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San Marcos, patrono de la feria

Por Alejandro Basáñez Loyola, autor de las novelas históricas: México en llamas; México desgarrado; México cristero; Tiaztlán, el fin del Imperio azteca; Santa Anna y el México perdido; Ayatli, la rebelión chichimeca; Juárez ante la Iglesia y el Imperio.

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Al final de la guerra chichimeca en el siglo XVII, surgió una congregación indígena avalada por Santa María de los Lagos, de quien dependía la villa de Aguascalientes, pueblo estratégico en el Camino de la Plata de México a Zacatecas. Esta congregación natural se convirtió en el pueblo de San Marcos, en honor a San Marcos Evangelista, autor del Evangelio de Marcos y el fundador y primer obispo de la Iglesia de Alejandría.

El pueblo de indios fue creciendo poco a poco, sin la mediación oficial del virreinato, gracias al asentamiento voluntario de indios provenientes de Jalostotitlán, Teocaltiche, Nochistlán, San Gaspar, Apozol, Jalpa, Mitic y otros pueblos pertenecientes a la jurisdicción de Juchipila.  Diversos grupos indígenas que, después de tantos años de persecución y acoso, por fin encontraban un resquicio para desarrollar una vida normal, en constante interacción con los pobladores criollos, mestizos y españoles de la creciente villa vecina.

La villa de Aguascalientes se mostró complaciente a esta relativa invasión indígena porque el nuevo pueblo significaba una importante reserva dócil de mano de obra, de la que podían echar mano los españoles en sus casas y haciendas.

De esta manera, el asentamiento indígena fue creciendo y paulatinamente adquiriendo el aspecto de un verdadero pueblo o barrio de indios. Este proceso fue acompañado por un liderazgo inteligente de los líderes de la congregación, al grado de llegar a exigir y obtener el reconocimiento de las autoridades de la villa de Aguascalientes. De manera natural, San Marcos dio ese paso fundamental de caserío informal a una verdadera república de indios, capaz de contar con sus propias autoridades.

Existe una prueba documentada, fechada el 3 de diciembre de 1621, donde se muestra esa interacción legal entre indios y habitantes en el crecimiento de la villa: es un acta de matrimonio de Francisco Jiménez y María Magdalena, provenientes de Nochistlán, donde aparece como padrino el indio Juan Bautista, “alcalde de San Marcos”. El acta constituye la primera referencia documental al “pueblo” de San Marcos como tal, y a sus autoridades, una clara prueba de que las autoridades eclesiásticas reconocían la existencia del nuevo pueblo de indios, y aprobaban su constitución como comunidad política independiente de la villa.

En 1604, los indígenas de la zona construyeron una modesta iglesia llamada Templo del Pueblo Nuevo de Indios de San Marcos. En 1630 se creó la primera capilla, la cual fue dedicada a la Limpia Concepción o Nuestra Señora del Pueblito, en la cual se comenzaron a hacer los primeros entierros.​ En 1655 se comenzó a construir el actual Templo de San Marcos, cuya edificación duró más de cien años, siendo terminado en 1765.

Con el correr del tiempo, como era natural, los sanmarquinos demandaron la posesión de sus tierras, que como pueblo de indios tenían derecho. Amenazados por los vecinos pudientes de la villa de Aguascalientes, que los obligaban a trabajar en sus haciendas y campos de labor, obtuvieron de la Real Audiencia de Guadalajara una provisión fechada el 2 de diciembre de 1626, mediante la cual les entregaban las tierras que hubiesen menester para sus siembras y agua para trabajarlas.

Lo entregado no era mucho para las autoridades, pero toda una conquista para los indígenas, una huerta o terreno tan pequeño que parecía imposible que esas familias que formaban por entonces el pueblo pudieran sostenerse, pero el logro principal era que la Audiencia estaba reconociendo la existencia del pueblo y dándole su amparo. Al acceder a darles ese jirón de tierra, la Audiencia proporcionaba a los naturales el reconocimiento como pueblo de indios, una especie de acta de nacimiento como entidad política, la tierra necesaria para mantener a la comunidad, la familia y al individuo.

A pesar de su labilidad, el pueblo de San Marcos participó activamente en el crecimiento de la región.

Principalmente en sus primeros treinta años (1620-1650), donde parece haber funcionado como un polo de atracción para la inmigración indígena. Los estragos provocados por la Guerra del Mixtón, que diezmó casi por completo la población indígena, fueron en cierta forma un bálsamo con esta venturosa fundación. Este pueblito fue el primero de los cuatro asentamientos indígenas que tuvo Aguascalientes en el virreinato, después vendrían San José de Gracia, Jesús María y San José de la Isla, y sin duda puede identificarse a San Marcos como la madre o raíz más profunda del perfil étnico de la región.

El 1 de marzo de 1831 el Ayuntamiento compró un sitio de 175 x 92 metros con el propósito de construir el jardín de San Marcos y dotar a la ciudad de un paseo para el recreo de sus habitantes. El 9 de marzo de 1842 se inició la construcción de una balaustrada neoclásica en cantera, con entradas hacia los cuatro puntos cardinales y remates tipo jarrón, obra impulsada por el general Nicolás Condell, gobernador de Aguascalientes en 1842, finalizándose la magna obra cinco años después. El quiosco de hierro fundido, con veinte jarrones y una hermosa fuente se inauguró en 1891.

Con el transcurso del tiempo, la cercanía con la villa de Aguascalientes y la imposibilidad de seguir creciendo como pueblo independiente, ocasionaron que San Marcos fuera absorbida como un barrio más de Aguascalientes. San Marcos, en sus últimos años, fungía como arrabal, sitio de diversión y reclutamiento de trabajadores de la gran villa. Los indios no aguantaron la tentación del dinero constante y sonante que les ofrecían los criollos y vendieron sus tierras.

Uno de estos famosos compradores fue el criollo liberal José María López de Nava, miembro del círculo gobernante, quien se valió de su poder para adquirir valiosos terrenos de San Marcos, lo que vino a ligar de manera directa el tema de la desaparición del pueblo de indios con la consolidación de la infraestructura en la que se celebraría la feria. Así las cosas, el pueblo no sólo acabó dándole su nombre a la feria, sino también los terrenos para ese propósito.

Aguascalientes aprovechó su ubicación estratégica en el Camino Real para organizar en octubre de 1828 una feria que se diferenciara de la de San Juan de los Lagos, que de una manera era un pueblo saturado durante todo el año por la milagrosa virgen de la Concepción. El parián de Aguascalientes tendría su propia feria donde se darían cita los comerciantes más ricos del Bajío, evitando la enorme aglomeración y bandidaje en la que se había convertido la tradicional feria de Jalisco. En el parián había espacio suficiente para dar comodidad a los visitantes que venían a Aguascalientes exclusivamente para la feria, y no para ver a la virgen, como acontecía todo el año en San Juan de los Lagos.

Esta feria competiría con las de Acapulco, Jalapa y San Juan de los Lagos. La feria se llevó a cabo por veinte años seguidos en el Parían de Aguascalientes. En 1848 cambiaría su sede al Jardín de San Marcos, pasándose su celebración al mes de abril, ya que el día 25 se celebra al santo patrono San Marcos.

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