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¿Qué hace efectivo a un gobierno?

Cuando los comicios resultan particularmente competidos o controvertidos, los gobernantes surgidos de ese proceso terminan la contienda con tales niveles de adrenalina y agotamiento que suelen sobredimensionar e incluso dramatizar la tarea que tienen por delante.

La sociedad y los medios, por su parte, actúan por analogía y tienden a elevar aún más el grado de relativa tensión, creando una atmósfera viciada, la cual impide distinguir las consecuencias naturales de las elecciones, de las cuestiones de fondo de una agenda política. Cuando esto ocurre, se vuelve difícil encontrar tanto la serenidad política como el sosiego intelectual para reflexionar sobre las reglas que hacen efectivo a un gobierno estatal. ¿Cuáles son algunas de ellas? Veamos.

  1. Acumular fuerzas

Al final de toda batalla, hay que hacer un recuento de pérdidas y ganancias. Lo normal es reunificar todos los activos para dotarlos de una sólida cohesión. A veces, los políticos suelen cometer el error de subestimar a sus aliados naturales e iniciales por ceder a la tentación de congraciarse con los campamentos de enfrente. Un gobernador debe privilegiar a sus fuerzas solo si estas son valiosas y si no, agregar otras.

  1. Gabinete efectivo, no atractivo

Algunos políticos son tan inseguros que solo llaman a sus incondicionales para sobrellevar la carga, pero no para trabajar efectivamente. Esto lleva a una feroz descoordinación, ausencia de compromiso y falta de un programa común. No se trata de que la complicidad sea el factor decisivo para integrar un equipo, más bien se debe seleccionar a quienes tienen soluciones concretas a problemas concretos.

  1. Priorizar, priorizar y priorizar

No hay gobiernos que sean buenos para todo, el periodo no es eterno y los recursos son limitados. Por lo tanto, cualquier nuevo gobernador priorizará sus tres o cuatro políticas públicas, las cuales estarán concentradas en dos objetivos clave: crecimiento económico y desarrollo social.

  1. Establecer la agenda

Es indiscutible que la buena comunicación es clave. Desde que salieron del clóset, la mayoría de los medios suponen que mandan, definen y deciden qué es lo importante y qué no. Un buen gobernante debe evitar ese garlito y privilegiar lo que piensa y hace.

  1. Ser y parecer

Un gobernante es y debe parecer eso: un gobernante. Como explicaba Ortega y Gasset, las virtudes del hombre de Estado no son las del buen padre de familia. Encarna una institución y una autoridad, pero debe construir algo más: un liderazgo real y eficaz que le sirva para alcanzar los objetivos centrales de su administración y moldear a la opinión pública en función de ellos.

  1. Evitar la tiranía de las encuestas

En estos tiempos, es enternecedor ver a políticos palidecer cuando les muestran los sondeos del día. Casi suplicantes, preguntan: “Y ahora, ¿qué hacemos?”. Es un error. Como recurso psicológico para incrementar la autoestima personal, quebrarse la cabeza por los niveles de popularidad es poco práctico. Como incentivo político, las encuestas son muy relativas pues como no hay reelección, no se obtienen ganancias tangibles de lo que dicen.

  1. La primera impresión

Finalmente, como dice Richard Neustadt, nada ayuda más a una administración que mostrar “energía, dirección, acción y alcance” desde la primera ocasión.

¿Cuál de los aspirantes locales tiene, en verdad, ese perfil?

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