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Tenemos presidente electo… ¿Y ahora qué?

Forbes

Madrid, España. Es dos de julio, me despierto más temprano que de costumbre, pues dormí inquieta por los resultados de la elección. Abro el celular y veo mis redes sociales invadidas –y divididas- por una victoria que desde el inicio de las campañas parecía inminente: Andrés Manuel López Obrador es el presidente electo.

La noticia me genera sentimientos encontrados: primero, uno de decepción porque en esta elección no le voté. Lo había hecho en 2006 y 2012, pero esta ocasión no encontraba en él y en Morena el mejor proyecto de nación. Segundo,  de una infinita alegría de saber que en este proceso había ganado la democracia. Esta elección era una de las más grandes y con una participación ciudadana altísima, la gente salió a votar convencida que su voto era una herramienta de cambio. Y así fue.

Esta jornada registró una gran ola de violencia: asesinatos de candidatos y candidatas, robo de boletas, irrupción en las casillas por sujetos armados, incluso, de forma histórica, en Aguascalientes se registró el lanzamiento de una bomba molotov en la casilla 210 en el fraccionamiento de jardines. La violencia dejaba un claro mensaje: algún factor real de poder temía la voluntad popular y, mediante la violencia, pretendía intimidar a los votantes y evitar su participación. Sin embargo, esta vez pudo más la democracia, la gente salió a votar y votó como nunca.

A las cuatro de la mañana de México, el PREP da una victoria a López Obrador con el 53.1943%, convirtiéndose en el presidente electo con mayor legitimidad de la historia de nuestro país, pero, ¿cómo se entiende esta abrumadora victoria? Es muy sencillo: el hartazgo social y la urgencia por una transformación del país, pero también la esperanza de que ese cambio es posible. Y, pese a nuestras preferencias electorales y nuestra convicción sobre quién y cómo deben hacerse los cambios, lo cierto es que el discurso de Andrés Manuel ha sido siempre radical en este aspecto. Y subrayo radical, porque como él lo dijo, es un cambio que necesita ser de raíz. Y la gente que le votó encontró en él un agente de cambio.

¿Qué sigue después de este 1 de julio? Primero, sumarnos a la fiesta de la democracia. Sí, quizá nuestra opción política ha perdido, quizá estamos llenos de incertidumbre e incredulidad, pero ha ganado la voluntad de millones de mexicanos. Hemos ganado como sociedad en un proceso electoral sin precedentes. Segundo, nos toca ponernos a trabajar, bien sea desde el proyecto político que él encabeza o desde la oposición, pero nos toca trabajar por y para México. Tercero, reconciliarnos. Todas y todos tenemos un mismo objetivo en común: un país mejor y una clase política que nos haga sentir representados y orgulloso, pero sobre todo, una sociedad unida y activa capaz de exigir sus derechos y cumplir con sus obligaciones.

Por mi parte, desde la oposición, colaboraré con Andrés Manuel y su equipo para que este país funcione, seré crítica y no dejaré de luchar por un México incluyente que vea por su niñez, por sus adultos mayores, por sus mujeres, por sus indígenas, por sus personas con discapacidad, por sus campesinos y por las millones de personas que viven en situación de pobreza.

Aprovecho para hacer un especial reconocimiento a todas y todos los funcionarios de casilla que con su trabajo han garantizado el éxito de este proceso electoral. ¡Felicidades, México, hoy ganó la democracia!

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