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Urbes sostenibles: Ciudades para caminar

De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), más del 80% de la población de Latinoamérica vive en ciudades, lo que la convierte en una de las regiones más urbanizadas del mundo. Esta situación conlleva desafíos e injusticias, como la escasez de viviendas accesibles, la mala gestión de los residuos, la contaminación del aire y del agua, la desigualdad y la inseguridad.

Las ciudades son las generadoras del 70% de las emisiones de carbono mundiales y de más del 60% del uso de recursos. Los costos de la congestión de las 32 ciudades mexicanas analizadas por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) superan los 94 mil millones de pesos anuales. Invertir ese recurso para darnos mejores ciudades para vivir sería, entonces, una excelente inversión.

Hacerlas cada vez más sostenibles supone una evolución en la forma en que sus poblaciones se mueven. El reto consiste en crear ciudades de quince minutos a fuego lento; es decir, desarrollar urbes cada vez más habitables y equitativas. Esto requiere revertir rutas ya exploradas, ideas claras y, sobre todo, mucha paciencia.

Un modelo distinto

El modelo tradicional de movilidad desestimó la bicicleta y el andar a pie como medios para trasladarse; el uso de transporte colectivo se utilizaba solo mientras se accedía a medios propios de locomoción. En el enfoque sostenible impera el modelo contrario: la crisis energética y la falta de recursos renovables obligan a configurar un nuevo modelo de ciudad en la que:

En la Comunidad Europea cada vez se presenta un mayor porcentaje de personas, tanto de la población económicamente activa, como estudiantes o incluso escolares infantes que circulan con seguridad por sus calles por los medios ahora recomendados, llegando a ser mayoría. Ya hay ciudades como París o Copenhague donde sólo uno de cada cuatro se desplaza en coche; y los accesos a zonas céntricas cada vez están más vedados a los automóviles.

Ciudades sostenibles, la alternativa

El comparativo entre el espacio y la contaminación requeridos por un centenar de personas transportándose en auto, transporte colectivo, bicicleta o por su propio pie son verdaderamente notables. Deben ser puestos en entredicho por los ministerios de los países y provincias que buscan asumir compromisos con el futuro.

Se dice que el transporte colectivo debe ser tan bueno como para dejar el carro en la cochera. Sin embarbo, así anda la eficiencia del transporte colectivo en América Latina: Santiago de Chile (puesto número 30 a nivel mundial), Bogotá (número 32), Sao Paulo (34), Río de Janeiro y Curitiba (39), Lima (44); Buenos Aires (48), Ciudad de México (49) y Caracas (58). En el mundo, Hong Kong tiene el mejor transporte público.

Además, son necesarios los espacios iluminados, con mayor presencia ciudadana y pensados para garantizar la participación de la comunidad. Se requiere crear un sentido de pertenencia que los aleje de convertirse en puntos de interés de la delincuencia; hay que circular y pasear por ciudades más seguras.

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