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Escenarios políticos para 2022

2022 va a ser un año complejo y raro en casi todos los sentidos. 

Por un lado, si bien este año el crecimiento económico estará cerca del 6%, luego de 0% en 2019 y -8.5% en 2020, todas las proyecciones sugieren que el próximo será inevitablemente más bajo, entre otras razones, por la salida de capitales, menor inversión privada, mayor inflación y mala calidad del gasto público. 

La consecuencia es que el empleo formal no repuntará, lo que creará presiones adicionales sobre el ingreso, la producción y el consumo. 

Por otro lado, como toda política es economía concentrada, las tensiones sociales y la polarización se agudizarán, dado que el previsible agotamiento del gobierno federal estimulará la toma de malas decisiones para la democracia, las libertades y el estado de derecho.

Aún en las mejores condiciones, como lo demuestra la notable posición que registró en el Índice de Progreso Social 2021, Aguascalientes no podrá permanecer al margen de las consecuencias de un panorama crítico. Sus siguientes años dependerán de la eficacia, estabilidad e inteligencia con que sus distintos actores y el electorado afronten la transición en el gobierno del estado.

Partamos de la hipótesis de que, bajo la actual aritmética electoral y considerando las elecciones de junio pasado, el PAN gane la elección del 5 de junio de 2022. Su fuerza o debilidad empezarán por el rigor técnico y la pulcritud del mecanismo de encuestas que seleccionaron para nominar a su candidato. A estas alturas está claro que, en México y otros países, las encuestas fallan sistemáticamente —y cada vez está más en duda si son para medir, predecir o influir—. 

Además, las casas encuestadoras atraviesan por una crisis de credibilidad:

En segundo lugar, habrá que ver si el PAN va solo o en alianza con el PRI y el PRD. Este último escenario sería el más aconsejable para lograr una mayor cohesión en la orientación del voto y en la interpretación de lo que el electorado quiere.

Morena, por su parte, no parece tener mayor posibilidad, entre otros factores porque, en un estado donde el 51% de los hogares son de clase media-alta, el reparto de dinero público en pensiones y becas no le alcanzará para hacer una diferencia significativa. 

Movimiento Ciudadano, por su parte, difícilmente superará los veinte mil sufragios que recogió en junio y, hasta ahora, no parece tener un candidato competitivo, por lo que tendrá que recurrir a la pepena. Las opciones son, pues, el PAN y sus aliados versus el resto de las formaciones políticas.

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La tercera cuestión, quizá la más importante, es al mismo tiempo la más sencilla: gobernar ¿para qué? 

Hasta ahora, ningún candidato de ningún partido ha presentado, así sea superficialmente, algo parecido a un programa, o al menos un conjunto de ideas, para saber lo que harían con los asuntos estratégicos para el estado (desde el agua y la seguridad hasta la educación y la innovación). Esta carencia sí puede ser un factor muy corrosivo en el corto plazo. 

Pongamos las cosas de una manera didáctica: ningún estado tiene el futuro asegurado y, en las actuales circunstancias del país, es más que evidente que el fracaso de Morena puede arrastrar a la mayoría de los estados. 

Que no suceda, dependerá de varios elementos. El primero es si el siguiente gobierno, quien lo encabece y su equipo, tendrán la capacidad, la experiencia, la preparación y la voluntad de hacer una gestión aceptable. No está claro. Deben entender una cosa: popularidad no es igual a efectividad —y estilo no es igual a sustancia—.

El cuarto aspecto es que la historia del desarrollo y la revisión de los casos de éxito en las décadas recientes coinciden en demostrar que, en el contexto de una economía de mercado eficiente, los factores que explican el progreso suelen incluir un genuino Estado de Derecho, instituciones públicas sólidas, una política apropiada de educación, investigación e innovación tecnológica, un ambiente regulatorio abierto y amigable, una visión global, y, sobre todo, una clase empresarial moderna, creativa y productiva. 

Cuando esos factores trabajan con razonable sinergia y de manera consistente, las posibilidades de asegurar un desarrollo sostenible de largo plazo son, lógicamente, más altas.

Por último, hay que subrayar que, ahora más que nunca, es urgente que la sociedad cobre conciencia de su papel y responsabilidades. A diferencia de otros estados, como Nuevo León o Jalisco, donde hay élites empresariales poderosas y con márgenes de autosuficiencia muy elevados, o de lugares como Zacatecas o Durango con sociedades improductivas y altamente peticionarias, Aguascalientes ha tenido una sociedad promedio: cortés, conservadora, dependiente, habituada a ver en el gobierno un proveedor, lo mismo de seguridad y servicios (que es su función), que de favores y negocios. 

Además, por su tamaño y características urbanas, es una ciudad-estado con una buena dosis de capilaridad y de cohesión social. 

En términos más amplios, con los años y a consecuencia de buenos niveles de crecimiento, Aguascalientes se ha convertido en una entidad estable y sin graves inequidades sociales o por lo menos no tan acentuadas como en otros lugares. Eso la ha situado en una peligrosa zona de confort. 

Para no condenarlo a esa comodidad, el papel del siguiente gobierno será asumir un liderazgo novedoso y fuerte que lleve al estado, junto con todos los sectores, a ser genuinamente exitoso y competitivo en la complejidad del siglo XXI.

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