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Un modelo de vida emprendedor y humanista

Por Carlos de Luna

En los años 70, el enfoque de las industrias se volcó hacia la calidad; en los 80, a la productividad; los 90 se caracterizaron por dar servicio al cliente; la primera década de este nuevo milenio se centró en la comunicación y los sistemas digitales; y ahora vivimos momentos en los que las empresas buscan ser líderes en innovación y tecnología.

En su libro La velocidad marca la diferencia, Bob Davis se enfoca a que, en un mercado tan competitivo, donde la tecnología avanza a pasos agigantados, las firmas deben entender que es más importante hacer las cosas rápidas y bien que lentas y perfectas. Este autor va directo al grano con certeros consejos sobre estrategias y tácticas dirigidas a líderes empresariales, independientemente del sector en el que trabajen.

El tema central de este autor se focaliza en que la velocidad en la toma de decisiones acertadas para no dejar pasar las nuevas oportunidades de negocio es una acción necesaria para la supervivencia de cualquier tipo de negocio; nada disparado a lo que el señor Davis pronosticó en su libro en 2002.

Se ha vuelto muy común recibir por redes sociales las gráficas animadas de los rankings de las empresas y marcas. En ellas vemos, por ejemplo, que de 2000 a 2010 marcas como Coca-Cola, McDonald’s, Disney, Marlboro, General Electric, American Express y Gillette se colocaban en el top 15; pero a partir de 2010, Microsoft, Google, Apple, Samsung e IBM cambian por completo el panorama y Amazon hace su aparición (desde 2016) junto con Facebook, con una presencia notable.

La realidad de estos cambios se deriva de un mundo que circula cada vez más deprisa; las nuevas generaciones de millennials y centennials están haciéndose notar, impactando con sus hábitos de consumo y sus maneras de ver y vivir el presente. El hombre se ha volcado al consumismo y a un nuevo periodo de la historia que da muestras de los cambios drásticos en las ideologías políticas y el equilibrio de poderes que definen las tendencias. La humanidad y las organizaciones caminan muy rápido.

Es imposible separar el éxito de una organización de la conducta y hábitos de quien la dirige. Algunos empresarios colocan por sobre todas las cosas el éxito de su compañía incluso sobre su familia, sus principios y sus ideales. Otros sólo ven el futuro con un matiz monetario y crecen desmedidamente. El polo opuesto se refiere a los dueños de negocios que equilibran sus prioridades y valores para el beneficio de sus clientes, su firma y sus colaboradores; preferentemente se rodean de personas que consideran más capaces que ellos mismos.

Como lo he mencionado en este espacio, el contenido de mi tesis doctoral se enfoca al dirigente de empresa y al impacto de cómo vive; no puedo evitar hacerlo de nuevo, ya que la mayoría de los directores de negocios están inmersos en una serie de altibajos en su identidad emocional y, por ende, sus acciones repercuten en el comportamiento organizacional.

El protagonista de esta edición es Cuitláhuac Pérez, director general de Maindsteel, un hidrocálido de 42 años con un enorme potencial empresarial y humano, que impacta en la evolución industrial del estado y que ha logrado aglutinar a una gran cantidad de empresas en Grupo MAEN, al que en ediciones pasadas se dedicaron algunas páginas por ser un sólido referente en el ámbito de los negocios.

Su sentido de vida, sencillez y humildad han sido marcadas por situaciones familiares y personales que le hacen ver que no todo es producir para tener más bienes económicos; se ha dado cuenta de que la vida lo está esperando para dejar huella como una persona valiosa que contagia emotividad. Si ha leído su semblanza en esta edición, estará de acuerdo conmigo; si no lo ha hecho, lo invito a hacerlo. Para Cuitláhuac, la velocidad es importante, pero no se aleja de estar presente en un modelo de vida emprendedor y humanista.

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