Por: Ernesto Núñez Albarrán
@chamanesco
Aunque el proceso electoral no ha concluido, pues siguen pendientes importantes etapas procesales, hoy es visible el nuevo mapa político surgido de las elecciones del 6 de junio.
En el reacomodo electoral, la oposición no logró frenar la llamada Cuarta Transformación, pero el presidente Andrés Manuel López Obrador tampoco logró borrar del mapa a las fuerzas de lo que llama “el conservadurismo”.
En un juego donde todos ganaron y perdieron, Morena no arrasó, pero sí tuvo un avance territorial importantísimo.
El lopezobradorismo perdió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, pero conservó la mayoría absoluta que le permitirá aprobar los presupuestos para la segunda mitad del sexenio.
El bloque PRI-PAN-PRD logró arrebatarle a la 4T la llave de nuevas reformas constitucionales, pero no podrá impedir que el bloque Morena-PVEM-PT siga definiendo el rumbo del país desde la Cámara de Diputados.
La nueva Cámara
El tránsito de la 64 a la 65 Legislatura se concretará hasta que hayan concluido dos etapas procesales aún pendientes.
Por un lado, antes del 12 de julio debe concluir la fiscalización que realiza el INE de los gastos de campaña de candidatos y partidos, lo que podría llevar, en un caso extremo, a anular elecciones o revertir triunfos.
Por otro lado, el Tribunal Electoral debe resolver en agosto las impugnaciones presentadas por diversos partidos a los resultados, entre las que destacan las 450 demandas interpuestas por los tres partidos que perdieron el registro al no alcanzar el 3 por ciento de la votación nacional el pasado 6 de junio: Partido Encuentro Solidario (271), Fuerza por México (172) y Redes Sociales Progresistas (7).
Los “nuevos” partidos buscan anular la elección en uno o varios distritos, repetir los comicios y tratar de aumentar sus votos para llegar al porcentaje que les permitiría conservar su registro. La estrategia fue ensayada con éxito por el PT en 2015, cuando la elección extraordinaria de un distrito anulado en Aguascalientes le permitió alcanzar los votos que necesitaba para alcanzar el 3 por ciento nacional, lo que le salvó el registro.
Aunque esos procesos podrían modificar los cálculos que han hecho tanto el INE como la Cámara de Diputados sobre las diputaciones ganadas por cada partido, hoy es posible anticipar que las 500 curules de la Cámara baja se repartirán entre siete partidos políticos:
Morena tendrá la mayoría simple, con 199 diputaciones; el PAN será segunda fuerza, con 111; el PRI tendrá 70; el PVEM será cuarta fuerza, con 43; le seguirá el PT, con 39 curules; MC, con 23 y PRD con 15.
Si las alianzas electorales se convierten en legislativas –como todo parece indicar–, la coalición Juntos Hacemos Historia tendrá 281 diputaciones. Es decir, una mayoría absoluta que le dará al lopezobradorismo control del presupuesto y capacidad para sacar adelante leyes secundarias y algunos nombramientos, como los de consejeros del INE en 2023.
La coalición Va por México sumará 196 diputaciones, que le permitirá bloquear las reformas constitucionales ya anunciadas por López Obrador. Esas reformas requieren dos terceras partes de la Cámara; es decir, una mayoría calificada de 334 curules.
Es muy probable que a ese bloque opositor se sumen los 23 diputados de Movimiento Ciudadano.
A diferencia de lo que ocurrió en la 64 Legislatura, los partidos del oficialismo estarán obligados a negociar y hacer política con la oposición si quieren sacar adelante reformas de gran calado.
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El reacomodo del mapa estatal
En el reacomodo territorial que supuso la elección de 15 gubernaturas el pasado 6 de junio, Morena salió fortalecido: ganó 11 de 15, y gobernará 17 entidades de cara al 2024, con posibilidades de seguir creciendo en 2022.
Cuando tomen protesta sus nuevas gobernadoras y gobernadores, la ola morenista se extenderá por todo el Pacífico: desde Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa y Nayarit, hasta Colima, Michoacán y Guerrero.
El partido del presidente también se fortalecerá en el Sureste, al sumar Campeche al corredor Chiapas-Tabasco-Veracruz que ya gobierna.
Y en el centro, sumará Tlaxcala al eje Puebla-Morelos-Ciudad de México.
Además, la 4T le hizo un hueco a la mancha panista del Bajío, al ganar Zacatecas, con el morenista David Monreal, y San Luis Potosí, con el impresentable candidato del Partido Verde, Ricardo El Pollo Gallardo, a quien desde hace años se investiga por delitos graves.
Por si fuera poco, el reacomodo de 2021 prepara el terreno para los próximos procesos electorales. Los resultados de las elecciones federales dejan ver que Morena ganó la mayoría de los distritos en entidades donde habrá elecciones de gobernador en 2022: Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo, Durango y Tamaulipas.
Salvo Aguascalientes, en cinco de los seis estados que tienen comicios el próximo año Morena arrancará campañas con amplias posibilidades de desplazar al PAN y al PRI de las gubernaturas.
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En contraste, el 6 de junio dejó un saldo negativo para los partidos de la coalición Va por México: el PRI perdió Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas. El PAN perdió Nayarit y Baja California Sur, y sólo pudo mantener Chihuahua y Querétaro. Y el PRD perdió Michoacán.
La alianza PRI-PAN-PRD le hizo un importante socavón a la 4T en la Ciudad de México –simbólico, por demostrar que Morena se vuelve derrotable al abandonar a las clases medias de zonas urbanas. Pero en el reacomodo, el balance es deficitario para estos partidos, que podrían acumular nuevas derrotas en las elecciones locales de 2022 y 2023, antes de la gran cita de 2024.
Movimiento Ciudadano fue el partido emergente de 2021, al ganar la gubernatura de Nuevo León (la joya de la corona por su peso poblacional y económico), y mantener su presencia en Jalisco, donde ganó la mayor parte de los distritos y presidencias municipales.
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No sobra decir que todas estas derrotas y victorias están provocando ajustes dentro de las fuerzas políticas e incluso en el interior del gabinete presidencial.
La disputa por las coordinaciones parlamentarias, la atribución de responsabilidades en las dirigencias por las derrotas sufridas y la emergencia de nuevos grupos y corrientes partidistas irán apuntalando a unos y debilitando a otros de cara a la sucesión presidencial.
En suma, el país no se reinventó con las elecciones del 6 de junio, pero sí hubo un reacomodo, cuyas consecuencias se irán clarificando conforme se acerque la gran cita electoral de 2024.