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Política laboral, la inexistencia de una agenda integral

Este año hay elecciones y, como en cada periodo electoral, volvemos a escuchar el mismo discurso y las mismas promesas: más calles, más seguridad, más educación, más apoyos sociales (emprendedores, bien gracias), mayor acercamiento con la gente, más empleos, etcétera.

Pero como cada tres o seis años, esto se convierte en buenas intenciones y queda en letra muerta o manipulada en los futuros informes de gobierno.

Una de estas manipulaciones tiene que ver, precisamente, con el empleo y la falta de una política sólida en la materia, la cual ayude a los municipios y estados a llevar a cabo un plan estratégico para avanzar en temas de competitividad y desarrollo.

Hace algunos meses, en una reunión con empresarios de la región, al preguntarles cuál era su opinión sobre las delegaciones de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, así como sus similares en los gobiernos estatales; estos me comentaban que solamente llegaban a conocerlas cuando de forma sorpresiva y a la antigua usanza les caían inspecciones en las cuales se analizaban 300 puntos dentro de la empresa y los multaban por un curso que se debía dar a los trabajadores para mostrarles lo peligroso de la incandescencia al entrar a un cuarto oscuro y encender la luz eléctrica.

Claro está que, además de ser imposible el cumplimiento de todo, estas multas suelen ser muy caras y es aquí donde comienza la corrupción. Esa famosa frase que forma parte de la idiosincrasia mexicana y es utilizada día con día, “¿Cómo nos podemos ayudar?”, refleja cómo ese exceso de disposiciones nos orillan a jugárnosla fuera de la ley y terminan por desanimar a los pequeños capitales a seguir en la lucha de su proyecto económico.

A esto debemos anexar, lejos de todas aquellas leyes con las cuales hay que cumplir, la inexistencia de cursos, programas y actualizaciones por parte de los gobiernos municipales, estatales y federales que ayuden, sobre todo al pequeño y mediano empresario, a ponerse en orden y entrar a la formalidad laboral que tanto hace falta en el corredor Bajío-Norte. Y esta falta de estrategias laborales es parte de un maquiavelismo gubernamental, el cual no distingue ideología ni partidos y es aplicada por igual en gobiernos de derecha e izquierda, con el fin de ejecutar la idea contenida en la frase del profesor Hank: “mano de hierro, guante de terciopelo”. Esto es una especie de síndrome de Estocolmo entre empresarios y gobiernos, en el que estos últimos tienen las herramientas para castigar o premiar a los amigos.

Por ello, el tema laboral debe tener relevancia en las agendas de los candidatos participantes en el proceso electoral venidero. No podemos continuar aplicando los mismos usos y costumbres que tanto daño hicieron a nuestro país en las décadas de los 70 y 80. Debemos avanzar en la materia, pues el país cada día más se inmiscuye en una dinámica global.

En este año que se celebran elecciones, no se puede permitir que los candidatos no cuenten con una estrategia laboral definida, la cual sin duda beneficiará a la población que entra en la dinámica obrero-patronal.

La opinión de los pequeños y medianos empresarios, quienes son las primeras víctimas de una política laboral improvisada, debe ser tomada en consideración. Por ello, habrá que ver y escuchar de cerca a nuestros políticos y exigirles no solamente lo mismo de siempre, sino también una mayor atención en el tema. Prácticamente todos estamos inmiscuidos en esta dinámica capital-trabajo y debemos asegurar las condiciones mínimas para tener ese sosiego laboral.

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