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Pinceladas, no brochazos de educación

He tenido la fortuna de transitar los últimos 25 años en el campo de la educación universitaria como profesor, y me ha tocado ver la transformación del sistema, por supuesto, no siempre para bien. Con beneplácito, el Día del Maestro, recibí felicitaciones de varios de mis ex alumnos de varias generaciones, las cuales me hicieron sentir un real aprecio; sin embargo, también sentí la indiferencia de algunos estudiantes de las últimas generaciones.

Las causas del mal

Causas puede haber muchas y la verdad éste no es un análisis concienzudo del problema, sino una manifestación de ideas y sentimientos encontrados. La problemática educativa es mucho más compleja; entraña enormes desafíos y rezagos estructurales, ideológicos y de procesos; por eso, sólo haré énfasis en algunas ideas.

Los futuros salvadores de la patria: los alumnos

El pragmatismo los ha invadido, a la mayoría sólo le interesa pasar la materia, aprender no está entre sus prioridades y si lo hacen, será por accidente. Solamente una minoría en cada grupo forja su vida académica en el esfuerzo: pregunta, cuestiona, increpa y es crítico de su entorno; se amalgama con su maestro en un devenir de conocimiento (situación que no está casada con la idea de que debe caerle bien a su profesor o estar siempre de acuerdo con él).

Afortunadamente –aunque cada vez en menor cantidad–, los alumnos de excelente nivel siguen existiendo y se han forjado fuera del sistema. Casi siempre, vienen de familias que los acogen en todos los ámbitos y se preocupan por ellos, o bien, los propios estudiantes han desarrollado una responsabilidad y hábitos de excelencia desde pequeños. Así, se esfuerzan por alcanzar sus metas, sin importarles lo mediocre que sea el sistema, y son apoyados por profesores que los detectan y guían.

La tiranía de los neo alumnos

Los nuevos estudiantes exigen como si estuvieran en condición de hacerlo. No son capaces de dar lo que piden y ojalá que lo que pidieran fuera mayor capacidad, conocimiento y exigencia de sus maestros para que estos los lleven al más alto nivel de formación e instrucción. Pero estos alumnos hacen todo lo contrario, pues se limitan a exigir en su búsqueda del mínimo esfuerzo.

Desde hace varios años, se rompió una regla no escrita de los principios de autoridad y jerarquía social: “En la escuela no hay democracia”, y hoy vivimos las consecuencias de este desastre (alumnos mandando sobre maestros, sistemas y hasta gobiernos). Por supuesto, hay que acotar las excepciones que para el caso confirman la regla: donde no hay salida de los sistemas o personas tiránicas, la desobediencia civil es el único camino que queda.

Los maestros y el énfasis en devaluar una de las más preciadas y estratégicas profesiones

En la loca carrera de los derechos humanos y su desbordamiento más allá de los planteados en la carta universal de la ONU, nos encontramos con un sobredimensionamiento del estudiante y sus derechos. Antes había un respeto irrestricto hacia el maestro; ahora, los alumnos acuden a sus autoridades para exigir derechos y obligar a los profesores a actuar como al cuerpo estudiantil le convenga. De esta forma, quitan al maestro autoridad, libertad de cátedra y dignidad.

Por fortuna, aún existen maestros y directivos que creen en la disciplina, orden y excelencia educativa; a diario, ellos la dan y la exigen. Por eso, uno todavía se encuentra con facultades, departamentos y escuelas que destacan de la mayoría por el liderazgo de sus directivos extraordinarios y los equipos que llegan a formar.

El sistema y sus testaferros corrompidos

Lamentable es la involución de directivos del sector educativo, que han pasado de ser maestros a jefes. Actualmente, ellos no son maestros y si lo son, son mediocres, ya que se convierten en burócratas de carrera, enfocados en conservar el hueso y las métricas administrativas sobre el aprendizaje pertinente.

Las nuevas tecnologías posibilitan grandes avances y facilidades en el acceso a información y creación de grupos de estudiantes y maestros; sin embargo, como un virus han infectado los hábitos de estudio- trabajo y han disminuido la capacidad de pensamiento, crítica y atención en el aula. Enciclomedias y computadoras para todos,  han sido monumentos a la incompetencia gubernamental y política.

Estas reflexiones se dan a lo largo y ancho del sistema educativo, no son sólo de la educación superior, las escucho a diario en educación básica y media, en todas partes, hasta en los posgrados. Mientras estas consideraciones se dan junto con el maremágnum de problemas nacionales, la verdad es que aún estamos lejos de darle lógica a la educación, una de las claves más importantes para el desarrollo y crecimiento de nuestra patria.

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