La Hacienda San Nicolás de Quixas, ubicada en la comunidad de El Nigromante, en Pinos, Zacatecas, tuvo un pasado muy próspero. El primer antecedente data del siglo XVII, siendo su primer dueño Don Pedro Fernández de Quixas Escalante y Boroto; sin embargo, fue su nieto Nicolás de Quixas Escalante y Flores de Bustos, quien concluyó la construcción de la Casa Grande en 1697.
Los descendientes de esta familia se mantuvieron ahí durante 152 años. La hacienda obtuvo su nombre por dos razones: en honor a su fundador y por el patrono religioso de la población, San Nicolás, de la orden de los agustinos, ermitaño y abogado de las almas del purgatorio. Incluso la fiesta patronal se hace en honor a este santo aun en el presente.
De origen noble y pasado tumultuoso
En sus tiempos, la familia Quixas Escalante era reconocida por su abolengo. La estirpe contaba con un escudo otorgado por el monarca español durante la época colonial. Inicialmente fue colocado a la entrada de la casa, pero con el tiempo y debido al maltrato del clima, se trasladó al interior de la Casa Grande.
Éste cuenta con una amplia variedad de figuras, implementadas pensando en los integrantes de la familia. Tiene la estructura de cuartelado en cruz, dentro del cual encontramos figuras como un barco que representa la reconquista de Sevilla encabezada por el rey Fernando III de Castilla, un castillo de tres torres, un árbol de color verde que simboliza al consejo de Laredo, sus fueros y libertades, además de un lobo, flores, un yelmo, entre otros símbolos.
Después de 279 años de ser una hacienda se convirtió en un ejido debido a que los peones se revelaron y solicitaron tierras para sembrar, potreros y agua para pastorear a sus animales domésticos. El ejido no sólo dio bienes materiales, sino que trajo consigo la educación para capacitar como empleados de servicios o como obreros a los beneficiarios de las tierras. El objetivo de los agraristas era emancipar al campesino por medio de la educación. Además de que servía para legitimar el «nuevo estado» surgido durante la Revolución Mexicana.
Así, los peones se convirtieron en ejidatarios, lograron trabajar en su parcela o buscar otros empleos, además de la libertad laboral con la que contaban al no estar bajo las órdenes del terrateniente. Cabe destacar que la solicitud para convertir oficialmente a la hacienda en un ejido se hizo posible durante el período de gobierno de Plutarco Elías Calles entre 1926 y 1635, donde pasó a nombrarse “El Nigromante”.
Una mirada a través del tiempo
Hoy en día sólo se puede encontrar una casa en ruinas al lado de una capilla que perteneció a la familia Quixas, para posteriormente pertenecer a los García de Roxas. La comunidad se encuentra a 26 kilómetros de la cabecera municipal de Pinos y limita al norte con la comunidad de El Remanente, el ejido de El Obraje, Presa Nueva, La Laborcilla y con la comunidad de Jaltomate. Se puede acceder a ella por una carretera sin peajes, desde la capital zacatecana. Para entrar se debe pasar por un tramo sin pavimentación.
Cuenta con una población de aproximadamente 3100 habitantes, su clima es semiseco con lluvias en verano. Su flora está conformada principalmente por pirules, nopales, magueyes, garabatillos, mezquites, palmas, huizaches, encinos y cedros. Sus recursos naturales son la tuna, el nopal, el maguey, la arena, la cantera y la piedra. La fauna se constituye de coyotes, zorrillos, liebres, lagartijas, conejos, ratas de campo, ranas, tortugas, burros, vacas, caballos, cerdos, cabras, algunas aves silvestres y de corral, entre otros. Sus actividades económicas fundamentales son la agricultura y la ganadería.
Colorido jolgorio
La hacienda cuenta con un repertorio cultural dentro del cual podemos encontrar leyendas o bailes, como “El baile de El coyote de San Nicolás”. La historia de éste se remonta a la preocupación más grande que tenían los pastores: las bajas que provocaban estos animales, ya que los terratenientes cobraba al pastor la pérdida del ganado. Por esto, cuando un coyote caía en alguna de las trampas, quien lo atrapaba solía bailar y cantar por las calles de San Nicolás y la gente lo recompensaba con frijol, dinero, maíz, gallinas o huevo.
Otro ejemplo es el baile de “El Huizachal”. Ésta era la fiesta más típica en el ejido, todos vestían coloridas y elegantes vestimentas, inspiradas en la flor del huizache y color de las tunas. Se festejaba durante la noche, alegrada por los coros y las murgas, bailando jornadas hasta que la luna se metía, entonces se daba por concluida la boda o tornaboda.
Por la parte de las leyendas, aún suena en la comunidad de El Nigromante la popular Leyenda del Chiquihuitillo. Cuenta que hace mucho tiempo existió una tribu de indígenas que luchaba y asaltaba las carretas que pasaban por la región. Todo el oro y plata que se juntaba la escondían en una cueva para mantenerlo a salvo.
Para su desgracia, el grupo se fue extinguiendo hasta que sólo quedaba el jefe en pie, cuidando arduamente el tesoro. Eventualmente sus fuerzas empezaron a mermar, moriría y se vería obligado a dejarlo solo, así que lanzó un hechizo. Nadie podría entrar a la cueva sin hacer un sacrificio antes, entonces cualquiera que lograra entrar, tendría que llevarse todo o nada. De no ser así, aquella persona se quedaría atrapada para siempre en la cueva. Las generaciones más viejas de la comunidad actual, si se les pregunta, todavía cuentan historias de personas que planearon entrar por el tesoro y perecieron en el intento.