El psicólogo y maestro en Investigación en Psicología, Israel García, es profesor y asesor de la Universidad Panamericana campus Aguascalientes, nos comparte un viaje histórico de los seres humanos por la necesidad del juego, así como su postura profesional actual sobre la evolución de los mismos dentro de la psique humana.
Como parte de su formación profesional, Israel García se ha dedicado a la investigación colaborando en proyectos referentes a Escenarios Educativos y Desarrollo del Self, así como en el área de la Salud Mental y Esquizofrenia. Dentro del área clínica, también ha colaborado como coordinador y terapeuta en el Centro de Psicoterapia Infantil “Cielo Claro” de la Secretaría de Salud del Estado y como terapeuta en la Ciudad de los Niños A.C.
Como docente he impartido cátedra en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, la Universidad Tecnológica y en la Universidad de las Américas, participando en la revisión de planes de estudio de licenciatura y maestría. Actualmente es alumno del Doctorado en Psicología por parte de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Una cosa que nos caracteriza como seres humanos es la enorme necesidad que tenemos de jugar. Esta cualidad surge desde nuestra infancia temprana en donde nos entreteníamos jugando con sonajas, aventando peluches, agitando juguetes y repitiendo estas acciones a manera de juego. Actos tan sencillos, pero al mismo tiempo tan importantes para el desarrollo psicológico que nos sirvieron de base para conocer las propiedades de las cosas, comprender relaciones espaciales, descubrir relaciones de causalidad, aprender medios nuevos y concebir un mundo físico fuera de nosotros (Piaget, 1937/1985).
Luego pasamos a darle vida a las barbies en una fiesta de té, tener aventuras épicas con figuras de acción, darles vida a nuestros juguetes, hacer como si fuéramos astronautas, bomberos, mamás, maestras, etc. El mundo lo transformamos a través del juego simbólico y esto nos ayudó a interiorizar las reglas sociales de nuestra cultura, apropiarnos de ellas y transferirlas a contextos distintos y mágicos (Palacios, et al., 2016; Rodríguez & Moro, 2002). Conforme fuimos creciendo, nuestro juego simbólico decrementaba y comenzábamos a preferir los juegos con reglas, la trais, las escondidas, el futbol, el basquetbol y muchos otros.
La competitividad, el esforzarnos para no perder, aceptar la derrota, las interacciones con los demás, respetar las reglas e infinidad de consecuencias que se desprendieron de aquellas divertidas actividades aún, hoy en día, siguen teniendo un gran efecto en nuestra persona. Sin embargo, a pesar de ya no jugar como lo hiciéramos de pequeños, lo seguimos llevando a cabo a través de múltiples maneras, de la cuales nos centraremos en una en particular, una que puede englobar todas esas formas de juego que hemos venido haciendo desde pequeños: los juegos de mesa.
Juegos de mesa
Un juego de mesa lo podríamos conceptualizar como una situación en la que los participantes deben alcanzar una meta u objetivo en particular a través del uso de diversos materiales tales como tableros, fichas, dados, cartas, etc. Teniendo esta combinación de elementos una dinámica disfrutable para los jugadores (García & Torrijos, 2002). Como señala Nguyen (2019), la esencia principal de dicha situación recae en la mecánica o las reglas pues estas son las que hacen al juego ser el juego, la creatividad de los jugadores para alcanzar el objetivo se enmarcará en los mismos límites que el juego disponga.
Por otro lado, necesariamente los juegos deben ser divertidos, las personas que los juegan disfrutan del juego y se entretienen con él, aprenden y siguen las reglas y eso es divertido, transformando la situación del juego en una actividad estrictamente lúdica. Ahora bien, ¿por qué afirmar que esta situación abonaría a nuestro desarrollo integral? Más allá de los grandes beneficios que otorga el aprendizaje de cosas nuevas y la satisfacción del juego per se, haré un listado de las distintas cualidades que podemos desarrollar jugando juegos de mesa dando ejemplos de diversos juegos que van más allá de los clásicos conocidos por todos (ajedrez, parchís/no te enojes, memorama, lotería, damas, póker, etc.).
Importancia en el desarrollo integral
1. Regulación emocional, control de impulsos y tolerancia a la frustración.
La regulación emocional es una de las habilidades básicas de nuestra llamada inteligencia emocional. Saber cómo expresar nuestras emociones con base a las reglas de nuestro contexto, el manejar nuestro enojo, miedo o alegría, es parte clave para la interacción con nosotros mismos y con los demás. La situación que ofrece un juego de mesa dispone de muchas oportunidades para trabajar estas habilidades, siendo las más comunes aquellas que se derivan de la frustración, ya que, mientras jugamos nos enfrentaremos muchas veces a situaciones que no formaban parte de nuestros planes.
El frustrarnos o, mejor dicho, aprender a frustrarnos de una manera adecuada puede permitirnos una mayor pericia para buscar mejores alternativas e incidir directamente en nuestro esfuerzo y continuar con la actividad sin abandonarla. Además, jugar un juego de mesa requiere de un control de impulsos, que implica el no saltarse turnos, mantener en secreto tu jugada, saber arriesgarse cuando es necesario y muchas otras situaciones que requieren de nuestra autorregulación. Estas grandes ventajas de los juegos de mesa incluso han tratado de llevarse al terreno terapéutico para trabajar con personas con déficit de atención e hiperactividad y el control de impulsos (Estrada-Plana, et. al., 2019).
2. Resolución de problemas, flexibilidad cognitiva y planeación.
Estas habilidades cognitivas son un conjunto de cualidades que nos ayudan a procesar información, buscar alternativas, tomar decisiones y encontrar soluciones. Estas destrezas se ponen en ejecución cuando afrontamos retos escolares, laborales y cotidianos, ayudándonos a distinguir los problemas y sus posibles soluciones, programando el conjunto de pasos que requerimos para alcanzar nuestro objetivo y cambiando de estrategia si esta no funciona. En muchas ocasiones no somos muy conscientes de dichas habilidades, ya sea porque nos hemos convertido en expertos en nuestra área, porque las tareas que realizamos no tienen mucha exigencia o son tan habituales que las realizamos de manera automática.
Atendiendo a este punto, los juegos de mesa pueden ser vistos como un gran problema a resolver pues están diseñados bajo la orientación de alcanzar un objetivo en particular, siendo el camino muy distinto para cada jugador (Prensky, 2001). El jugar juegos de mesa desempolva estas habilidades pues las ponemos a prueba en situaciones novedosas y fuera de lo común, en un contexto lúdico y seguro.
3. Cognición social, interacción social y trabajo en equipo.
Nuestra capacidad cognitiva no se limita a resolver problemas abstractos o complejos, ya que también está orientada hacia la interacción que tenemos con los demás, nos ayuda a hacer inferencias de las personas, leer el contexto social en el que estamos, distinguir el sarcasmo, la broma, ser empáticos y adaptarnos a nuestro medio social.
Este elemento es imprescindible para el trabajo en equipo y situaciones de colaboración, en donde precisamos de interpretar y ajustarnos a lo que el otro quiere de mi y lo que yo quiero del otro. En este sentido, los juegos de mesa son un gran catalizador de dichas habilidades puesto que constantemente estamos descifrando a los demás jugadores, ya sea en un ambiente competitivo o de cooperación.
4. Creatividad e imaginación.
Todo proceso de resolución de problemas implica cierto grado de creatividad y junto con la imaginación, potencializan una gran cantidad de habilidades que nos ayudan a innovar y pensar fuera de la caja. Analizar un problema identificando sus variables, su estructura y las posibles soluciones son un reflejo de esta habilidad, haciendo el ejercicio de ir más allá del camino obvio. En el caso de los juegos de mesa, a pesar de ser un escenario estructurado y con reglas predefinidas, estas disponen las herramientas necesarias de las que harán uso los jugadores para llegar al camino de la manera más eficiente. Además, la gran mayoría de los juegos de mesa buscan ser coherentes con alguna temática en particular, representan conflictos o batallas históricas, simbolizan civilizaciones antiguas o futuristas, nos ubican en el espacio, bajo el agua o en una granja, haciendo volar nuestra imaginación.
5. Generación de vínculos.
Es un hecho que la interacción social física promueve un mejor establecimiento de vínculos entre las personas, el compartir un mismo espacio en donde existe contacto físico potencializa una mayor cercanía con las personas (Ortiz-Granja, et. al., 2019). Partiendo de esto, una característica importante que distingue a los juegos de mesa de otro tipo de entretenimiento es la posibilidad de jugarlos físicamente con materiales reales y con un otro enfrente. Una persona o personas a las que les hablo y me responden, que compartimos una misma actividad en un momento y lugar.
Por este motivo el simple hecho de sentarse enfrente de otro a jugar cualquier cosa puede acercarnos a ese otro. Los juegos de mesa ofrecen tiempo de calidad para aquellos que los juegan en familia y amigos y al existir una gran variedad, las diferencias de edad no son una barrera.
Finalmente, según el profesor, «todo puede abonar a nuestro desarrollo integral si lo enfocamos de la manera correcta. Los juegos de mesa, en este caso, aportan grandes beneficios que abarcan diversas áreas de la persona, pudiendo abonar al desarrollo afectivo, cognitivo y social. Además, al ser estos una herramienta lúdica son utilizados en contextos educativos, formativos, terapéuticos y empresariales. Sin embargo, es importante enfatizar el papel que tienen a nivel cotidiano, en nuestras casas, con nuestras familias y amigos. Si bien, los contextos y nuestras etapas de vida ya no nos hacen divertirnos ni jugar como pequeños, la necesidad de jugar queda latente en nosotros y los juegos de mesa son una excelente opción para volver a retomarlo».