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Vigilancia digital: ¿Nuevo modelo de negocio de las plataformas?

Por Genaro Delgado, cofundador de </cyberwag> y Maker Center

“La vigilancia digital es el modelo de negocio real de Internet de nuestros tiempos”, dice el criptógrafo Bruce Schneier, quien nos compara con arrendatarios agrícolas en las fincas de Google, Facebook y TikTok principalmente.

Esto, refiriéndose a que la “renta” que le pagamos a este tipo de plataformas se da con nuestros datos personales, usados para personalizar la publicidad. Mientras más usemos estas plataformas, conjugado con el coeficiente creciente exponencial de la capacidad técnica de recopilación y análisis de datos, más saben de nosotros y de nuestro comportamiento, así es como construyen más fácilmente sistemas espías-publicitarios, y con ello menos intimidad tenemos.

Todo el tiempo, la mayoría de las personas en el planeta lleva consigo y de manera voluntaria sistemas de rastreo inteligentes, es lo que llamamos smartphones. A través de nuestros dispositivos, las plataformas recopilan metadatos, que son todos los datos de las búsquedas que hacemos en la red: correo electrónico, llamadas de teléfono móvil, datos que envían todos esos aparatos que tenemos conectados a nuestro dispositivo (Alexa, refrigeradores, estufas, sistemas de calefacción, automóvil, sensores de riego, entre muchos otros en el contexto de Internet de las Cosas), así como el análisis para reconocimiento facial de lo que graban nuestras cámaras y de las fotos publicadas en redes sociales.

¿Alguna vez te has preguntado cómo es que Instagram está valuado en más de 100 mil millones de dólares si nunca pagaste la descarga de su app?, ¿publicidad? -solo es parte del negocio- ¿qué más podrían vender?, ¿a quién?, ¿y por qué quisieran nuestros datos? Una pista: nuestros metadatos son muy valiosos, el problema empieza cuando preguntamos a quién y por qué se les venden.

Las revelaciones de Edward Snowden de que las autoridades estadounidenses y británicas habían obligado legalmente a las empresas de telecomunicaciones e Internet a compartir datos, aunado al escándalo de WikiLeaks, donde expusieron documentos de malversaciones financieras, redes de acoso y tráfico infantil administrados por políticos, hasta conspiraciones muy elaboradas para controlar a la población, hicieron más evidente que la red abierta de Internet es una plataforma donde es más sencillo hacer que algo sea público y al alcance de todo el mundo y cada vez más difícil que continúe siendo privado.

Entendamos que el mayor aporte de Internet para la humanidad ha residido no sólo en interconectar a ciudadanos de todo el mundo, sino en compartir públicamente conocimientos, opiniones y hasta denuncias, pero paradójicamente el mayor peligro que nos provee Internet es la pérdida de nuestra intimidad.

Ahora bien, ¿por qué nos debería interesar saber por qué y cómo nos vigilan digitalmente si nos encantan los servicios gratis de Google y los descuentos de Amazon o AliExpress?, o mejor aún ¿qué implicaciones tiene para nuestras vidas, negocios, educación y movilidad?

La aparición del COVID-19 ha puesto en jaque las leyes ganadas contra el uso de los metadatos de las personas, ya sea por gobiernos u organizaciones privadas. No sólo se ha justificado la puesta en marcha de un programa robusto de vigilancia en países como China y España, sino que ha funcionado exitosamente para mitigar los nuevos brotes de contagio de esta enfermedad y así salvar vidas.

Aceptar voluntariamente ser “salvados” de nosotros mismos por los gobiernos, o que nos vendan “lo que necesitamos”, tal vez sea nuestro futuro cercano, un nuevo terreno de juego controlado.

Te imaginas un lugar donde tu vida digital es monitoreada todo el tiempo: si comes sano de acuerdo al plan de nutrición del sistema de salud con los proveedores autorizados, o estudias los temas enfocados a la productividad que tu país necesita en los institutos autorizados, si opinas bien de tu gobierno en las plataformas certificadas, si actúas de acuerdo al marco moral estipulado por los organismos gubernamentales, estás dado de alta en el sistema tributario y declaras todo tus ingresos y pagas los impuestos correspondientes, tu país te recompensa con créditos baratos, acceso a mejor vivienda, salud y educación.

Pero si, por el contrario, realizas opiniones malas a través de plataformas ilegales digitales, no actúas de acuerdo al código ciudadano de convivencia, o no declaras tus ingresos correctamente, incluso te desconectas de tus dispositivos digitales, tu gobierno puede multarte, incluso apresarte… bueno, pues esto ya pasa en China, y en la Unión Europea empezaron a realizar el mismo experimento.

No todo está perdido, como lo comenta Timothy Garton Ash, analista político de la transformación digital de Europa: “…la privacidad es también una condición de la libertad de expresión. Esa condición consiste en la posibilidad de escoger qué información debe ser privada y confiar en que esa decisión sea respetada”.

Como lo hemos expuesto, la privacidad digital es un tema muy complejo, porque si bien no estamos de acuerdo con que gobiernos u organizaciones nos vigilen y controlen nuestras acciones de consumo comercial o nuestro comportamiento y gustos personales a través de nuestras huellas digitales, la verdad es que no estamos dispuestos a pagar el precio: “desconectarnos”.

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