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Vincular talentos genera productividad

Por Carlos de Luna

“Una consecuencia de juntarse con los mejores es aprender lo más valioso de cada uno de ellos”, comentaba conmigo Salvador Treviño, un profesor compañero en Monterrey a inicios de mi carrera como docente. Nunca olvidaré sus palabras, pareciera que se acuñaron en algún lugar de mi conciencia.

En el mundo empresarial, los directores tienen que visualizar un sinfín de estrategias a diario no sólo para sobrevivir, sino también para que la competencia no arrebate su mercado; no sólo para que sus productos sean vigentes, sino también para que generen vanguardia y sean deseados; y lo más importante, para mantener al talento con el que saben ser productivos. Los directivos que estén programados para el éxito provocan prosperidad, pues evocar el fracaso es conseguirlo de inmediato.

Por mi trabajo estoy constantemente en comunicación con dueños de negocios y directores generales. Tengo la fortuna de escuchar lo que piensan, sus anhelos y sus temores. La realidad es que el entusiasmo permite una visión de futuro; pero los lamentos, sólo zozobra. Tuve la dicha de lograr una tesis doctoral con el título “La Confluencia: vulnerabilidad e identidad de las organizaciones”, en la cual abordo temas relacionados con los altibajos de la identidad emocional del director de empresa y su impacto en el comportamiento organizacional. Este estudio significó una introspección a la realidad que vive el empresario de alto nivel día con día.

Todo lo que haga o deje de hacer el responsable de una organización repercute de manera positiva o negativa en su personal. Mientras el entusiasmo provoca dinamismo, pensamiento positivo, lograr metas, mantener al personal en una atmósfera de bienestar; el desafecto genera frialdad, desencanto, frustración y, como consecuencia, la decadencia y cierre de negocios. Es decir, lo que un director o dueño de una firma haga o deje de hacer repercute de manera directa en su organización.

En alguna ocasión le preguntaron al señor JW Marriot, propietario de una de las cadenas de mayor prestigio en el ramo hotelero: ¿Cuál es el secreto de su éxito? Su respuesta fue contundente: “Rodearme de personas que son mejores y más hábiles que yo para dirigir mis empresas”.

Llevar el rumbo de un negocio es como dirigir una orquesta. Lograr que cada individuo coordine sus talentos adecuadamente en sus instrumentos provoca sinfonías que traspasan el alma. En el mundo empresarial lo conocemos como trascender.

Hacer equipo no sólo es una habilidad, es una necesidad para alcanzar el éxito. El cine ha proyectado un sinnúmero de películas relacionadas con este tema. Para mí existe una que destaca por sobre todas: Moneyball, que en México se presentó con el nombre de El juego de la fortuna. Billy Beane, encarnado por Brad Pitt, es el entrenador de los Atléticos de Oakland, quien se queda sin sus mejores jugadores y sin presupuesto. Al inicio de la película, el propietario le indica qué es todo lo que tiene… Quienes la hayan visto saben que el desenlace es inesperado. No me gustaría arruinárselas, pero he de mencionar que hay mucho que se puede aplicar de esta cinta en los negocios.

Ocurre un fenómeno especial cuando varios empresarios exitosos toman como batuta un mismo fin, porque con ello provocan sinergias altamente productivas que impactan en un sector. El común denominador de estos directivos que se unen para sumar fuerzas y abrir un mayor abanico de oportunidades de negocios es que todos aportan confianza, valores, perseverancia, las mejores prácticas y se logran poner de acuerdo para alcanzar objetivos; tarea nada fácil, pero que sabiéndola hacer, genera proyectos de gran visión.

En la portada de esta edición, se expone la historia de éxito de Grupo MAEN, un clúster orgullosamente hidrocálido, que desde hace varias décadas desarrolla sinergias y cuya luz está dirigida a la prosperidad y a cumplir los requerimientos de las grandes industrias.

El resultado de la unión de ese tipo de empresas es sobresaliente, es digno de celebrarse y contagiarse de sus anhelos comunes. Sus límites no se enfocan a un territorio, sus acciones merecen ser reconocidas mundialmente; pero se ocupa una actitud humilde para sumar, apoyarse y proyectarse en las grandes esferas. Lo más valioso es que cada una de ellas está consciente que vincular talentos genera productividad.

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