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Mujeres y educación STEM: ¿cómo aprovechar más y mejor su potencial?

De unos años a la fecha, el discurso de género se ha convertido en tema de actualidad relevante pero también en una bandera ideológica que frecuentemente incurre en un exceso de politización y que, en muchas ocasiones, genera confusiones graves.

Una de ellas es que impide elaborar una perspectiva correcta mediante la cual podría aprovecharse más el enorme potencial que las mujeres tienen para cualquier actividad, en especial en el desarrollo de trayectorias educativas y profesionales exitosas. Por ello, conviene entender de manera más fina cómo pueden mejorar las probabilidades.

Empecemos por el final: ¿por qué, en la medida en que van progresando en su itinerario laboral, la proporción de mujeres suele reducirse en posiciones técnicas o en papeles relacionados con el enfoque STEM (es decir, aquellas que se han especializado en carreras orientadas a la ciencia, la tecnología, las ingenierías y las matemáticas)? Esta distorsión no solo desequilibra la balanza de género, sino que la economía y las industrias pierden un talento que, de otra forma, agregaría un enorme valor productivo.

Por ejemplo, varios estudios de McKinsey, la consultora global, han revelado que las mujeres en puestos técnicos tienen menos probabilidades que los hombres de ascender al principio de sus carreras. De hecho, muchas están abandonando su actividad, razón por la cual empresas de todos los sectores buscan aumentar el número de mujeres que trabajan en los campos de las ingenierías, la gestión de productos y otros de rápido crecimiento. Los números son ilustrativos: solo 86 mujeres son promovidas a gerentes por cada 100 hombres en el mismo nivel, pero la brecha se amplía si se trata de funciones técnicas, donde solo 52 mujeres son ascendidas a ese nivel por cada 100 hombres. Además, esto parece ser un serio error de cálculo financiero; la investigación de McKinsey ha demostrado que las empresas con mayor diversidad de género tienen un 48% más probabilidades de superar a las empresas con menor diversidad de género. Desde el punto de vista educativo la pregunta es porqué.

La primera cuestión es la necesidad, desde la educación básica, de romper la estructura de silos rígidos que prevalece entre los distintos niveles educativos y de pensar en un sentido prospectivo, articulado y de mediano plazo, dentro del cual se integre de manera muy natural el enfoque STEM a lo largo de toda la trayectoria de las niñas y en varias pistas. Por ejemplo, hoy tenemos 13.5 millones de niños/as en primaria; de estos, los que ingresaron al primer año en el ciclo escolar 2022-23 llegarán a la universidad en 2034 y entrarán al mercado laboral unos cinco años después; para entonces habrán transcurrido unos 17 años desde ahora. Como el mundo de la economía y el conocimiento se habrá multiplicado varias veces y será de alta complejidad, la preparación que se adquiera en la educación formal determinará las posibilidades de una inserción eficiente en la economía.

En consecuencia, las políticas educativas deben inocular el enfoque STEM de manera transversal no para el año que viene sino para la generación que viene. Est también debe formar parte central de planes, programas, recursos didácticos y materiales digitales, debidamente secuenciados, en todos los espacios y procesos de aprendizaje formal e informal a lo largo de los ciclos escolares.

El segundo aspecto es que, si todo va bien, esos niños y niñas llegarán a una educación superior que va a ser más incluyente y también más competida. Por ejemplo, en Iberoamérica la tasa de matrícula es de 52% con casi 33 millones de estudiantes. De ese universo, el 55% ya son mujeres, aunque en el caso de México esa proporción es menor: 46%. La pregunta obvia es porqué, en comparación, en lugares como Argentina o República Dominicana oscila entre el 61% y el 63%. Aquí hay una brecha cuyos orígenes es indispensable explorar.

Otra tiene que ver con el hecho de que, no obstante esas proporciones, la participación de las mujeres en carreras STEM o de carácter técnico suele disminuir conforme pasan de un nivel educativo a otro. En varios países desarrollados, la participación de mujeres en la educación superior es más alta en general, pero específicamente en el universo STEM representan sólo el 35% de quienes cursan estudios profesionales en el mundo y 31% en la zona OCDE. Por tanto, si esta proporción es relativamente baja, lógicamente se refleja en su participación en la fuerza laboral. En países como EUA supone solamente el 28% de la fuerza laboral que se ubica en los rubros STEM; en los países emergentes es todavía menor.

¿Qué explica esta otra brecha? Primero, desde luego, los estereotipos sociales y culturales, la falta de un enfoque educativo que las incluya en actividades de producción científica, los roles de género tradicionales desde el seno familiar, entre otras cosas. Pero también es cierto que las políticas educativas no proveen un acompañamiento, una tutoría efectiva y temprana, un hilo conductor en las áreas STEM con perspectiva de género que corra desde la educación básica hasta la superior de manera que ese tránsito fuera más coherente y se expresara en una mejor composición STEM, más equilibrada, en el mercado laboral.

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En México, este sesgo se observa muy claramente en las cifras de desempleo desagregadas por nivel de instrucción. En las encuestas del INEGI del segundo trimestre de 2022, la distribución porcentual de desempleados con educación superior es de 30% para el caso de los hombres y casi 37% en las mujeres. Lo más probable es que, acotando por rubros STEM, el desbalance sea todavía mayor.

¿Cómo corregir estas distorsiones? Como todo proceso educativo, este es un objetivo multifactorial, pero lo más urgente es comprender que hay una radical revolución del conocimiento que se verá reflejada dentro de una o dos décadas. Esto constituye un incentivo para que la educación STEM forme parte constitutiva de todo programa desde la educación inicial. La segunda prioridad es producir un verdadero rediseño en la arquitectura curricular de las instituciones formadoras de docentes. Hasta ahora, con la excepción de matemáticas, casi no se encuentra en la malla curricular de las escuelas normales riqueza, variedad y enfoque en disciplinas relacionadas con la ciencia, la tecnología o la ingeniería (o bien es muy limitada).

La tercera urgencia es que los actuales planes y programas de estudio deben recoger e incorporar las mejores prácticas en el mundo, que faciliten una introducción más organizada, más creativa y más robusta de disciplinas STEM. Como dijo una vez el presidente Barack Obama: la ciencia es más que una materia escolar o aprender la tabla periódica, “es una aproximación al mundo, una manera fundamental para entender y explorar e interactuar con el mundo, y luego tener la capacidad de cambiar ese mundo”.

En cuarto lugar, requerimos un mecanismo de monitoreo mucho más fino y oportuno para saber dónde, cuándo y cómo cambian las habilidades, destrezas y competencias de las niñas/os STEM a lo largo de toda su trayectoria escolar, a fin de realizar correcciones a tiempo y asegurarles mejores instrumentos en su vida tanto laboral como profesional.

Mientras las autoridades educativas, los padres de familia, los medios de comunicación, los empresarios, las organizaciones civiles y, en general, la sociedad no entienda esta dinámica, los países seguirán perdiendo un capital humano de extraordinario valor. Como dijo algún clásico: no es la ideología ni la política, es la educación innovadora, pertinente y de calidad.

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