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Las misteriosas hidrocatacumbas

Existen ciudades famosas en el mundo por estar construidas sobre las ruinas de las anteriores. París, por ejemplo, tiene una red de 300 kilómetros de túneles que, a pesar de estar aparentemente mapeados, muy pocos se atreven a explorar.

Las catacumbas de los monjes capuchinos son un verdadero pudridero al aire libre. Se estima que seis millones de personas fueron inhumadas ahí. Hay una excursión turística perfectamente controlada y custodiada, donde los turistas pueden ver las catacumbas y los túneles atiborrados de cráneos y esqueletos. Está estrictamente prohibido separarse del grupo, por correr el riesgo de perderse para siempre dentro de estos laberintos mortuorios.

Víctor Hugo, en Los Miserables, inmortalizó la azarosa huida de Jean Valjean por la red de alcantarillado, cargando con Mario, su herido yerno en hombros.

En México, antes de que existieran los panteones civiles, el pueblo tenía que enterrar a sus muertos en “tierra santa”; si no se podía dentro de la iglesia, ocupaban el atrio o los jardines alrededor. Con el paso de los años, las iglesias decidieron abrir un espacio especial dentro de sus límites, a fin de poder darles descanso eterno a los difuntos.

En Aguascalientes, en 1649, el templo de la Inmaculada Virgen de San Diego, que pertenece a la orden de los franciscanos, no fue la excepción. Abrió sus sótanos y túneles a los restos mortales de cientos de feligreses; por causas desconocidas, la obra fue suspendida en 1652.

En 1664, por órdenes del rey Felipe IV, la labor de edificación fue retomada por los hermanos Agustín y Pedro Rincón de Ortega. Siendo secundados por el obispo de Guadalajara, los franciscanos dieguinos tomaron la estafeta dejada por los carmelitas descalzos. Hasta 1682 fue concluida dicha edificación.

Las catacumbas recibieron el nombre de “camarines”, puesto que ahí se resguardan los restos mortales de personajes importantes para la Iglesia, como el padre Agustín, quien murió antes de finalizar las obras. Sus restos fueron resguardados en las criptas del templo en 1666.

Al adentrarse en las catacumbas del templo, donde el techo es bajo y los pasillos angostos, el ambiente se puebla de un inquietante aire frío y de un silencio celestial que te sumerge en la meditación. Dentro del camarín de la Inmaculada Concepción se encuentran criptas arcaicas cuyos nichos fueron restaurados para reusarse.

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Una apocalíptica momia de casi doscientos años de antigüedad vigila celosamente las catacumbas, como seguro también lo hizo en vida, cuando era un reconocido y devoto fraile. También, se pueden observar cráneos de más de dos siglos, ornamentos sagrados y pertenencias de los monjes.

La ciudad de Aguascalientes también cuenta con su interminable red de misteriosos túneles subterráneos. Algunos son antiguos cauces subterráneos, provenientes de las aguas termales del Ojo Caliente; otros fueron construidos en tiempos de la Colonia, para esconderse de los intempestivos ataques de las hordas chichimecas. Otros, en el México independiente, fueron cavados por la iglesia y  los ricos de la ciudad para ocultarse de liberales y conservadores en las guerras de Reforma y la intervención francesa. 

Al día de hoy, se conocen alrededor de 50 túneles que datan de diferentes épocas. Algunos han sido descubiertos en haciendas y varias partes de la ciudad del estado; los de mayores dimensiones han sido encontrados en la ciudad.

Algunos, como el acueducto subterráneo (de casi seis kilómetros de largo) que recorre desde el Cedazo hasta el barrio del Encino, fueron utilizados para trasladar agua. Otros son caminos naturales de aguas termales, como lo era el río que recorría la actual avenida López Mateos.

Los balnearios El Ojo Caliente y Los Arquitos utilizaban las aguas termales que llegaban del afluente natural del cerro del Ojo Caliente. El balneario del cerro, como una joya del pasado, sigue operando como antaño.

Estos túneles encierran grandes misterios y han sido el escondite de legendarios bandoleros, como el mítico Juan Chávez, al cual se le han achacado cientos de historias de dudosas riquezas, escondidas en la oscuridad de estos laberintos.

El centro de Aguascalientes cuenta con tenebrosos túneles de cinco kilómetros de largo, como el que va del Ojo Caliente hasta el fraccionamiento San Marcos, o el del Cedazo al Encino, de retadora circulación por sus reducidos recovecos, agua, alimañas y roedores, que desaguaba en la fuente del Obrador. Existen otros más anchos y altos, con conexiones secretas en templos y casas.

La mayoría de los túneles encontrados en Aguascalientes tienen una profundidad promedio de cinco metros. Hay uno en especial, con quince metros de profundidad bajo una casona particular. Este pasaje desemboca en un pozo natural de casi cien metros de profundidad. 

Se dice que la Casa de la Cultura cuenta con un cuarto subterráneo y dos túneles de escape que corren a diferentes direcciones. Además, existen muchas historias de gente que se encontró con el oro de Juan Chávez y los Cristeros, y se hizo rica de la noche a la mañana. 

Como se hace en París desde hace años, en Aguascalientes se pretende habilitar algunos de estos túneles para el turismo. Para lograr esto, se deben abrir a la exploración de expertos profesionales. Algunos serían redescubiertos; otros, de difícil acceso y exploración, se reservarían para su estudio. Con ello, se descubrirán más conexiones y sus inherentes secretos.

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