Después del golpe emocional que representa la perdida de su madre, Azucena buscaba un refugio sin saber que encontraría en este su motivación más grande: Servir a las personas.
Siendo maestra descubrió que no solo ella le enseñaba cosas a los niños sino que ellos se convirtieron en sus mejores maestros de vida.
Hoy desde su trinchera, sigue tratando de apoyar a todas las personas posibles, sigue recibiendo la vida con una sonrisa y sigue demostrándonos que está prohibido rendirse.
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