Por Carlos de Luna
Normalmente, una noticia sobre alguna competencia deportiva inicia mencionando al triunfador, al primer lugar. Sucede lo mismo en el ámbito empresarial. Se reconoce al líder, a quien va a la cabeza en el mercado. El referimiento o benchmarking es un proceso continuo para evaluar a quien desarrolla las mejoras prácticas en el sector. De ahí que compararse con el más fuerte o el mejor es un anhelo y una conquista.
Siempre ser el primero
Los entrenamientos y las terapias vivenciales de Vince Lombardi (entrenador de los Empacadores de Green Bay en la década de los sesenta) y los espacios de tiempo que otorgó a sus jugadores para inspirarles fortaleza mental, compromiso y sacrificio, fueron los ingredientes principales de su conquista de tantos títulos.
Como líder deportivo, Lombardi deja un legado en la historia con su inmortal frase: “Ganar no es lo más importante, es lo único”.
Fácil… nunca
“¿Qué se siente ser la número uno?”, fue la pregunta que le hicieron a Ana Guevara (la mejor velocista mexicana de 400 metros planos) al término de una competencia en la cual se alzó con el triunfo. Ella respondió: “Por ahora y hasta la siguiente competencia, disfruto el logro; pero estoy consciente de que llegará alguien que superará lo que en este momento hice”.
Su respuesta podría utilizarse perfectamente en el mundo empresarial. Avis, la firma de renta de autos con un alto prestigio en todo el mundo, durante muchos años reconoció que era la número dos; pero esto lo supo aquilatar muy bien, ya que seguir a Hertz (el primero en su mercado) era todo un reto.
Avis solicitó a su agencia de publicidad una campaña atractiva para los clientes y el resultado fue una frase impresionantemente hábil: “Somos la empresa número dos en renta de autos en el mundo, por ello estamos trabajando para ser mejores”.
Las rentas de la compañía aumentaron enormemente, los colaboradores entendieron que habría que esforzarse más y los clientes ubicaron ese esfuerzo en la mejora de la atención y el servicio. Sacar ventaja de ser el número dos y promocionarlo ha sido un hito en la mercadotecnia. Eso no fue fácil.
No hay más opción
El liderazgo es una decisión personal, pero requiere preparación. Hugo Landolfi, filósofo argentino enfocado en las posibilidades de mejora del ser humano y muy especialmente orientado a desarrollar los potenciales de las organizaciones para lograr la excelencia, abunda en que el líder es una persona que se encuentra al completo servicio del liderado: “No se puede liderar si no se busca el bien del prójimo, además del bien propio”. A un verdadero líder se le sigue ciegamente porque es una persona honesta, con capacidad para comprender el bien común.
Genuinidad
No se puede ser auténtico cuando no se tiene honestidad. Si no se es íntegro e intachable, entonces se es un pseudo líder, un personaje etéreo, un estafador de ilusiones, ‘un cuelga medallas’, un don nadie que no es capaz de ser extraordinario. Toda la vida carga máscaras que son muy caras y que no le dan la oportunidad de presentar un rostro fantástico y digno de un ser excepcional.
El desafío
Los negocios que trascienden se acomodan a un director que decide conseguir el liderazgo. La principal y más recurrente pregunta a sus colaboradores es: ¿Qué importa realmente? Este cuestionamiento hace a la organización simplificar situaciones vulnerables o complicadas. Es un debate que los visionarios ocupan realizar y contagiar a su personal: ¿A qué darle valor? ¿A la apariencia? ¿A lograr mejores utilidades? Tampoco.
Karl Albrecth, un afamado experto en temas empresariales, menciona en su libro La misión de la empresa, que lo que importa realmente es crear clientes y mantenerlos satisfechos, lo demás se da por añadidura. Esta fascinante obra refiere el enfoque que nunca debe perderse: aquello que para el cliente tiene valor.
El caso de Xóchitl Padilla es un claro ejemplo del espíritu conquistador, de alguien que se ocupa de trazar estrategias para alcanzar su objetivo: ser número uno.