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Una industria de más de 3,000 millones de dólares

La próxima entrada en vigor del Reglamento de Protección del Medio Ambiente y Manejo de Áreas Verdes en la capital de Aguascalientes, el cual, entre otras cosas, prohíbe a los establecimientos comerciales el embalaje con plásticos de un solo uso, conducirá al impulso de una industria que está valorada en 3,400 millones de dólares a nivel mundial. Ése es el valor que tendrá el mercado de desechables biodegradables, según una estimación de la consultora MarketsandMarkets.

La norma, anunciada en octubre de 2018, determinó dar espacio de un año para iniciar con la aplicación de sanciones. Este periodo de tiempo no sólo significó una oportunidad para los comerciantes de plástico y unicel en cuanto a la previsión de los cambios a realizar en sus unidades de negocio; sino también representó un plazo extra de preparación para las empresas comercializadoras de desechables biodegradables, que se enfrentarían a un incremento natural en la demanda de sus productos.

Óscar Ramos y Francisco Rodríguez, fundadores de Cáscara Empaques Biodegradables, y Dafne Frausto, fundadora de Biodes Desechables Biodegradables, hablan sobre lo que ha sucedido a raíz de la nueva reglamentación.

La norma que detonó el negocio

Las iniciativas de formar Cáscara y Biodes surgieron, en general, hace un lustro. Ambos proyectos nacieron ante la necesidad de ofrecer una alternativa que disminuyera el uso indiscriminado de plástico y que abonara a la preservación del medio ambiente. Los emprendedores recuerdan las dificultades que enfrentaron para cristalizar sus ideas de negocio:

“No miento si te digo que en dos años vendimos una caja. Nuestra labor se concentró en concientizar a la gente del valor de un producto que se deshace en 100 días sobre otro que, aunque más barato, se tarda centenares de años”, recuerda Óscar.

“Cuando inició Biodes, sólo éramos dos empresas en el estado dedicadas a la comercialización de desechables biodegradables. Tras el anuncio del reglamento, se ha sumado una cantidad exagerada de negocios”, apunta Dafne.

Y así como creció la oferta de empresas dirigidas a este rubro, se elevó la demanda de productos biodegradables. “Desde que se notificó el reglamento en la capital, nuestro volumen de ventas ha subido entre 200 y 300 por ciento, siendo conservadores. Sólo en el primer semestre de 2019 superamos el volumen de ventas del año pasado. Y todavía falta el último trimestre, que es una buena temporada”, cuenta Francisco. Hace unos meses, entregaron a un solo cliente, en una sola semana, cinco toneladas de bolsas hechas a partir de fécula de maíz, su artículo más solicitado.

En este contexto, Óscar resalta la conformación de alianzas con las cámaras de los restauranteros, los comerciantes del centro, los hoteleros, entre otras organizaciones. “Para nosotros ha sido todo”.

También Biodes ha registrado un incremento sustancial en la demanda de sus productos, aunque Dafne precisa que gran porcentaje de sus clientes son por convicción, no por obligación.

Exigencias de la nueva realidad

Satisfacer la creciente demanda, no sólo de la ciudad, sino también de la región (e incluso del país, debido a las legislaciones que prohíben el uso de plástico en otros estados), ha supuesto una serie de desafíos y reajustes para los negocios de biodegradables.

“Hemos llegado a acuerdos con nuestros proveedores, tanto de producto terminado como de fletes, para tener mejores condiciones, mejores precios”, dice Óscar. Además, se han visto en la necesidad de profesionalizarse, definir puestos y encontrar capital humano que pueda hacer frente a la nueva dinámica del negocio.

Por su parte, Dafne esgrime que el mayor reto ha sido tener el suficiente stock de sus artículos más vendidos para enfrentar las numerosas peticiones de los clientes. «Si nos piden hoy, tenemos que entregar hoy. No podemos aplazar los pedidos», expresa.

Francisco Rodríguez menciona que también se han ocupado en conseguir inversionistas, “desarrollando esquemas que les parezcan atractivos para que decidan sumarse al negocio, viendo el potencial del mercado”.

Los fundadores de Cáscara y Biodes coinciden en un punto que, a su juicio, es muy importante y alarmante a la vez: la aparición de productos que dicen ser biodegradables, pero en realidad no lo son; hablan concretamente de los oxodegradables.

“En realidad es plástico con aditivos”. Refieren que el reglamento tiene que ser muy claro en ese sentido y determinar si se prohíbe cualquier porcentaje de plástico en los desechables o si hay un nivel permitido. Días atrás, el regidor Miguel Romo Reynoso, promotor de la nueva norma en la capital, declaró que cualquier porcentaje de plástico está vedado.

Otro desafío a sortear, señalan Francisco y Óscar, es la reticencia de los comerciantes a cambiar los desechables de plástico por los biodegradables debido al costo de estos últimos. Una bolsa de plástico puede resultar, en promedio, entre uno o dos pesos más barata que una de fécula de maíz, y los contenedores de plástico o unicel pueden ser entre tres o cuatro veces más económicos que las alternativas orgánicas.

En este sentido, los emprendedores de Cáscara sostienen que los comerciantes pueden aprovechar la oportunidad de adoptar este tipo de productos amigables con el medio ambiente como una herramienta para fidelizar clientes (una encuesta de 2015 reveló que dos de tres personas estaban dispuestas a pagar más para adquirir productos de empresas socialmente responsables).

Dafne también apela a una mayor apertura por parte de las organizaciones y cámaras de comercio y servicios, para que pongan a disposición de los consumidores información sobre los negocios dedicados a la comercialización de biodegradables, con el fin de que elijan la opción más conveniente y “no se casen con una sola”.

“Es difícil empezar en este mercado, hacerte de credibilidad, conseguir un cliente… Y si te enfrentas a estos obstáculos, pues es muy complicado tu crecimiento”.

No son salvadores del planeta

Por último, la fundadora de Biodes manda un mensaje de concientización a la ciudadanía: el uso de desechables biodegradables no resolverá por sí solo el problema medio ambiental que atraviesa el planeta.

“Su uso se debe tomar como una alternativa, no como una solución. Finalmente, siguen siendo desechos de un solo uso, sigue siendo basura, la cual eventualmente se convertirá en contaminante y seguirá siendo perjudicial si su disposición final no es la adecuada. Entonces, debemos ser más conscientes y empezar a usar menos de estos productos. No por usar biodegradables se salvará el mundo. Es una opción, nada más”.

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