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Sinodalidad: encontrar, escuchar y discernir para crear un mejor Aguascalientes

Sinodalidad significa caminar juntos en la misma dirección. Hay tres verbos que lo caracterizan: encontrar, escuchar y discernir.

Lo primero tiene que ver con dar con alguien o algo que se busca; lo segundo, con prestar atención a lo que se nos dice. Lo tercero es sinónimo de juicio, perspicacia, distinción o comprensión; es decir, cuando una persona discierne algo debe de comprender, distinguir, para tomar una decisión correcta y ser prudente en su manera de actuar. En el camino, como en la parábola, todos tenemos algo de heridos, algo de fariseos desentendidos y, por fortuna también, algo de samaritanos.

Un ejemplo puede ser cuando un individuo se desenvuelve entre un grupo de personas; debe observar su entorno para determinar sus acciones hacia una convivencia saludable. Por otro lado, lo contrario a discernir serían la imprudencia, la inocencia, la insensatez, la irreflexión, entre otros. Se refiere a las personas que no son capaces de hacer un juicio cabal sobre la situación y no aprecian las consecuencias de sus actos.

En Aguascalientes, la sinodalidad tiene caminos demográficamente diversos —segmentados en grupos de edad cada vez más específicos—. A diferencia de la estructura piramidal del pasado, ahora contamos con un edificio poblacional de 100 mil habitantes por piso y cuyo penthouse se encuentra cada vez más lleno de adultos mayores.

En ese sentido, los requerimientos de las personas son multidimensionales. Habría que escuchar cuáles son sus intereses y necesidades, para discernir y actuar en consecuencia.

¿Qué implica la escucha?

Otra manera de llegar a quienes andamos buscando es encontrarlos en su medio. En Aguascalientes, contamos con no menos de catorce “ecosistemas” socioeconómicos diversos, con características tan diferentes como las que presentan los que habitan en las mil localidades dispersas, o quienes residen en los exclusivos y excluyentes cotos urbanos. También encontramos que Aguascalientes es más cercano al tamaño de la diócesis que a su propia demarcación política (con el doble del territorio y 300 mil habitantes adicionales).

Una modalidad de abordaje más reciente se hace presente cuando la disección la hacemos a escala humana; es decir, en unidades de focalización que permiten conocer la inmediatez de las personas con su entorno vecinal y si este cuenta con lo esencial para atender cuanto requiere su desarrollo en comunidad.

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Si dividimos la ciudad capital de Aguascalientes en 20 unidades homogéneas a razón de un buffer de un km de diámetro cada una, encontraremos diferencias abismales entre unas y otras —aún en cuestiones tan básicas como contar con suficientes unidades de atención a la salud y la asistencia social (con diferencias de hasta dos dígitos)—.

Otra forma de encontrarnos será buscar a los que se encuentran lejos, pero que nunca han sido ajenos a nosotros: la población migrante de quienes dependemos tanto particularmente en lo económico, o aquellos que, si bien ya piensan diferente, llegan a actuar de manera más consecuente en el marco de su realidad.

La sinodalidad internacional, ¿qué podemos aprender?

Si nuestro interés fuera universal y aplicásemos una encuesta sobre la sinodalidad internacional (partiendo de considerar a los países más diversos, generosos y felices), tendríamos múltiples ejemplos y seguramente muchas buenas prácticas por imitar.

Podrías destacar la generosidad y buena gestión de la pandemia de Nueva Zelanda;  la seguridad y cuidado del medio ambiente de Costa Rica; la necesidad de compartir incluso con extraños en Kenia, o el progreso social de muchos países donde los habitantes no manifiestan pertenecer a alguna religión —pero se manejan con una ética consecuente con los requerimientos actuales—.

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