Por: José Ángel García López, responsable de Capital Humano de Aceves Spirits
Empezamos a comprender la volatilidad de todo, la impermanencia de empresas, mercados o productos. Esa sensación extraña que nos indica que cualquier esfuerzo enfocado a perpetuar un modelo está intrínsecamente condenado a fracasar en la mayoría de los casos.
Esa percepción de vulnerabilidad de los negocios no es un concepto nuevo. Hace tres mil quinientos años los chinos ya reconocían en su libro clásico I Ching, que “lo único inmutable es el cambio”. Por lo tanto, lo que para muchos es una fórmula que parte de una ecuación del éxito no es sino un modelo carente de variabilidad.
El cambio es irrefutable y carece de control real. Esto nos coloca en la compleja tesitura de intentar gestionar una variable, que ya no es tal, sino un fijo dentro del concepto tan necesario del actual liderazgo líquido.
Este concepto moderno se lo debemos Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico de origen judío. Bauman dejó claro el papel de la sociedad líquida en los nuevos paradigmas sociales y empresariales de la sociedad contemporánea.
“La visión de la empresa como el espacio de definición del futuro, en la que el caos se transforma en orden, como fue entendida durante los principios de la modernidad, ya no es suficiente. Las metáforas actuales en torno al liderazgo y la organización, así como las acciones que ellas implican, ya no hablan de ingenierías, sino de culturas y redes, de bailar o surfear”, escribió Bauman en 2002.
Liderazgo en la sociedad líquida
Estamos hablando de un nuevo mundo, en el que la sociología aplicada a los negocios aporta una nueva realidad al estilo de un multiverso paralelo. En este, el liderazgo ya no es una figura estática o inmóvil de un hombre o mujer en constante aprendizaje, con un nítido control de la información y las situaciones, sino un líder líquido, que fluye en los entornos y la operación diaria.
Él o ella están armados con herramientas blandas, una resiliencia extrema, la empatía como bandera, junto con una capacidad de adaptación y de resolución de imprevistos (que haría las delicias del mejor Darwin en El origen de las especies).
El nuevo líder líquido es capaz de cartografiar las circunstancias, hacer un análisis estratégico en tiempo real y aplicar medidas correctoras a la velocidad del mejor procesador informático. Es una vida nueva, una epifanía del liderazgo líquido, que roza la mística emocional del descubrimiento de nuevas habilidades blandas, dentro de las organizaciones.
Es también un abandono de los pequeños cambios hacia un nuevo paradigma de la vida en el alambre. Este trapecio de emociones grupales exige del nuevo líder una capacidad única de negociación y de reingeniería conductual dentro de su organización.
Ya no es suficiente aplicar tácticas más o menos tradicionales, sino que hablamos del rompimiento con el tradicional management de Peter Drucker hacia la vía mucho más transgresora de los organigramas circulares (donde el cliente es el foco de toda nuestra actividad). Es lo que los jesuitas denominaban el liderazgo de servicio, y que, a día de hoy, cobra una nueva dimensión mística dentro de los equipos de alto rendimiento.
Tres pistas en el liderazgo líquido
Dejemos tres pequeñas pistas a modo de migas del delantal de Gretel, acompañada de su hermano Hansel, para comenzar a aterrizar el liderazgo líquido en nuestras organizaciones:
- Pasar de la lógica de una orquesta sinfónica a una banda de jazz en nuestros equipos multidisciplinares. George Friedman, ya nos anunciaba, en 2011, sobre la necesidad de los sistemas y la flexibilidad de la gestión. No se trata de rigidez, sino de adaptabilidad y fluidez, conceptos que debemos integrar en toda la cultura organizacional como un valor agregado.
- Empoderar a nuestros colaboradores, para generar una estructura sólida en capacidad operativa y resultados. Se deben plantar las semillas del liderazgo líquido en todos los jefes de área de las empresas, para que permeen ese modelo en todos los estamentos de las organizaciones —y como una metodología de trabajo y de pensamiento tanto creativo como resolutivo—.
- Evolucionar las organizaciones hacia un modelo de entornos colaborativos y no excluyentes. Si mantenemos a nuestros colaboradores dentro de un corsé jerárquico, estamos asesinando la creatividad de la que son capaces cuando les otorgamos la suficiente autonomía, capacidad de gestión y de decisión. Los entornos colaborativos fomentan el desarrollo de la responsabilidad y, por ende, la mejora en los resultados y los objetivos propuestos.
Hagamos realidad el nuevo mundo que nos ha tocado vivir. La volatilidad del todo nos impone como modelo la adaptabilidad del liderazgo líquido en los organigramas corporativos. Necesitamos líderes que sirven, líderes que resuelven, líderes que encabezan el cambio y, todo ello, antes de que la sociedad líquida nos devore.