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Anita Andrea: una vida de dedicación y devoción

Anita Andrea

Uno no se vuelve una referencia insigne del turismo en Aguascalientes sin una hospitalidad y una sencillez que desbordan a los visitantes. A sus 88 años, Ana Romero de Andrea, conocida como Anita Andrea, conserva una candidez, humildad y afabilidad que envuelve a quienes hablan con ella. 

Mi padre Dios me permitió tener una vida llena de todo. Las oportunidades que me dio fueron extraordinarias: me casé a los 19, después a trabajar, vivir una vida intensísima que me permitió llevar nuestra comida hasta los países árabes, a Francia, no sé diga a toda la República”, menciona la fundadora (junto a su esposo, el ilustre Don Juan Andrea Borbolla) del Hotel Andrea Alameda y el grupo de Banquetes Punta Paraíso.

En el anecdotario, tiene situaciones tan variopintas como carismáticas. La sra. Anita Andrea rememora la vez que tuvieron la oportunidad de servirle a los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, quienes quedaron tan encantados con la sopa de calabaza que pidieron repetir el platillo. 

Aquella vez, Ana Romero de Andrea tejió el menú con deshilados de Aguascalientes; el detalle fue tan bien recibido por la nobleza española que se lo quedaron como recuerdo.

Otra experiencia singular fue cuando estaban afinando el banquete para la boda de la hija del empresario Don Julio Díaz Torre. La encomienda era preparar salmón ahumado, pero su escasez en el país lo hizo extremadamente complejo.

Anita de Andrea recuerda cómo hubo de viajar escondida en un tren al Paso, Texas, a los Estados Unidos, para poder comprar el salmón requerido para agasajar a una fiesta de 700 personas. De regreso a México, los operadores le gritaron: “¡Güerita escóndase! Ahí viene la migra”, y la migra no dio con la señora de Andrea.

Son anécdotas de experiencias que me ha dado la vida. Yo lo único que le pedí al cielo es que supiera educar a mis hijos”. Dicho y hecho. La familia Andrea no escatimó en la educación de Juan, Luis Miguel y Nesky.

La educación y la enseñanza han sido partes fundamentales en la vida de Anita Andrea, quien ha dicho que hasta el último día pretende seguir aprendiendo algo nuevo. Una filosofía innegociable.

Así es. Sigo con una biblioteca maravillosa. Conseguí el libro del chef que trabajó con los Reyes, ¡fíjate nada más como llegué a ese libro! Para mí, se trata de estar bien a la llegada a dónde me quiera llevar nuestro Señor, pero siempre seguir aprendiendo. Todo esto se lo estoy pasando a mis hijos, a mi nieta, a mi nieto”, señala.

-¿Cuál considera que es el mayor aprendizaje de su vida?

-Creo que a luchar. En mi mente siempre ha estado el tratar de hacer las cosas muy bien, desde que estaba en el Colegio Guadalupe Victoria, con la señora Ibarra de Briseño, que fue mi hada madrina, cantaba, bailaba, aprendía inglés. 

Luego llego con los Andrea y me toca aprender todo lo de la gastronomía y por ende aunar la hotelería. Ahí empezó mi vida; esa ha sido mi principal enseñanza…y jamás separarnos de nuestro Señor, que mis hijos aprendieran…Eso era lo principal, y aquí me tienes, encantada de la vida.

La tranquilidad es lo que más valora Ana Romero de Andrea en esta fase de la tercera edad. Menciona que si una persona está tranquila, le permite ser alegre, feliz, estar contento. Sentir que lo que te da la vida es maravilloso, con todas sus experiencias, pero a la par te permite disfrutar del presente.

Tuve cáncer, soy diabética y fíjate todo lo que mi padre Dios me permitió alcanzar. Aquí estoy, maromeándola, haciendo chapuzas pues de vez en cuando se me antoja un dulce, pero poniendo los pies en la tierra por si quiera morirme tranquila”.

Ese es el mensaje que le da a los jóvenes: vivan tratando de encontrar la tranquilidad. “Si todos los muchachos se proponen y se refugian en lo que ellos consideran que se deben refugiar, podrán tener la esperanza de que lo feo va a pasar”, exhorta.

El lunar más grande en su vida es la pérdida de su hijo Juan, fallecido hace unos pocos años.

-¿Cómo se supera ese trance?

-Con El de Arriba.  Te da como si te fueras a volver loco, no hay pena más grande. Los papás traen registrado en su cerebro que por la edad se van a morir primero. Es la peor pérdida y si no estuviera cercana a nuestro Señor, no lo hubiera podido superar. Ahora es una tristeza dulce, pidiendo que esté con Él y yo con la gente que más quiero.

-Sueña con su reencuentro.

-Cuando llegue el momento. A ver a dónde tiene pensado mandarme mi padre Dios, pero el dolor de la pérdida de un hijo no se compara con nada…pero también, mira todas las enfermedades que quieras, y estoy aquí, platicando contigo. Gracias por venir.

-Gracias a usted, por abrirnos las puertas de su casa y de su vida.

[…] Mi padre Dios me permitió tener una vida llena de todo, de oportunidades extraordinarias, de vivir una vida intensísima […] Pero mi filosofía es seguir aprendiendo hasta el último día. Tratar de estar bien a la llegada de donde me quiera llevar nuestro Señor, pero siempre aprendiendo”.

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