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Innovación y talento: las asignaturas pendientes

Cuando se examinan la productividad, la diversidad industrial y la complejidad productiva de las economías de México y de América Latina, una de las preguntas más sugerentes que ha surgido en los últimos años tiene que ver con algo en apariencia simple:

Si nuestro país quiere participar de manera potente y competitiva en la economía global, ¿puede hacerlo con su actual estructura? ¿O necesita otra más sofisticada donde se generen bienes y servicios de mucho mayor valor agregado, desarrollo tecnológico y científico, así como capacidad de innovación basada en el conocimiento, de manera tal que logre insertarse eficientemente en las cadenas globales de valor?

Ese es el desafío crucial. México tiene la oportunidad de organizar, de manera integrada y coherente, un círculo virtuoso mediante la instrumentación eficiente de políticas clave, como educación de alta calidad, formación de talento especializado así como generación de conocimiento incorporado, codificado y know-how –que permitan no sólo alcanzar tasas elevadas de crecimiento sostenido sino, sobre todo, que éstas se funden en una estructura económica más robusta-.

A falta de capital humano más desarrollado, históricamente nuestra competitividad estuvo basada en proveer mano de obra de costo accesible y de baja calificación, así como en producir materias primas y bienes de escaso valor agregado.

En gran medida, esto explica por qué la base exportadora mexicana se vio afectada con la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio en 2001, ya que dicho país compitió con sus bajos costos laborales.

Con el tiempo, el precio de la mano de obra china se ha incrementado. México ha recuperado competitividad en costos laborales, al tiempo que su canasta exportadora ha transitado gradualmente hacia productos más complejos, cómo es evidente en los sectores automotriz, aeroespacial y agroindustrial, por ejemplo. Para ello, ha aprovechado la enorme ventaja del tratado de libre comercio con el mercado norteamericano.

Sin embargo, dado el imparable crecimiento del poderío exportador de China y otros países asiáticos, así como el grave deterioro de las condiciones internas -incertidumbre, populismo, violencia, rechazo a la inversión extranjera, destrucción de políticas educativas, científicas y tecnológicas-, en el mediano plazo, México no podrá sostener sus ventajas productivas. En cambio, deberá mejora sus niveles de innovación, competitividad y recursos humanos de alta calidad. Algunos ejemplos.

En su informe anual sobre Global Leaders in Innovation, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) reportó que, en 2019, se presentaron 18.9 millones de solicitudes de patentes, registro de marcas y diseños industriales a nivel global.

De ellas, 12.6 millones se generaron en Asia (principalmente en China). En cambio, en México fueron apenas 20 mil 371. Por su parte, en el índice de Bloomberg sobre las 60 economías más innovadoras en el mundo en 2021, México simplemente no aparece.

En el caso de las universidades mexicanas la situación no es muy diferente. En la edición 2021 del ranking que elabora el Times Higher Education (que incluye más de mil 500 universidades de 93 países) se consideran trece indicadores de rendimiento.

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Estos miden el desempeño de una institución en enseñanza, investigación, transferencia de conocimientos y perspectivas internacionales; analiza más de 80 millones de citas registradas en trece millones de publicaciones de investigación, e incluye respuestas a encuestas de 22 mil académicos de todo el mundo. En este, ningùn instituto superior mexicano compite en la educación global.

Las dos mexicanas mejor situadas (UAM y Tec de Monterrey) están en el intervalo de las posiciones 601-800. Sigue la UNAM entre el 801 y 1000 y, posteriormente, otras trece por debajo del lugar 1001.

Un tercer ejemplo. La Universidad de Pennsylvania publica, desde hace años, el ranking Go To Think Tank. Este ofrece una clasificación acerca de los mejores y más importantes think tanks en el mundo para calibrar su valor agregado en la producción de información, análisis y soluciones de calidad.

En su edición 2020, incluyó once mil 175: 109 (menos de 1%) están ubicados en México. En el top global, donde hay 174, sólo aparecen tres mexicanos (entre las posiciones 147 y 162).

La conclusión es de una lógica elemental: si el éxito futuro de la economía depende de la innovación y el conocimiento, si estos no están siendo generados por los centros especializados, y si el gobierno mexicano ha acabado con lo que había en materia de desarrollo científico y tecnológico, la competitividad y la productividad de México caerán inevitablemente con graves costos para el crecimiento económico y el desarrollo humano.

En ese sentido, es crítico reorientar las estrategias y líneas de acción para hacer convertir a la formación de talento y la innovación, el desarrollo científico y tecnológico en los pilares para un progreso sostenible.

 Se debe priorizar, entre otras cosas:

En todos estos casos, habrá qué pensar cómo instrumentar estas acciones por fuera de los pocos programas gubernamentales federales que aún permanecen. Habrá que explorar una combinación de mayores recursos privados, internacionales y, eventualmente, subnacionales -en los casos de estados que tienen una base industrial y manufacturera importante, orientada a la exportación (como Aguascalientes, Nuevo León o Querétaro)-.

Es crucial que México tenga políticas públicas y privadas de gran calado, para definir mucho mejor los sectores productivos donde quiere ser altamente competitivo en el mundo; articular sus políticas en materia de educación superior, ciencia y tecnología, emprendimiento e investigación, de suerte que esté en condiciones de  formular, una vez que termine este sexenio, una agenda dirigida a transformar su economía. De esa forma, asegurará un crecimiento innovador y productivo así como una posición mucho más potente en el cambiante mundo del siglo XXI.

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