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¿Qué está pasando con la inflación?

Por: Walter Buchanan, CEO de SaveNest

El 24 de noviembre se dio a conocer la inflación de la primera quincena de noviembre en México. El cambio anual se ubicó en 7.05%, su nivel más alto en los últimos 20 años.

La cifra es incluso mayor que en 2017, cuando se presentaron incrementos importantes en los precios de la gasolina en los primeros meses del año.

México no es el único país con niveles altos de inflación; en Estados Unidos, hasta octubre, era del 6.24%. La inflación en el resto del mundo alcanza también niveles récord:

Hemos escuchado sin cesar a algunos banqueros centrales del mundo —en especial a Jerome Powell de la Reserva Federal (FED por sus siglas en inglés)— diciendo que la inflación es transitoria. Sin embargo, quizá este mensaje esté siendo un poco mal comprendido.

Muchos entienden por inflación transitoria que los precios regresarán a sus niveles anteriores, como si una cerveza que costaba 10 pesos, y ahora cuesta 12, pudiera regresar al precio anterior. 

No obstante, si los banqueros centrales comunican que la inflación es transitoria, en realidad, se refieren a que las altas tasas de cambio serán transitorias y que, en el futuro, volveremos a niveles de inflación más concordantes con los objetivos de los Bancos Centrales —en Estados Unidos, un promedio 2%, y en México, un 3% ± 1%—.

Volviendo al ejemplo de la cerveza: si subió 20% (de 10 a 12 pesos), de ahora en adelante, los incrementos continuarán, pero a ritmos más “saludables” para la economía. Digamos, subiría de 12.00 a 12.50 pesos (un incremento aproximado de 4%).

Hasta el 24 de noviembre, varias materias primas mostraban incrementos de dos dígitos en dólares en sus precios; en porcentajes:

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En muchas materias primas, los cambios tan altos en precio se deben en parte a un efecto base, por ejemplo, el petróleo: debido a la pandemia, el año pasado se encontraba en niveles deprimidos en comparación con su precio prepandemia.

Desbalances en el mundo, como los que han sucedido en la cadena de suministro, también suman a las presiones inflacionarias. Antes de la contingencia, un contenedor de 40 pies con mercancía que atravesara el océano tenía un costo de mil 500 dólares mientras que, en septiembre de 2021, el costo llegó a elevarse por encima de los diez mil dólares.

En eventos de este tipo en el pasado, los Bancos Centrales han respondido ante presiones inflacionarias con políticas monetarias restrictivas —usando como una herramienta importante el incrementar las tasas de interés —. Entonces, ¿por qué hoy, con los niveles de inflación más altos de las últimas décadas, no vemos medidas similares?

Si bien en México el Banco Central comenzó a subir la tasa de referencia en junio de este año, lo ha hecho de una forma tan moderada que incluso muchos consideran “demasiado lenta”. La FED en Estados Unidos apenas está retirando los estímulos monetarios implementados por la contingencia: el discurso del Banco Central ha sido que comenzará a subir las tasas hasta 2023.

Estos comportamientos pueden explicarse por dos cosas: 

Banco de México, por ejemplo, espera que la inflación converja dentro de los rangos de su objetivo en la segunda mitad de 2022 —y en línea con su objetivo (3%) para finales de 2023—.

Por otra parte, no debemos olvidar que la principal herramienta de los Bancos Centrales (y quizá la más importante) es el manejo y transmisión de expectativas. Si el mercado asume que los Bancos Centrales creen que la inflación se descontrolará, probablemente ocasione cascadas de incrementos de precios que terminen en una profecía autocumplida. 

Un ejemplo de un Banco Central que falló en manejar las expectativas es el Banco de Japón. Contrario a los miedos actuales de un descontrol de la inflación, lleva décadas sin poder conducir a una inflación “saludable” en sus mercados. Así como altas inflaciones no son buenas para la economía, tampoco es buena la ausencia de esta.

La variante Ómicron presenta varios retos, puesto que puede afectar los planes a corto y mediano plazo de los Bancos Centrales, así como causar más presiones en la tan afectada cadena de suministro. Podría acercarnos a un escenario que hoy aún se veía lejano: bajo crecimiento y altas inflaciones —aunque hablar de estanflación o hiperinflación aún está fuera de la mesa—.

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