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Si soy feminista, ¿debo votar a una mujer solo por el hecho de serlo?

Hace unos días un ex compañero mío del trabajo me decía: “bueno, supongo que siendo feminista este 2018 le darás tu voto a la candidata mujer”. Mi respuesta fue corta pero sincera: “voy a votar por quien se comprometa con los derechos humanos de las mujeres y con México”. Y no, no es una respuesta políticamente correcta o una salida fácil, mi voto será para el hombre o mujer que represente mis valores sociales, mis preocupaciones y, sobre todo, que sea capaz de hacer política de forma diferente. Mi decisión, en esta ocasión, no está condicionada al sexo de el o la candidata.

Las cuotas de participación políticas de las mujeres, como mecanismo de acción afirmativa para compensar las desigualdades en el acceso a la política de hombres y mujeres, resulta una herramienta fundamental para garantizar un Estado Democrático Social de Derecho. Como medida temporal, garantiza procesos más equitativos y justos en un sistema que histórica y estructuralmente ha sido creado para los hombres. En este sentido, celebro que en el 2018 una de las posibles candidatas sea una mujer y, también celebro, que en una de las elecciones más importantes como es la del Estado de México existan tres candidatas, una de ellas liderando las encuestas.

Sin embargo, existe un aspecto cultural que sobrepasa esta medida de acción afirmativa: el machismo tan interiorizado que, por una parte, no permite llegar a todas las mujeres al poder; es decir, los espacios están reservadas para un grupo privilegiado de mujeres de cierta clase social, nivel económico, nivel educativo, etc. Y, por otro, impide un empoderamiento real que genere conciencia y compromiso de las mujeres con las mujeres; pues las estructuras de poder y la forma de hacer política son tan patriarcales que de una forma inconsciente –o no- se da una masculinización de las mujeres en el poder.

Y son esas mujeres, como Margarita Zavala y Josefina Vázquez Mota, las que terminan no solo reproduciendo el statu quo que tanto daño ha hecho a México, sino que se convierten en defensoras de aquellos valores y estereotipos sociales que por años han oprimido a las mujeres. Olvidada queda entonces una agenda feminista que apele a la igualdad entre hombres y mujeres, que reconozca la diversidad y particularidades de éstas y vele por su integridad, seguridad, libertad y vida.

No se es feminista por ser mujer, ni el ser mujer te compromete con la causa de las mujeres, pues muchas veces los privilegios hacen invisibles otras realidades y problemáticas. Y, en este sentido, el feminismo es clave para una nueva forma de hacer política y para una nueva forma de relacionarnos, pues exige una mirada constantemente crítica al sistema, a las instituciones, a la política y a las relaciones humanas. Y es que la desigualdad de género es la madre de todas las desigualdades.

Me es sumamente gratificante ver mujeres disputando los espacios públicos pero más lo es ver a mujeres con consciencia feminista, comprometidas con la igualdad y representando las voces de todas las mujeres.

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