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Va de crisis a crisis

Hoy nuestro país se encuentra en un momento bastante difícil en materia de seguridad y economía. Sin duda nuestras preocupaciones no son menores.

Aunado a esto, nos enfrentamos a una sociedad que no cree ni confía en su gobierno, el cual siempre está ausente en los sucesos violentos, dejando a la población en manos de los criminales, quienes ya no se limitan a amenazar, pues ahora también destruyen el trabajo de años de los ciudadanos y los lastiman o asesinan.

Pero lo anterior no es todo. La caída del petróleo ha sido de pronóstico reservado, lo cual nos hace pensar en una situación parecida a la de 1994, que desencadenó “el error de diciembre” y llevó a México a empeñar su producción petrolera por varios años, para que los vecinos del Norte nos prestaran dinero con el fin de salir adelante. La devaluación del peso ha sido constante y al Banco de México parece no interesarle. Mientras tanto, la Bolsa Mexicana de Valores se encuentra en su nivel más bajo desde la crisis mundial del 2008 y tiene una tendencia a seguir a la baja, lo cual hace que la confianza de los inversionistas esté en su punto más bajo en muchos años.

No olvidemos la aprobación de las reformas estructurales para hacernos ricos y la impunidad cometida por el gobierno y las comisiones de derechos humanos.

Si tomamos en cuenta todo lo señalado, seguramente pensaremos que este 2014 ha sido un año repleto de errores provocados por un gobierno inconsciente de nuestra realidad, pues ya hasta ha aprobado el presupuesto para el periodo entrante como si las variables previamente enlistadas continuaran igual que al principio del año.

Sin embargo, esta crisis no la hemos dimensionado desde otro punto de vista: el espíritu y moral de los seres humanos. La crueldad de los asesinos, secuestradores, extorsionadores y asaltantes ha llegado a límites jamás dimensionados. Ninguno de nosotros creíamos que alguien fuera capaz de violentar a sus semejantes con tanta saña, perdiendo totalmente el respeto a la dignidad de la persona y el temor a Dios.

En la actualidad hemos dejado a un lado dos cualidades fundamentales de nuestro actuar: el amor y temor a Dios. La primera es necesaria para llevar a cabo nuestras relaciones con el prójimo, ser solidarios y subsidiarios, y buscar siempre el bien común; el segundo, nos impide cometer faltas en contra de la sociedad que comprometan nuestra alma, la cual es parte de nuestro ser y lo más perenne de este.

Sobre esto, el Papa Francisco ha enviado una exhortación apostólica a toda la grey católica, La alegría del Evangelio (Evangelli gaudium), relacionada con el anuncio del evangelio en el mundo actual. Este escrito nos recuerda que lo acontecido en nuestra patria no es privativo, pues el mundo se debate de una manera u otra en estos problemas; por lo tanto, debemos ver si las crisis de seguridad, economía y credibilidad no han afectado nuestra identidad y papel de creyentes actuantes en medio de estos antivalores o en la búsqueda de sus soluciones.

En el apartado IV del capítulo cuatro de Evangelli gaudium, “El diálogo social como contribución a la paz”, encontramos lo siguiente: «Al estado compete el cuidado y la promoción del bien común de la sociedad, sobre la base de los principios de subsidiariedad y solidaridad, y con un gran esfuerzo de diálogo político y creación de consensos, desempeña un papel fundamental, que no puede ser delegado, en la búsqueda del desarrollo integral de todos. Este papel, en las circunstancias actuales, exige una profunda humildad social.” Esto es lo que debemos, como católicos, impulsar para que los gobernantes cumplan con estos postulados y, además, comprometernos a que esto sea una realidad en nuestro país en estos momentos.

No cometamos el error de caer en una crisis espiritual y moral, pues sería más grave que las mencionadas anteriormente.

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