Por Paola Barba Segovia
A diferencia de lo que a veces podemos imaginar, la principal causa para sentirnos satisfechos con nuestras vidas es conocernos a fondo, ampliar cada vez más nuestra conciencia, ir hacia nuestra esencia. ¿Quién soy? ¿Qué vengo a aportar? ¿Cuál es mi fin último? Preguntas que hemos escuchado muchas veces; pero que cuando aprendemos la forma de responderlas correctamente, se vuelve posible vislumbrar la felicidad como un trayecto.
Nacemos con un temperamento y constitución física heredados, en un contexto social determinado y aprendemos ciertos hábitos, todo esto forja nuestro carácter que, en general, explica nuestro comportamiento. La suma de carácter y comportamiento dan como resultado la personalidad y a partir de ésta, construimos nuestra propia interpretación del mundo.
Nuestra personalidad se forma desde los primeros años de vida, y ésta no siempre tiene que ver con nuestra esencia; digamos que podría ser definida como una máscara que cubre, protege y facilita relacionarnos.
A lo largo de la historia, la personalidad ha sido un tema de gran interés y estudio, por lo que hay diversas investigaciones, teorías y aportaciones que nos permiten entenderla y trabajar sobre ella para conseguir nuestras metas.
Existe una herramienta que nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a los demás de manera clara y profunda. Es un mapa de la personalidad humana, el cual propone que hay nueve formas diferentes de ver la vida, de percibirla, de filtrarla, de sentir, de pensar y de reaccionar. Todas son válidas; ninguna es mejor que otra.
Lo interesante de contar con este tipo de herramientas de autoconocimiento y desarrollo humano es, por un lado, despertar, lograr ser una mejor versión de nosotros mismos, y por otro, saber cómo percibir a los demás y qué esperar de ellos, tener mejores relaciones tanto laborales como personales para avanzar mejor y más rápido el camino que nos hemos trazado.