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Reflexiones sobre la escuela y el trabajo desde casa

Escrito por Genaro Borrego Estrada

La inesperada y expansiva pandemia del COVID 19 ha precipitado cambios relevantes siendo algunos muy profundos en la manera de vivir y de desempeñarse tanto las personas, como las familias,  las empresas,  las escuelas, las instituciones y la sociedad en general.  El indispensable confinamiento ha obligado a cambiar súbitamente de hábitos y ha exigido proceder de diferente manera para estar en condiciones de continuar con las actividades indispensables como aprender, trabajar, comprar, proveerse, ejercitarse, convivir, divertirse, informarse, participar en comunidad etc.

  Ya  de hecho somos diferentes;  en mucho para bien y también para mal. Quienes han perdido un ser querido quedarán afectados de por vida y quienes hemos tenido la fortuna de no padecer del contagio tendremos secuelas en nuestra mentalidad, en   nuestra visión del mundo y de la vida, en nuestra relación con el entorno cercano y remoto y desde luego en nuestros hábitos cotidianos. 

La forma de comunicarnos ha sido uno de los cambios más disruptivos que estamos viviendo. La tecnología ha sido el medio para hacerlo, es la nueva manera de interrelacionarnos, habiendo sido su incorporación a nuestras vidas en extremo vertiginosa. Ya lo hacíamos antes, pero ahora es de una manera intensa y para la gran mayoría de nuestras actividades. Donde me parece que tiene y tendrá mayor trascendencia es en el uso de la tecnología para asistir virtualmente a las escuelas y a los centros de trabajo. Aprender ya no en un aula sino en un improvisado espacio dentro de la casa – desde la educación básica hasta la superior-   permaneciendo concentrados los alumnos frente a una pantalla por  varias horas diariamente, sin duda tiene efectos físicos y psicológicos que marcarán para siempre a quienes lo están experimentando. 

La casa es el espacio por excelencia para la convivencia y el descanso de las personas. Es el lugar íntimo donde se busca el relajamiento y el confort afectivo y no precisamente el lugar para el esfuerzo y la lucha por la vida. Sin embargo esta nueva realidad está obligando a que la casa tenga una doble función para lo cuál no está preparada ni física ni culturalmente, teniendo consecuencias indudables para sus integrantes. Los niños y jóvenes tomando clases y los mayores realizando sus trabajos, ya sea como empleados o como profesionistas o emprendedores, simultáneamente a las labores propias del hogar en la cocina y en la limpieza resulta complicado. La dinámica familiar cambia; hay invasión de espacios, traslapes y desajustes de horarios, roces inevitables y por tanto tensiones inconvenientes. 

No obstante, hay que reconocer que también tiene muchas ventajas y aspectos positivos si somos capaces de tener flexibilidad y capacidad de adaptación a una diferente realidad. Las actuales circunstancias, que desde luego no han sido ni serán breves, nos han obligado a utilizar la tecnología quizá de una manera excesiva y demasiado intensa, es mucho el tiempo en el que están los alumnos frente a la pantalla ya sea en el horario de clases como en el dedicado a las tareas y para colmo seguir con los juegos digitales o películas para su entretenimiento. Se está generando una especie de adicción a la computadora y al celular. Eso no me parece positivo y habrá que moderarlo. Estamos en la pandemia del COVID y quizá también en la pandemia del inmoderado uso de la tecnología contemporánea la cuál ciertamente es indispensable y de enorme utilidad pero estamos exagerando. 

La salud mental es tan importante como la física y no cabe duda que hay afectaciones y daños crecientes en la población estudiantil. Depresión, ansiedad, irritabilidad, confusión, agresividad, angustia son síntomas cada vez más frecuentes entre nuestra juventud. Las políticas de salud en México no están considerando ni siquiera con una mínima prioridad a la salud mental lo cuál es muy grave. Los trastornos mentales y de la conducta no tienen la atención debida y las consecuencias son devastadoras. Quienes las padecen no son diagnosticados oportunamente y no existen con suficiencia las instancias para su adecuado tratamiento.  

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