Ricardo Rodríguez nació en Guayaquil, en una familia de tres hermanos donde sus padres le inculcaron desde temprano la importancia de la disciplina y el esfuerzo El valor del mérito.
A través de la competitividad sana con su hermano mayor, Ricardo aprendió a no conformarse y siempre buscar la excelencia.
Su carrera profesional comenzó en PwC como Assurance Auditor y luego siguió una serie de roles en empresas multinacionales, como TQ Coniable y Kimberly-Clark, donde se especializó en análisis financieros y desarrollo de negocios. Sin embargo, fue en Daikin donde dio un giro significativo, entrando al equipo estratégico de Latinoamérica en 2018, tras una exitosa transición de la consultoría a la gestión de fusiones y adquisiciones.
Bajo su liderazgo en Daikin, Ricardo fue el arquitecto detrás de la implementación del modelo “Cooling as a Service”, una revolucionaria forma de ofrecer climatización como servicio en lugar de vender equipos. Este modelo, enfocado en la eficiencia energética y el acceso a nuevas tecnologías, fue implementado con éxito en varios proyectos de alto perfil en México, reduciendo costos y mejorando la productividad de las empresas.
Con su enfoque práctico y su pasión por la innovación, Ricardo ha llevado a Daikin a liderar con soluciones disruptivas, buscando siempre proyectos que pocos se atreven a abordar, pero que, con visión y perseverancia, pueden traer grandes resultados.
Su dedicación al trabajo es tan intensa que, como él mismo dice, «cuando empiezo algo, me dedico al 100%«. Su labor en el área de innovación sigue siendo fundamental para la expansión y el futuro de la empresa en la región.
Superando el síndrome del impostor: De la duda a la confianza
El síndrome del impostor es una experiencia común, con más del 70 % de las personas en el mundo enfrentándolo en algún momento. Ricardo Rodríguez también lo vivió al principio de su carrera, especialmente cuando dio el salto a Daikin y asumió retos más grandes.
La inseguridad lo llevó a preguntarse: «¿Por qué estoy aquí?», y se sintió, en ocasiones, fuera de lugar en una empresa tan global. Sin embargo, pronto aprendió a transformar ese temor en una herramienta poderosa de crecimiento.
Ricardo considera que «la valentía no es la ausencia de miedo, sino actuar a pesar de él«. Comprendió que cada intento fallido era una oportunidad de aprendizaje. “Creo que el síndrome del impostor, más allá de generarte temor, también te ayuda a prepararte más”, reflexiona. Esta mentalidad le permitió enfrentarse a los desafíos con una actitud más resiliente.
Humildad, claridad y cercanía
Ricardo Rodríguez define su estilo de liderazgo en tres pilares clave: humildad, claridad y cercanía. Él se enfoca en mantener una actitud cercana con su equipo, no como un jefe distante, sino como un compañero de trabajo que lucha por un mismo objetivo. Para él, el liderazgo no se trata de imponer, sino de generar confianza y camaradería, elementos esenciales para crear un entorno sólido, especialmente cuando se trata de innovación disruptiva.
En el ámbito de la innovación, su enfoque es aún más crítico. Ricardo sabe que romper paradigmas no es tarea fácil y requiere una cohesión fuerte dentro del equipo. «Es fácil que la innovación se desvíe hacia el ‘business as usual'», explica.
Por ello, su principal desafío es mantener el rumbo, asegurándose de que el equipo se mantenga fiel a la visión original. El equilibrio entre la creatividad y la metodología es esencial para él, ya que el impulso por innovar puede llevar a perder de vista los objetivos a largo plazo.
Además de la cercanía, Ricardo valora la claridad como un componente crucial en el liderazgo. «Siempre hay que tener claro lo que se quiere lograr y ser fiel a esa visión«, asegura.
Aunque las circunstancias cambian y surgen imprevistos, para él, un líder debe ser capaz de comunicar esa visión y retomar el camino cuando el equipo se desvía. De este modo, su liderazgo no sólo guía a su equipo, sino que asegura que se mantenga enfocado y comprometido con los objetivos comunes.

Soltar para avanzar, simplificar para conectar
Ricardo Rodríguez ha aprendido a lo largo de su carrera que la delegación efectiva es un pilar fundamental para el liderazgo. Para él, delegar no solo implica asignar tareas, sino confiar plenamente en su equipo para que se adueñen de los proyectos. «Cuando una persona se enamora de un proyecto y lo asume como propio, es cuando realmente puedo soltar«, afirma.
Este enfoque le permite a Ricardo liberar su tiempo para concentrarse en mirar más hacia el futuro, mientras empodera a su equipo para que tome decisiones y resuelva problemas de manera independiente.
La confianza en sus colaboradores es clave. Ricardo no delega hasta que no siente que la persona está completamente comprometida con el proyecto. Una vez que el equipo demuestra responsabilidad (“accountability”), los deja actuar con libertad, sabiendo que, aunque puedan cometer errores, su compromiso los llevará al éxito. «Lo más importante es identificar ese sentido de pertenencia en los proyectos, porque eso es lo que me da confianza para delegar más«, explica.
En cuanto a la comunicación, Ricardo dedica una parte significativa de su tiempo a simplificar sus ideas. «Paso el 30% de mi día buscando ser claro y conciso, simplificando mis ideas«, señala. Su proceso consiste en escribir y luego despejar su mente, para volver más tarde a estructurar y simplificar el mensaje. Esta dedicación al detalle le ha permitido comunicar eficazmente sus objetivos y visión tanto a su equipo como a líderes externos, asegurando que todos estén alineados con la estrategia.
Una brújula de claridad y pasión
Ricardo Rodríguez, en su búsqueda constante de claridad, ha dedicado un espacio profundo a la creación de un credo personal. Este credo no sólo reafirma lo que es hoy, sino que le proporciona una brújula que lo guía en todos los aspectos de su vida.
Desde su rol profesional hasta su faceta como padre y esposo, Ricardo utiliza este credo para visualizarse de manera integral cada mañana. Durante sus caminatas matutinas, rodeado de la serenidad de su entorno, se toma un momento para conectar consigo mismo y establecer su propósito para el día.
Este hábito le ha brindado una claridad invaluable, permitiéndole enfocar sus esfuerzos con una visión definida. “Lo importante es cómo te sientes y hacia dónde vas, más allá de las situaciones cotidianas o las incertidumbres”, reflexiona. Para él, el tener bien fijado el rumbo le ha dado la tranquilidad necesaria para enfrentar cualquier desafío con serenidad.
Pero, además de tener claro su rumbo, Ricardo enfatiza la importancia de no perder el corazón en el proceso. Durante una conversación con un compañero de trabajo, Ricardo fue introducido a un concepto japonés que cambió su perspectiva sobre el esfuerzo.
Su compañero le explicó que el kanji asociado con «trabajar duro» está compuesto por dos elementos: «perder» y «corazón», lo que implica que el esfuerzo extremo puede llevar a la pérdida de lo que realmente importa.
Esta lección le hizo reflexionar sobre cómo, por muy lógica que sea una solución, si se pierde la pasión y la conexión emocional, se pierde también el propósito. En sus propias palabras: “si no hay corazón, simplemente no se logrará lo que uno se propone”. Para Ricardo, trabajar con el corazón significa estar dispuesto a modificar el camino cuando sea necesario, sin aferrarse a una única solución.
La verdadera resistencia y el éxito no provienen sólo del esfuerzo racional, sino de la dedicación apasionada y el compromiso genuino con el problema que se busca resolver.