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Una necesaria reflexión sobre la maternidad y el día de las madres

En México, a diferencia de otros países, contamos con un día fijo en el calendario para celebrar –casi a nivel de fiesta nacional- el día de las madres. Ese día, el 10 de mayo, sociedad y gobierno se juntan para conmemorar la labor que las mujeres, como madres, hacen dentro de sus familias. Y es que en México la maternidad cobra una mayor relevancia al ser una sociedad tan intrínsecamente machista que deposita en las mujeres la mayor carga de responsabilidad de los cuidados del hogar.

En este día es cuando más se refuerzan los estereotipos que tanto dañan la maternidad: la madre como guerrera constante e infalible; pero, ¿ser madre debe ser sinónimo de lucha constante? No debería serlo. La madre mexicana se convierte en una guerrera constante porque desarrolla su maternidad en un sistema incapaz de conciliar los espacios públicos y privados, y que además, la convierten en la principal responsable de los quehaceres del hogar y del cuidado de la familia.

Las madres mexicanas no necesitan festejos gubernamentales que les recuerden su heroica labor por la triple jornada de trabajo: como trabajadoras fuera de casa, como madres y como trabajadoras dentro de casa; ellas requieren jornadas laborales capaces de conciliar su maternidad con su desarrollo profesional. Tampoco necesitan que se les regale licuadoras, sartenes, productos de limpieza y de casa que les recuerden que, desde nuestra perspectiva, forma parte de su responsabilidad como madre; ellas necesitan que les regalemos igualdad y corresponsabilidad.

Las madres mexicanas necesitan que entendamos dos cosas: que ser madres no es el papel fundamental de las mujeres ni su función principal, sino que es una decisión personal –o en pareja- como parte de un proyecto de vida; y segundo, que en los quehaceres de la casa y el cuidado de los menores no se les ayuda o apoya, pues no se trata de una única responsabilidad, sino que son labores que corresponden por igual a todos los integrantes de la familia.

El mejor regalo para las madres mexicanas es desmitificar la maternidad y reducir las cargas físicas, emocionales e ideológicas que se les impone con estos mitos. Ser buena madre –igual que ser buen padre- significa sencillamente ser responsable en la decisión que se tomó al ejercer el derecho de formar una familia. La maternidad debe ser una libre elección que no reduzca o limite las otras elecciones del proyecto de vida personal.

Por ello, y aprovechando este espacio, quiero hacer un especial reconocimiento a mi madre: porque ella ha sabido ser mujer al tiempo que madre, sin reducirse en conceptos; porque nos ha enseñado con el ejemplo la importancia de la libertad personal y el derecho a la libre toma de decisiones; porque ha roto con los mitos y estereotipos de la maternidad aún siendo juzgada en muchas ocasiones por romper con estos cánones sociales; porque a criado a dos personas responsables que la admiran no por lo que es como madre, sino por lo que es como mujer y como persona que, desde luego, se reflejan en su labor como madre. A mi madre que, no solo nos dio la vida, sino que no ha enseñado como vivirla.

Que este mes de mayo, mes de la madre, nos sirva para reconocer a las mujeres que están detrás de su papel como madres, pero sobre todo, que nos sirva para reflexionar qué implica ser madre en una sociedad como la nuestra y qué nos toca, como sociedad y gobierno, para hacer que las mujeres ejerzan de manera libre y sin actos de heroísmo innecesario su maternidad.

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