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¿Qué tan felices somos los mexicanos?

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El bienestar subjetivo se enmarca en un creciente consenso a nivel internacional sobre la necesidad de dar seguimiento al progreso social a través de la perspectiva de las personas acerca de sus experiencias de vida, y no solo a través de la disponibilidad de bienes y servicios. Esto implica llevar las mediciones del bienestar “más allá del PIB” para centrarnos en reportes sobre la calidad de vida.

Se trata de un esfuerzo por reconocer que los destinatarios finales del progreso son las personas y que por eso es necesario poner atención no solamente al acceso a bienes y servicios materiales, sino también a cómo experimentan sus circunstancias, pues en ello influyen en paralelo aspectos de calidad de vida no cuantificables en unidades monetarias.

El INEGI estudia estos aspectos a través del BIARE o bienestar autorreportado. Si comparamos sus resultados de julio del 2018 contra julio del 2019 vemos que son prácticamente los mismos, no hay cambios significativos a considerar

El módulo “BIARE básico” de julio de 2019 fue levantado, al igual que en julio del 2018, junto con la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor (ENCO), con una muestra de 2 336 viviendas distribuidas en 32 ciudades (una por entidad federativa, entre ellas Aguascalientes). BIARE básico brinda, por tanto, seguimiento continuo a información representativa de la población urbana adulta del país.

El ámbito mejor valorado, a julio del 2019 son las relaciones personales calificadas con un promedio de 8.7. En contraste, aspectos que tienen que ver con la esfera pública, como el país y la seguridad ciudadana, continúan siendo los ámbitos peor valorados, con promedios de 6.8 y 5.3 respectivamente. Por género tenemos que el promedio de los hombres se ubicó en 8.4, mientras que entre las mujeres fue de 8.2.

A mayor edad menor satisfacción con la vida: los jóvenes de 18 a 29 años son quienes declararon mayor satisfacción al promediar 8.5; el promedio disminuyó, registrando 8.2 para el grupo de 30 a 44 años de edad, 8.3 en la población de 45 a 59, y 8 en el grupo de 60 y más años. Cabe señalar que, en todos los grupos de edad, la satisfacción con la vida es menor para las mujeres que para los hombres. La mayor diferencia se da entre ellas y ellos en el grupo de 30 a 44 años y asciende a 0.5 puntos. Las mujeres entre los 30 y 44 años son tan (in) felices como las de 60 años y más.

INEGI informa que la seguridad ciudadana muestra el menor nivel de valoración por parte de la población, con un promedio de 5.3 en julio de 2019; mientras que, en el mismo mes del año anterior, registró una calificación de 5.4. Por su parte, la satisfacción con el país se ubica en 6.8, dominio que reportó el mismo nivel en julio de 2018. En lo que se refiere a la satisfacción con la ciudad, el promedio fue de 7.3 en julio pasado, aumentando una décima respecto al año anterior.

Ninguno de los 13 reactivos aplicados por INEGI vía BIARE se puede relacionar con alguna hipotética transformación relevante acontecida en el país. El medidor del bienestar autoreportado o “felicidad” no ha presentado ningún movimiento perceptible, más allá de una o dos décimas.

Entre julio de 2018 y julio de 2019, aparecen cuatro enunciados de valencia positiva con incremento: soy una persona afortunada; soy libre para decidir mi propia vida; tengo fortaleza frente a las adversidades, y el que me vaya bien o mal depende de mí. El resto de enunciados de valencia positiva se mantiene sin cambios, en tanto que disminuye el único enunciado de valencia negativa es que: Cuando algo me hace sentir mal, me cuesta volver a la normalidad.

Los estilos de gobernar remueven los cimientos del modelo de bienestar social, una de las piedras angulares del proyecto nacional. Los cambios tecnológicos, estructurales y demográficos en un mundo globalizado están transformando la naturaleza del trabajo y ponen en entredicho nuestra solidaridad, menoscabando la promesa de que cada generación puede esperar heredar un mundo mejor que la anterior. 

De acuerdo con la Agenda 2030, son muchos los retos que se han vuelto cada vez más apremiantes y amenazan nuestro bienestar personal y prosperidad económica.

Todos los desafíos de las personas y comunidades son complejos y están estrechamente interrelacionados, en el sentido de que dando respuesta a uno de ellos puede tener repercusiones positivas en otros.

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