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REAPERTURA ECONÓMICA PRUDENTE

Genaro Borrego Estrada

La pandemia de COVID-19 es de tal gravedad que ha obligado a toda la población a permanecer en casa a riesgo de que el nivel de contagios crezca en proporciones incontrolables con las consecuencias trágicas que ello significa en pérdida de vidas.

Ello ha exigido a las empresas detener sus operaciones ya sea por mandato de la autoridad sanitaria o debido a la carencia de insumos, la ausencia del personal o por la drástica caída de la demanda.

Este “paro” obligado ha generado un desplome del empleo formal, según las cifras dadas por el IMSS, a niveles sin precedentes, y ha puesto en riesgo la viabilidad futura de miles de empresas las cuales evidentemente atraviesan por una severa crisis de liquidez. Para las empresas, particularmente las pequeñas y aún medianas, es imposible sostenerse por dos o tres meses sin ingresos provenientes de sus ventas.

El dilema entonces es: ¿cómo controlar la pandemia y evitar la propagación del virus y simultáneamente evitar el colapso económico en el país y en entidades con diferentes circunstancias tanto sanitarias como de peculiaridades y diversificación de la economía?

La pregunta es pertinente sobre todo porque el actual Gobierno Federal ha negado contundentemente apoyos a las empresas. Hay una obsesiva actitud contraria a los emprendedores de todos los tamaños. Lamentablemente nos gobierna un populismo antiempresarial por evidentes tabúes ideológicos los cuales van en contra incluso de los propósitos sociales que proclama perseguir. Su actitud contraria a quienes crean empleos y generan bienes y servicios a la sociedad lo que trae como consecuencia es que haya más personas y familias en la pobreza y menos recursos fiscales para su atención. La magnitud y profundidad de la crisis económica que ya se iniciaba antes de la pandemia, con ella se convirtió en la mayor y más lamentable que nuestra generación haya conocido.

La pandemia va a seguir presente por varios meses más hasta que se consiga disponer de medicamentos terapéuticos para la curación del COVID-19 o que se logre contar con una vacuna eficaz y que esté a nuestro alcance utilizarla como país. Todo el mundo y especialmente Estados Unidos querrá disponer de ella antes que nosotros.

Sin embargo la economía no puede continuar “parada” y menos aún sin tener las empresas los apoyos suficientes para transitar esta etapa, debido a la pérdida de liquidez particularmente las pequeñas y medianas. Urge resolver el dilema y la manera de hacerlo es decidir que es posible atender los dos temas de manera simultánea; el sanitario y el económico, para lo cual debe llevarse a cabo una estrategia responsable, prudente y bien estudiada a nivel sectorial, de cada región y entidad.

No se trata de hacer una reapertura generalizada y mucho menos anárquica y desordenada con las consecuencias sanitarias que serían catastróficas; el rebrote de la pandemia sería inminente y terrible; por el contrario, me refiero a una apertura gradual, selectiva, segura y coordinada con las diversas cadenas de valor.

Considero que el planteamiento inicial es cuándo y dónde reabrir la economía, y para definirlo será necesario considerar en primer lugar el riesgo sanitario, luego el riesgo sectorial y regional y por supuesto definir con precisión, claridad y contundencia los “protocolos” que deben seguirse en cada ciudad y en cada empresa en particular. No será posible reabrir como si nada estuviese pasando o con la falsa idea de que la pandemia ya ha sido controlada.

Será preciso incorporar en la estrategia si la transmisión del virus efectivamente ya descendió a mínimos niveles (existen metodologías métricas confiables para ello); si la ocupación hospitalaria y la infraestructura de salud se encuentra con una holgura evidente de atención; si se cuenta con capacidad de hacer pruebas a prácticamente todos los agentes económicos que reanuden sus actividades y desde luego que un porcentaje alto de casos positivos y sus contactos puedan ser monitoreados con certeza.

Asimismo, la estrategia a que me refiero debe tomar en cuenta el riesgo de contagio implícito de cada actividad económica y también la aportación que éstas hagan en términos de empleos, aportación al PIB y su relevancia en las cadenas de valor. En todos y cada uno de los casos deben tenerse “protocolos” claramente especificados y exigir rigurosamente su debido cumplimiento.

Me refiero a una normatividad autoimpuesta por empresa y el cumplimiento estricto de la señalada por la autoridad sanitaria o de seguridad en el trabajo. Es muy amplio el catálogo de “protocolos” que podrían aplicarse; desde la obligatoriedad de usar cubrebocas, gel antiviral y caretas, hasta aquellos más sofisticados como la exigencia de sanitizar las áreas de los establecimientos y áreas de trabajo, control de acceso a visitas, clientes, proveedores, etc., escalonamiento de horarios, entrega de kits de protección, facilitar el trabajo a distancia, limitar la realización de reuniones presenciales y varios más siempre según las características de la operación y el desempeño de cada empresa.

En síntesis: permanecer inactivas las empresas “no esenciales” por un tiempo más es irresistible toda vez que no se cuenta con apoyos gubernamentales por lo que es urgente e indispensable reabrir y reactivar la economía con responsabilidad y gradualidad estratégica. Ánimo; saldremos adelante.

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