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Techo de cemento: ¿las mujeres se autoimponen barreras y tienen miedo al éxito laboral?

Mi primera colaboración en Líder Empresarial fue sobre el techo de cristal, un concepto que se refiere a las dificultades que tienen las mujeres para acceder a cargos altos o directivos a lo largo de su vida laboral, como consecuencia de las estructuras económicas, sociales y culturales.

Desafortunadamente, ese no es el único obstáculo en el crecimiento y desarrollo de su vida laboral. Existe otro, aparentemente autoimpuesto, que imposibilita el liderazgo femenino. Se trata del cement ceiling (techo de cemento) y se refiere a la autoexclusión de las mujeres de posiciones de liderazgo, por temor a no poder conciliar un equilibro entre su vida laboral y familiar.

Las mujeres, desde su incursión en el mundo laboral, tienen dobles o triples jornadas de trabajo. Además de su jornada laboral, les siguen correspondiendo labores del hogar y el cuidado de los hijxs. Esto es consecuencia de los estereotipos de género y de la situación histórica de la mujer en el ámbito privado, que hacen de estas tareas algo femenino. En contraposición, el éxito y el trabajo se masculinizan.

Precisamente por eso es que las mujeres, al acceder en el poder tienden, a masculinizarse: para poder competir en un mundo donde las reglas han sido hechas por los hombres. El liderazgo se construye y percibe en clave masculina, nuevamente, porque la construcción social del género ha dotado a los hombres de estas cualidades, repercutiendo en la forma en la que las mujeres ejercen el liderazgo.

A manera de resumen, nuestra ecuación se presenta de la siguiente forma: por una parte las mujeres, además de la jornada laboral, se hacen cargo de todas las tareas relacionadas con el hogar y el cuidado de los hijos. Los hombres quedan “naturalmente” excluidos de esas tareas y centrados únicamente en el aspecto laboral.

Por otra parte, las mujeres que logran acceder a cargos altos o directivos tienen que masculinizarse en su ejercicio de poder, creando una especie de paralelismo en sus labores aparentemente incompatibles. El resultado: una mujer no solo agotada –por no decir agobiada-, que no encuentra un equilibrio entre las dos tareas que realiza y que decide renunciar al éxito para no alejarse demasiado de las tareas que “por naturaleza” le corresponden.

Personalmente, no comparto en la definición de techo de cemento como algo autoimpuesto. Considero que el miedo al éxito y/o la renuncia de las mujeres al poder está absolutamente condicionado. El resultado es y será el mismo mientras las mujeres no puedan ejercer un liderazgo feminizado y los hombres participen de forma igualitaria en las labores domésticas.

En el derecho, para que la voluntad sea plena requiere estar libre de coacción. La renuncia de una mujer a los cargos altos o directivos está estructuralmente coaccionada. No son ellas las que renuncian, es el patriarcado las que las hace renunciar.

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