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Ucrania y Rusia, un conflicto de raíces profundas

Desde finales del año pasado las tensiones en Ucrania comenzaron a escalar, con Rusia acumulando tropas en su frontera y Occidente advirtiendo sobre una posible invasión, la comunidad internacional comenzó a elevar su nerviosismo.

El Kremlin ha reiterado en varias ocasiones que no planea un ataque, sin embargo la historia, regiones separatistas ucranianas y un choque de intereses entre Occidente y Rusia han dado indicios de un nuevo posible conflicto.

Desde el siglo lX, Ucrania fue parte de fundamental del primer estado eslavo ortodoxo, La Rus de Kiev, el cual también abarcaba las actuales Bielorrusia y Rusia occidental. No fue hasta el siglo XIII que los mongoles invadieron este imperio que Ucrania inició su historia como territorio en constante disputa.

Entre 1918 y 1920, Ucrania disfrutó un breve momento de soberanía que se vió terminada con su adhesión a la Unión Soviética. Tras la caída del muro de Berlín, el país vecino cayó en un estado híbrido, pues aunque ahora era independiente las tensiones comenzaron a incrementarse internamente y hacia el exterior, en parte porque un significativo número de ucranianos tenía un pasado ruso y ni siquiera compartían el idioma. Mientras algunos querían mantener y fortalecer la relación con Rusia, otros preferían acercarse a la Unión Europea.

Crimea y la región de Donbás, territorios en disputa

La incertidumbre escaló cuando Viktor Yanukovich, miembro del partido pro ruso asumió la presidencia de Ucrania y en 2010, reafirmando su compromiso y vinculó con Rusia negó la invitación de unirse a la Unión Europea. Las manifestaciones y desacuerdo entre los ucranianos crecieron y cuatro años después, consecuencia de la llamada Revolución de la Dignidad (Euromaidán) Viktor fue removido de su cargo.

Rusia respondió invadiendo con marines y fuerzas especiales la península de Crimea -zona que había cedido al país vecino en 1954 y que resulta estratégica para el control ruso del Mar Negro – y sin apenas combatir la anexó a su territorio. Simultáneamente, el Kremlin apoyó la rebelión separatista de Donbás, en Ucrania del sureste. Los grupos armados comenzaron a formarse y los enfrentamientos culminaron en la creación de dos repúblicas rebeldes no reconocidas en la zona, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Luhansk.

OTAN, un motivo más de conflicto

Para avivar la rivalidad, la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, también conocida como la Alianza Atlántica o OTAN, en 1990 y 2000 hacia Europa del este elevó el nerviosismo de Rusia.

En su búsqueda de más asociados, la alianza liderada por Estados Unidos buscaba que Ucrania se uniera, aunque lo cierto es que muchos rusos ven esta iniciativa como una organización militar hostil que ha invadido otros países como Afganistán e Irak.

Además de la posibilidad de la adhesión de Ucrania, representa que occidente gane espacio en el terreno rival y que Rusia se sienta amenazada al tener como vecino a un aliado de Estados Unidos.

Es por esta razón que la demanda principal de Rusia para llegar a un acuerdo diplomático es que la OTAN se comprometa por escrito a que Ucrania jamás formará parte de la Alianza Atlántica, aunque esto represente una violación a la supuesta soberanía ucraniana.

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Lo cierto es que Rusia no está sola, pues en distintas ocasiones Xi Jinping, presidente de China ha reiterado que tampoco está de acuerdo con la política expansiva de la OTAN, pronunciándose a favor del bando ruso.

El mercado del gas también ha sufrido con este conflicto que el principal proveedor de gas en Europa protagoniza. El 40% del gas natural en Europa viene de Rusia, por lo que países como Alemania han señalado que no utilizarán la fuerza militar contra Rusia, pues la escasez de gas en la región, en parte por los recortes del suministro ruso, ha impulsado una subida de precios y contribuido a disparar el coste de la electricidad y las necesidades básicas.

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