paternalismo), pero al mismo tiempo hacen muy poco —o nada— para que los objetivos se logren (parálisis). En muchos casos, la verticalidad y el dogmatismo de la empresa agudiza este tipo de comportamientos.
- Delegación de tareas abrumadoras. La gerencia tóxica es por excelencia una gerencia unilateral, poco abierta al cambio y la retroalimentación. De ahí que sus líderes actúen como verdaderos capataces que están ahí para hacer que las labores resulten más pesadas de lo que ya son. Crear cargas sin descansos, prohibir la ausencia de un colaborador so pena de ser despedido o infundir temor para “motivar” el término de una faena son siempre tácticas presentes en este tipo de ambientes.
- Desconexión de propósitos. Para un gerente tóxico las personas son fusibles humanos o bien partes reemplazables de una maquinaria que pueden ser sustituidas en cualquier momento. La poca preocupación que presentan estos ambientes por vincular los conocimientos, las habilidades y las competencias de sus colaboradores con sus tareas es muy evidente. Casi siempre la rutina, el tedio y la monotonía llevan la pauta de la productividad, haciendo que las personas se sientan alienadas y desvinculadas de sus perfiles y propósitos.
- Trastornos laborales. Como resultado de todo lo anterior, las personas que han estado sumergidas en un esquema de gerencia tóxica tienen poca fuerza e interés en hacer aportaciones a la empresa. Su jornada les deja extenuadas y agotadas como para querer saber más de la organización una vez que registran su salida. La irritación permanente, el hastío o apatía en las reuniones de trabajo o la clara aversión hacia la participación activa son sólo la punta del iceberg de la saturación y el desgano que ha generado su trabajo en su propio carácter.
Para terminar, un buen ejercicio en tu empresa sería revisar, a través de una encuesta de clima laboral o un cuestionario de satisfacción del cliente interno, cómo se experimentan estos factores.
Los resultados pueden arrojar datos muy valiosos para combatir la gerencia tóxica y analizar de forma profunda los cambios que se necesitan hacer para transformar este desolador panorama.