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Vale al Paraíso/ Yo tuve una madre muy padre

MARIO GRANADOS ROLDÁN

Por ellas se llega a este planeta. Siempre están ahí. En las buenas. En las malas. En las duras. Y en las maduras. Son los ángeles del mundo. El refugio de las vidas. Las confidentes más transparentes y desinteresadas.

La ternura les aflora. La comprensión les irradia. La palabra de aliento les brota con naturalidad. Su única verdad es el amor sin medida. Dan todo a cambio de nada. Esperan nada a cambio de todo. No conocen el egoísmo. Ausentes o presentes se les admira.

La humanidad nace en la niñez. Las naciones depositan en la juventud su posteridad. Y el mundo confía a las madres su salvación. Ellas anhelan la felicidad del hijo. Forjan su honrado proceder. Bordan el éxito terrenal.

Mamá es algo más, mucho más, que cuatro letras. Es la palabra más reconocida. El más digno ejemplo. La más noble profesión. El tesoro más preciado. Sin su amor, impulso, tolerancia, comentario y reprimenda, el ser humano se vuelve nada. Sus sabios consejos son la guía moral más importante para transitar por los azarosos caminos de la vida.

Enseñan el amor a Dios por encima de todas las cosas. Inculcan los valores congregados en la ética. Insisten en el respeto a sí mismo para respetar a los demás. Justiprecian la cuantía de la honestidad, el esfuerzo, la perseverancia y la tenacidad.

Muestran la valía de sentir, decir, discernir y decidir; del corazón y del amor; del error y de la rectificación; de la equivocación y el perdón; del estudio y la preparación; de la alegría y del buen humor.

Y muchas de ellas —solteras, casadas o en pareja— también enseñan la diaria calidad del hogar, de la familia y del trabajo, que en triple y simultánea faena, atienden con apasionada entrega, diligencia, inteligencia y mucho cariño.

Hace algunos años, expertos de salary.com, en el norteamericano Estado de Massachussets, recomendaban que la mamá de tiempo completo debería de recibir, por concepto de salario, alrededor de un millón y medio de pesos anuales.

Mi mamá —querida, adorada y extrañada— murió el 13 de febrero de 2005. Inmediatamente después de rendirle los honores correspondientes llegué a casa. Prendí la computadora. Y descargué mis emociones maltrechas y encontradas en el texto La muerte que nunca vemos, publicado en Página 24  el16 de febrero.

En su esquela dejamos constancia de nuestro sentimiento y de lo que representó para su descendencia: “Con profundo dolor, pero llenos de fe y esperanza, sus hijos, hijos políticos, nietos, bisnietos y demás familiares lo participamos (su fallecimiento), agradeciéndole a Dios y a la vida que durante 85 años haya compartido con nosotros su amor y su ternura, su ejemplo y alegría y los sabios consejos que han sido la guía moral más importante en nuestras vidas”.

Seguramente las amistades de la familia rememoran su simpatía. Tan inmensa como le océano. Tan brillante como el sol. Tan luminosa como la estrella. Tan agradable como la luna. Tan chispeante como la reconocida champaña.

Aunque también tenía su carácter. Ejercía el poder maternal como el Presidente de la República lo hacia en los tiempos el viejo régimen.

Recuerdo algunas de sus frases típicas, dichas en momentos aciagos —para mí, claro—, a fin de dejar constancia de su malestar: “Pero vas a ver Marito cuando llegue tu papá”. En esos instantes supuse, para aligerar mis temores, que el informe versaría sobre mi excelente comportamiento.

O cuando retumbaban en su centro la tierra al echarme en cara: “Mira el ejemplo que le estás dando a tu hermano menor”. La recriminación me pareció injusta, desde siempre, porque mi ejemplo —el dorado en términos cualitativos y cuantitativos—  fue como una luz en el camino público de Otto, hasta llevarlo a la gubernatura de Aguascalientes, digo.

Pero independientemente de los jalones de orejas, cada segundo de mi existencia, repito, que yo tuve una madre muy padre.

Porque líder debe de saberlo: El PRI Aguascalientes se encamina a otra derrota electoral. Los distritos I y III están más perdidos que un briago en la recién concluida Feria de San Marcos.

Para el columnista político consentido del régimen, Matías Lozano, en el distrito II “pareciera que María de los Ángeles Aguilera, La China del PRI, es superada por su contrincante del PAN, Arlette Muñoz, y que le iba mejor, a La China, con la pronunciación de su apodo, que con su imagen”.

En lucha femenina está en juego la blonda cabellera de Lorena Martínez contra la redonda máscara de Fernando Herrera, porque las contendientes —La China, tránsfuga del PAN, y Arlette— son hijas políticas de la titular de la Profeco y del senador, respectivamente. ¿Volverá a ganarle Lorena a Herrera? Eso dependerá del congresista, más concentrado en sus visitas a la sala del poder nacional, que en partirse el fuero por su muchacha, hoy también abandonada por la nomeklatura panista local.

El resultado global es previsible. Los operadores tricolores —oficiales y oficiosos—, que vienen perdiendo todas las elecciones en el sexenio lozanista, son los mismos que controlan las campañas de La China, Goyito y Ríos Alba.

2 a 1 o 3 a 0 a favor del blanquiazul, será el marcador final. Reitero.

Héctor David Sánchez, Coordinador de Comunicación Social del Gobierno del Estado de Aguascalientes

Agregado: La comunicación política es una asignatura pendiente el gobierno del estado de Aguascalientes. El propio titular del ejecutivo lo ha reconocido. Pero, inexplicablemente, nombra a forasteros. Inexpertos en la materia. Iluminados de pacotilla. Que no han sabido vender el Progreso y la Justicia para Todos.

Primero contrató a un Arrastra Lápiz que levantaba encuestas en vivienda o telefónicas. Después a un Jalacables de la televisión privada. De la ineptitud de Carlos Penna Charolet se pasó a la perversidad de Héctor David Sánchez Rodríguez, el Chilango tenebroso —no defeño, como suelo llamar a los capitalinos de fina monta—, que seguramente regresará al Ajusco dejando sus evidentes destrozos por estas tierras.

marigra@telmexmail.com

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