En 1938, Francisco Valdés Vera y su esposa, María Soledad Torres Márquez, vendían queso crema y mantequilla en la calle 5 de mayo, frente a una estación de autobuses. Ahí, atendían a los viajeros que les pedían de desayunar. Al poco tiempo, su puesto se convirtió en un restaurante, el cual ya tiene 80 años de vida.
Las recetas originales de la abuela, la dedicación y calidez en la atención a los comensales son algunas de las virtudes del Mitla, que a través de sus recetas ha conquistado el paladar de cuatro generaciones.
Actualmente, el restaurante es dirigido por Rafael Valdés Ortiz (licenciado en Hotelería y Turismo) y su esposa. Su mayor orgullo, dicen, es poder ser testigos de cómo, a lo largo de los años, sus mesas se han ido llenando de viejas y nuevas generaciones que conviven entre ellas, sumándose así a la tradición de este espacio culinario.
“Lo que hace al Mitla tener esa magia es el espíritu genuino por la atención y la amabilidad que brindó siempre mi abuelo, mi padre, mi madre y nosotros al día de hoy”, comenta Rafael Valdés.
Algunos de sus platillos clásicos son el famoso mole poblano, la arrachera al molcajete, el pollo a la parmesana y las fajitas supremas Mitla con camarón gigante.
El premio otorgado al Restaurante Mitla por su trayectoria y mérito restaurantero, afirma Valdés Ortiz, es para toda su familia, pues todos han formado parte de la historia y crecimiento del lugar.
“Es un gran orgullo tener un restaurante, pero tener uno con prestigio y tradición es otra cosa. Ochenta años se dicen fácil, pero no lo son”.
