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Movilidad social, reto para un país en igualdad de condiciones

movilidad social

De acuerdo con el Informe de Movilidad Social en México del Centro de Estudios Espinoza Yglesias (CEEY), si ordenamos el nivel socioeconómico de México en 100 escalones, una persona que nació en el escalón 25, ¿a qué escalón podría llegar en la adultez, según la entidad en donde creció?

En el caso de Nuevo León, la persona podría acceder al escalón 46/100; pudiera descender al 21/100 en el caso de Chiapas. El informe ubica a Aguascalientes con una posibilidad de ascenso de hasta el 40/100.

En términos generales, pensamos que una buena sociedad es la que ofrece oportunidades de desarrollo y prosperidad para todos sus integrantes: una sociedad en la que el peso de la herencia tenga una influencia mínima en la movilidad social; donde exista una distribución equitativa de la riqueza, del acceso a servicios de salud y educación, así como de empleos dignos.

En esta sociedad, las brechas de todo tipo estarían reducidas a su mínima expresión. Todos tendríamos la posibilidad de alcanzar nuestras metas y ver nuestras aspiraciones convertidas en realidades tangibles.

No obstante, existen factores que condicionan estas aspiraciones; la aporofobia es uno de ellos. Este término construido por la bioeticista española Adela Cortina a mediados de los años noventa, hace referencia al “rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia no puede devolver nada a cambio”.

El género también influye en la movilidad

Por otro lado, muchas mujeres tienen muy escasas posibilidades de ascender. El trabajo doméstico no remunerado equivale al 27.6% del PIB nacional (INEGI 2021). Las mujeres sostienen el 75% del cuidado no remunerado en México (CEEY 2022); dedican 43 horas semanales, en promedio, a tareas del hogar y cuidado no remunerado —esto es 2.3 veces más que los hombres (México Cómo Vamos 2021)—.

Muchas mujeres no tienen la oportunidad de elegir entre quedarse en el hogar o salir a trabajar. Aunque quisieran encontrar un empleo para mejorar sus ingresos, se tienen que dedicar a cuidar a sus familiares. No suelen tener acceso a servicios de cuidados por falta de recursos y de programas públicos accesibles que les permitan mejorar sus condiciones de vida.

Los autores indican que el análisis y la investigación en movilidad social no dejan de estar sujetos a diversos sesgos y tendencias como cualquier otro campo de estudio.

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El uso de diferentes parámetros en las mediciones de movilidad puede afectar los resultados tanto en la relación entre movilidad y desigualdad como en las tasas de movilidad, lo que incide, por dar un ejemplo, en la estimación del número de generaciones necesarias para que una persona nacida en el seno de una familia de ingresos bajos alcance el ingreso medio.

Retos en la democracia económica

En América Latina, 10% de las personas con ingresos superiores capturan el 55% de la renta nacional (en comparación con el 36% en Europa). Las clases medias, representadas por quienes obtienen una renta intermedia, suman el 40%, pero obtienen ingresos por más del 40% en Europa —y menos del 35% en Latinoamérica—.

50% de la población ocupada obtiene hasta el 20% en Europa y solo 10% en América Latina. Esto representa un castigo importante para sus aspiraciones en materia de justicia y movilidad. En cambio, es necesario considerar que sí representan el 50% en las urnas.

En el caso mexicano, se ha encontrado que el componente más importante de esta dotación inicial es la riqueza de los padres —medida a partir de ciertos bienes disponibles en el hogar de origen a los 14 años (Monroy et al. 2021)—.

Esta intuición es bastante clara: alguien que viva en un hogar con agua potable, refrigerador y automóvil particular tendrá, por lo menos, un par de preocupaciones menos qué resolver antes de ir a la escuela.

Por otro lado, las mujeres que, dado su contexto específico, requieren percibir ingresos, y que aun así se ven obligadas a realizar trabajo de cuidados, tienden a insertarse en el mercado laboral de forma precaria o en la informalidad.

Las responsabilidades que se les atañen limitan sus posibilidades de elección, lo cual ingiere sobre sus remuneraciones y en el acceso a la seguridad social. Con ello, se afectan las posibilidades de movilidad social tanto individual como las de su descendencia.

Lo anterior se evidencia aún más en las niñas. Ante la falta de redes de apoyo o recursos para adquirir trabajo de cuidados remunerado, siguiendo el rol de género que la sociedad les asigna, las niñas suelen verse obligadas a realizar estas actividades. A partir de ello, se frenan sus capacidades para explotar y beneficiarse de su capital humano, al delegarles responsabilidades que no les corresponden.

Aún si no se les delegan actividades, su movilidad social se ve obstaculizada por la falta de oportunidades mencionadas anteriormente. El CEEY (2019) calcula que dos terceras partes de las hijas de madres dedicadas al trabajo de cuidados experimentan persistencia como amas de casa.

Hacia la Agenda 2030

Se facilita la movilidad social en aquellos estados y ciudades en donde la pobreza extrema y moderada son minoría, pues se encuentran mejores estrategias de sobrevivencia y empleo.

La movilidad social es uno de los indicadores clave del desarrollo de una sociedad. Además de medir la facilidad con la que una persona puede progresar, nos muestra si las oportunidades de avanzar están bien distribuidas; también si el talento y el esfuerzo son recompensados como se debe.

La Agenda 2030 la ha establecido como un objetivo central de la política pública. En los países con mayor desarrollo sostenible la movilidad social se ubica firmemente dentro de los temas prioritarios del discurso gubernamental.

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