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TPP: ¿oportunidad o riesgo?

Al igual que con el TLC suscrito con EUA y Canadá en los años noventa, la participación de México en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), un pacto comercial suscrito por 12 naciones del Pacífico que reducirá las barreras arancelarias y establecerá estándares comunes para las naciones firmantes, ha producido ciertas suspicacias entre los sectores económicos; sin embargo, analizado con detenimiento, es sin duda una oportunidad que tendrá efectos positivos para el desarrollo del país.

Según la SE (mayo de 2015), México cuenta hoy con una red de 11 Tratados de Libre Comercio con 46 naciones, 32 Acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones y 9 acuerdos de alcance limitado en el marco de la Asociación Latinoamericana de Integración, sin incluir la Alianza del Pacífico.

Gracias a todos ellos, el crecimiento de su comercio exterior ha sido notable desde 1994, pues en total aumentó 540 por ciento como resultado del incremento de las exportaciones (614 por ciento) y las importaciones (467 por ciento). Es decir, mientras que en 1993 las exportaciones alcanzaron un valor cercano a los 52,000 millones de dólares, veinte años después llegaron a casi 371,000 millones de dólares; y las importaciones pasaron de 65,000 millones de dólares a 370,000 millones de dólares en el mismo lapso.

La apertura comercial y la suscripción de los tratados también modificaron de manera importante la composición de la canasta exportadora. En 1985, por ejemplo, el país tenía un sector exportador muy localizado en los commodities, básicamente petróleo, hidrocarburos y minerales, el cual representaba 57 por ciento de lo que comerciaba en el exterior. En este sentido, el TLCAN ayudó a invertir la composición de la canasta: para 2015, 79 por ciento de las exportaciones mexicanas fueron manufacturas; 6 por ciento, agrícolas y solo 15 por ciento, petrolíferas y mineras.

Además, la atracción de inversión aumentó sustancialmente. Entre 1999 y 2015, México recibió más 400,000 millones de dólares de inversión extranjera directa, de los cuales 55 por ciento vinieron de sus socios del TLCAN.

Pero, ¿por qué la apertura comercial fue un éxito y no una amenaza como se pensaba en los noventa? Porque introdujo competencia y presión positiva en la cultura empresarial. La realidad es que hubo empresas que no solo sobrevivieron a esta situación, sino también la aprovecharon con enorme éxito y consolidaron su posición de liderazgo a nivel regional e incluso global; sin embargo, otras no pudieron operar exitosamente dentro del nuevo escenario. Lo más significativo, tanto en un caso como en otro, fue que la diferencia central no la hizo el tratado, sino la eficacia con la cual cada negocio lo enfrentó.

Con el TPP sucederá lo mismo. ¿Por qué? Por un lado, porque México asegura un acceso preferencial a economías clave del mundo; accede a una oferta exportable de más de 150,000 millones de dólares en los sectores automotriz, eléctrico, electrónico, agroindustrial, químico, acerero, perfumería y cosméticos; y estima un crecimiento de las exportaciones en una cifra similar en cinco años. Por otro, porque este tratado reconoce que en el siglo XXI las tendencias económicas globales tendrán como centro de gravedad al Asia Pacífico y que vamos hacia un mundo, como lo llama Robert Manning, postoccidental.

Por tanto, México (sus empresas, universidades, sindicatos y gobiernos) debe trazarse un mapa de navegación a mediano y largo plazo, el cual establezca prioridades económicas estratégicas; defina cuáles son los ramos productivos en los que busca ser realmente competitivo; articule las políticas en materia de educación superior, ciencia, tecnología, emprendimiento e investigación, con el fin de formular una agenda dirigida a asegurar un crecimiento innovador, productivo y una posición mucho más potente en el cambiante mundo del siglo XXI.

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