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Trabajar menos y vivir más: la reforma de Mancera

Es verano en España, es agosto y Madrid está desierto. La mayoría de los negocios están cerrados “por vacaciones”. Y es que para los españoles las vacaciones y el tiempo de ocio son una cosa seria, ellos saben vivir y vivir bien. Por eso que cuenten con un horario especial de trabajo para estos meses de verano, en los que entran a las 8:00 y salen a las 15:00 horas.

Por ley los españoles trabajan 40 horas a la semana, repartidas principalmente de lunes a jueves, puesto que el viernes –religiosamente- terminan la jornada laboral a las 15:00 horas. Sin embargo; esto no les parece suficiente, por lo que han solicitado una reducción de la jornada laboral similar a la de otros países como Francia, donde trabajan 35 horas a la semana, o en el mejor de los casos como Holanda, donde se trabaja 26.5 horas a la semana.  El argumento, el bienestar ciudadano, una mayor convivencia familiar y una mejora en la productividad e incluso en la economía del país.

Salir a las 15 horas todos los viernes, tener un límite en la jornada laboral y tener un horario especial en verano, resulta una utopía para el mexicano que trabaja. México, de acuerdo con cifras de la OCDE (2014), encabeza la lista de los países en los que más horas se trabaja y, paradójicamente, es también de los países que menor productividad presentan. Las largas jornadas laborales afectan no solo la productividad y la economía de los países, sino que merma la calidad de vida y se convierte en un grave problema para las familias.

Esta toma de conciencia ha llegado al Distrito Federal–al menos como un buen comienzo-, donde a partir del 16 de agosto los trabajadores del Gobierno del Distrito Federal gozan, en palabras de Mancera, de una “nueva cultura laboral”; que en síntesis se trata de lo siguiente:

Las trabajadoras de confianza con hijxs en lactancia dispondrán de una hora diaria para alimentarlos, pudiendo elegir entre entrar a las 10:00 o salir a las 17:00 horas.

Con la reducción de la jornada laboral, la sociedad no solo se beneficia en términos económicos, de producción y de consumo, sino que además, permite modificar los esquemas tradicionales en la repartición de las tareas del hogar y del cuidado de los hijxs, fomentando con esto la paternidad responsable; y por lo tanto, deconstruyendo los estereotipos sociales que causan tanta desigualdad entre hombres y mujeres en los ámbitos familiar y laboral.

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