Por: Edgar Pérez y Mary López
Cuando hablamos de disfrutar un vino, es común dejar volar la imaginación y recordar momentos que nos llenaron de placer y deleite. Seguramente estábamos en el mood, en el momento y la compañía correcta.
Esto se da debido a múltiples factores que involucran nuestra cultura, el efecto del vino y, sobre todo, la combinación de estímulos que hacen a nuestro cerebro decir: «¡Qué agusticidad edá!«
Para llegar a este clímax hay que entender nuestros sentidos. Al involucrarlos entre sí, orquestamos en el cerebro sensaciones que nos preparan para disfrutar desde que vemos llegar la botella de vino a nuestra mesa.
Hagamos un ejercicio de imaginación. Estás en un restaurante, escuchas una buena canción de fondo mientras los cubiertos resuenan en los platos entre múltiples pláticas de otros comensales. Observas al mesero llegar con la botella de espumoso, lo miras como sirve la copa, burbujeante, y disfrutas llevarla a la nariz para oler los aromas cítricos de pera y piña, mantequilla y pan. Lo pruebas y sientes las burbujas que efervescen en la lengua. Disfrutas, ahora sí, su gran sabor.
¿Se te antojó? Así es como funciona nuestro cuerpo y, en el mundo del vino, existen experiencias que estimulan todos nuestros sentidos (o incluso omitiendo alguno para resaltar los otros). Aquí te van algunos ejemplos: desde una cata o cena maridaje hasta tours por bodegas, vendimias participativas, visitas a ferias o festivales del vino y viajes enológicos.
Una experiencia sensorial muy interesante es la cata a ciegas donde se ponen en juego las habilidades olfativas y gustativas de los participantes. Con el objetivo de analizar lo que se bebe, se eliminan los prejuicios y conocimientos previos relacionados con marcas, regiones de procedencia, varietales y añadas.
Para profundizar en este fascinante tema te invitamos a escuchar el podcast Experiencias Sensoriales. Somos Mary López y Edgar Pérez, sommeliers y conductores de ReWine.
¡Salud!