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El anhelo de ser o la seducción de actuar: Paloma Domínguez

Foto: Raquel Reynoso

Foto: Raquel Reynoso

“En el momento en que accedes a la ficción, hay partes de tu subjetividad (entendida como personalidad, vivencias, etc.), que se pueden manifestar de formas muy distintas a las de tu contexto real. Creo que sí puedes vivir otras vidas, desdoblarte o exponer al mundo otras personalidades”, comparte Paloma Domínguez, actriz, directora escénica y docente sobre el arte de la actuación.

La posibilidad de encarnar otras vidas provoca una seducción particular; Paloma proviene de una familia dedicada a la actuación y se formó profesionalmente en el área. Además de haber actuado en múltiples montajes y películas, ha dedicado más de una década a la docencia. Comparte: “Para los espectadores es muy seductor y poderoso ver a un actor entregado y competente en escena porque da la impresión de que puede hacer cualquier cosa”.

Si bien la actuación es un arte de siglos, se puede dividir la forma de practicarla y enseñarla a partir de escuelas, periodos o métodos. En México y Occidente, por ejemplo, Paloma resalta la importancia que tuvo el método de Konstantin Stanislavski, mismo que propone el acercamiento a la escena desde la naturalidad, lo orgánico y lo vivencial: “apelar más a la sensibilidad y a los procesos psíquicos o psicofísicos de los actores y actrices”.

«Seki Sani, un aprendiz o especie de discípulo de Stanislavski (cuando estas figuras se veían como grandes hitos que generaban discípulos) se vino a vivir a México. El pensamiento de Sano, particularmente en este lugar del mundo, permeó mucho desde mediados hacia finales del siglo pasado», complementa Paloma Domínguez.

Otro método muy presente también, base de la enseñanza en la Universidad de las Artes donde actualmente imparte materias, es el llamado teatro físico: “que tiene que ver con celebrar el cuerpo, su potencial creativo, sensible y expresivo”.

Las herramientas del ejecutante

Sea el método, Actor’s Studio, Strasberg u otros, la formación en actuación brinda diversas herramientas que abarcan lo personal, la forma de relacionarse, los procedimientos técnicos, entre otros.

“Un actor o actriz en formación aprende a autoconocerse de manera profunda, en tanto al cuerpo, a la voz y a la psique (sentido de la identidad individual, pensamientos, emociones y sentimientos). Aprende a trabajar en equipo, entrenar su cuerpo, llevar su imaginación a los territorios de la ficción, creer con fuerza en la ficción al mismo tiempo que sabe que la ficción es finita”, remarca.

Además, se aprende a trabajar técnicamente la voz, el papel creativo del actor/actriz como intérprete y creador, el pensamiento crítico, la capacidad de expresarse de manera asertiva, la escucha para la escena y para la vida, historia del arte, entre otros.

“Antes no le daba tanta importancia a los referentes. Ahora entiendo que somos nuestros referentes, y cómo los desdoblamos, les damos la vuelta y los reinterpretamos para que se crucen con nuestra manera de ver la vida y darles un sentido distinto. Es muy importante ver y apreciar el teatro; ver la vida así, con esa idea de apreciarla para que se conviertan todas (la vida, sus manifestaciones y las manifestaciones artísticas) en referentes”, señala.

Una actuación repleta de autoconciencia y autocuidado

Paloma Domínguez menciona que a lo largo de su camino ha cambiado su manera de acercarse al proceso creativo. En la actualidad y desde su papel docente, ha enfocado la búsqueda en herramientas que prioricen el cuidado y el bienestar de quien ejerce la actuación.

“Abordar la actoralidad desde el autoconocimiento, el autocuidado y el desarrollo de la imaginación (para poder ficcionar y crear un mundo imaginario): que seas consciente de que es imaginario, que abismes tu imaginación para que una parte muy profunda de ti lo que crea y lo viva; a su vez, disfrutarlo, saber que es un espacio seguro del cual siempre se puede salir”.

Su postura responde a cambios sociales que han marcado los últimos años: el feminismo y los temas de salud mental que se hicieron más patentes durante la pandemia.

Sobre el primero, recalca: “Nos ha enseñado entre otras cosas, a tener límites para vivir mejor, límites saludables. Ver cómo posibilidad que no vivas para y por tu oficio, sino que tu oficio sea una parte complementaria de quién eres y realmente contribuya en tu bienestar”.

En cuanto a lo segundo, ante el aumento de los índices de depresión, ansiedad y suicidios, recupera: “Las artes, que son un territorio en general sensible, están siendo sensibles a ello. Las artes sin personas que las vivan no existen; por ello, hay que poner atención a la salud y al bienestar de esas personas”.

Una ventana inimaginable: las neurociencias

Ante ese contexto, Paloma replanteó la manera en cómo se dedicaba al teatro, el lugar que tenía en su vida, cómo se enfrentaba a los procesos y se dio cuenta del autocuidado que merecía tener. Con esa conciencia, ahora imparte talleres para personas con depresión y/o ansiedad, así como para cuidadores (cualquier persona que tenga un infante a su cuidado).

En ese trayecto, ha encontrado una enorme potencialidad en el campo de la neurociencia.

“Las neurociencias, de una década para acá, nos han abierto una ventana inimaginable de posibilidades de conocer nuestro cerebro de una manera distinta. Una de ellas es que hay mensajes que el cerebro decodifica que no necesariamente están en la literalidad. Por ejemplo, tú puedes saber conscientemente que has salido de la ficción y hay mensajes que el cerebro no interpreta así. A lo mejor tus músculos o tu sistema siguen estresados como en la ficción, tu corazón late como en la ficción”.

Por ello, recalca que el actor o actriz puede y debe desarrollar herramientas para volver a la cotidianidad tras el estrés que implica estar en escena.

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