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Querido empresario: el descenso comienza en la cúspide

En las alturas es normal encontrarse con una neblina densa. Así es el éxito; quizá te acercas al abismo y no lo has notado. Disípala a tiempo.

¡Ah! La dulce sensación que provoca el sonido de la caja registradora. Los ceros en tu cuenta se acumulan. Tus clientes felices y volviendo, permitiendo que la labor de ventas fluya sin resistencias. Has dado en el clavo: venderle más, a los mismos. 

Llegaste a una cima. Enhorabuena, pero ¿podrías hacerlo de nuevo? O prefieres ilusionarte con que, si ya llegaste, seguramente te mantendrás ahí.

Los alpinistas dejan registro de su camino conforme ascienden. Saben dónde estuvieron, dónde están y hacia dónde van, para así poder replicar su éxito sobre la misma montaña cuando lo deseen, o incluso para los que vienen detrás. Pero el atractivo es coleccionar la siguiente cumbre. 

Una montaña más alta y riesgosa detona su adrenalina, los hace sentirse novatos una y otra vez. Se retan a sí mismos para que su profesión les sea relevante siempre. 

Ojo, no ‘competente’ ni ‘vigente’, sino relevante. Si te salen bien, la primera te mantiene con el agua al cuello y la segunda a flote, mas la última es el velero que te lleva del océano rojo, al azul. 

En el mundo empresarial nos aterran las nuevas montañas. Embelesados en lo que tenemos y podemos perder, no vemos lo que podemos ganar. Sí, quizá sacrificando algo en el camino (ser estratégico reside más en lo que no harás, que en lo que sí), o como prefiero enunciarlo en el proceso de innovación: transfigurándolo. 

Tu negocio es un ente vivo. Como tú, debe adaptarse al tiempo. En cuanto vislumbres tu zona de estabilidad o confort – o si ya estás ahí -, explora una veta nueva que despierte tu curiosidad a partir de lo que ya conozcas (de esta manera minimizas riesgos… y duermes tranquilo por las noches). 

Para comenzar a innovar, es innecesario ser revolucionarios, basta con dar un pasito más allá de tu contexto cotidiano.

¿Cómo luce una veta? 

Como la cámara electrónica que desarrolló Steve Sasson en 1975, un científico dentro de Kodak. O como la propuesta que en el 2000 hizo Netflix a Blockbuster para que comprara su modelo de negocio a un precio ridículo (para sus estándares). 

Dos ejemplos claros de una veta surgida desde adentro y otra que se da en tu contexto cercano. Alerta a ellas; identifícalas. Son incómodas, desafían a tu tren de pensamiento y al status quo.

Estudiar y validar esa veta te permitirá crear un concepto que, por cierto período, será paralelo al que tienes ahora y que harás crecer hacia dos opciones:

  1. Amoldar tu oferta actual al ritmo de la nueva, hasta transfigurarlas en una sola.
  2. Sacrificar tu oferta actual para darle mayor impulso a la nueva, una vez consolidada. 

Llegará el día para repetir el ejercicio. La oferta nueva se convertirá en la actual y habrá qué someterla a una contraparte innovadora para medir su resistencia y posible supervivencia. Así te mantienes Relevante, Original e Impactante. 

¿Qué sucede si no lo haces? 

Quedarse estático o ir lento sobre la carretera, es igual de peligroso que manejar a exceso de velocidad. Tarde o temprano sucede la tragedia, o quizá no, pero serás rebasado. Estorbarás en el mercado, o lo quemarás (por obsolescencia) y perderás la preferencia (por irrelevancia). Destino final: tu muerte.

¿Cómo identificar tu necesidad de innovar para no morir? 

Si te expresas así:

O acostumbras:

Sobre el último punto. Estás tan acostumbrado a medir ventas, que cuando decaen, “inviertes” en un petardo que te levante. Sin embargo, sólo notas que volviste al nivel que tenías antes de la decaída. En cambio, si accionas, tu crecimiento es sostenido en el tiempo.

No se trata de improvisar. La innovación y la creatividad es un proceso a infundir en cada persona de tu equipo para transformar la cultura de tu compañía, y motivarla a ir por la siguiente montaña.

Por pensar conmigo, muchas gracias. 

– El Orquestador.

elorquestador@contracanon.mx

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